La Corte Suprema de Justicia de la Nación viene desarrollando una audiencia pública por los desmontes y talas de bosques nativos en la provincia de Salta. Fueron convocados a la audiencia autoridades del gobierno nacional y del citado estado provincial, organizaciones sociales y miembros de la comunidad indígena afectada por la deforestación. El procedimiento en marcha es caracterizado por la misma Corte como “…el ejercicio del control encomendado a la justicia sobre los otros poderes del Estado”.

En los últimos años se registró en el país un aumento en la producción de granos que provocó el avance de la frontera agropecuaria. Los suelos trabajados se expandieron desde la región pampeana hacia el noroeste y noreste, ello incentivado por el bajo costo de las tierras marginales. En ese contexto, el cultivo que más creció fue el de la soja.

El desmonte masivo para habilitar áreas agrícolas, unido a las excesivas lluvias, provoca el empobrecimiento de los suelos y la desertificación. El 75% de las tierras argentinas son áridas o semiáridas y, por eso, están más expuestas a procesos de desertificación.

Desde 1935 se perdieron en la Argentina el 70% de los bosques nativos. La pérdida es atribuida a la tala indiscriminada, a los incendios y, sobre todo, a la expansión desordenada de la frontera agrícola que arrasa con bosques y selvas y desplaza a comunidades indígenas y rurales. Y se ha hecho con tal desaprensión y falta de control que las topadoras ni siquiera han dejado en pie las cortinas forestales de protección que exigen las normas legales.

En un informe aprobado en 2008, la Auditoría General de la Nación (AGN) expuso los resultados de su examen sobre varios proyectos ambientales, cuya implementación estaba a cargo de la Dirección de Conservación de Suelo y Lucha contra la Desertificación. Uno de esos proyectos tenía por objeto la “evaluación de la degradación de tierras en zonas áridas”. En este caso, la AGN advirtió la ausencia de avance alguno en la experiencia desde el año 2005, como también la inexistencia de un plan sobre el particular.

“La tierra recién deforestada era rica en minerales y nutrientes y daba nuevas cosechas. Por desgracia, la eliminación de la capa boscosa dejaba el suelo expuesto al viento, el agua y los demás elementos. El viento soplaba sobre los paisajes desnudos y el agua se llevaba la tierra de las laderas de las montañas”. La transcripción bien podría estar inspirada por una realidad de nuestra geografía y nuestro tiempo. En rigor de verdad, su autor, Jeremy Rifkin, está pintando la Italia y el Mediterráneo de finales del Imperio romano.

Si persistimos en nuestro secular desinterés por la planificación y el control a tiempo, no será descabellado imaginar un futuro en el que dominen las imágenes de grandes extensiones deforestadas, campos exhaustos y tierras azotadas por los vientos y lavadas por las aguas. Como siempre y hasta ahora, también nos encontraremos con actores políticos deslindando responsabilidades sobre quiénes en el pasado debieron haber hecho las previsiones y adoptado las medidas de control adecuadas.

Hugo Quintana