Nuestro editorial del 23 diciembre pasado se refiere a dos significados  del control, uno bueno y otro malo. Aunque resulte difícil creerlo, estas dos aplicaciones del control están confrontando en las revueltas que actualmente envuelven a los países del Norte de África. De un lado, el poder burocrático con los viejos métodos de control –los medios oficialistas, la policía, el partido de gobierno, las prebendas, la “clientela” política como fuerza de choque a favor del gobierno. De otro lado, una población civil sometida a privaciones y apremios, con una gruesa franja juvenil bien educada e informada pero angustiada por la falta de horizontes y de apertura política y social. Los congrega el hartazgo y la vergüenza de estar gobernados por incompetentes y corruptos y el deseo de imponerle controles al poder gobernante. 

Las tecnologías de comunicación con base en Internet, como Facebook , son vectores de las manifestaciones populares que tienen lugar en esa región del continente africano. A través de la red se convoca a la gente a reflexionar sobre sus derechos ciudadanos y a protestar colectivamente.

Para los regímenes autocráticos, totalitarios, despóticos es vital controlar el flujo de información, determinar qué, cuándo, cómo y a quién se comunica. Se amurallan tras la propaganda machacante, el espionaje, la imposición de restricciones a la libre expresión de las ideas y a la circulación de la opinión crítica. Los nuevos medios sociales de comunicación perforan esas murallas y permiten que personas cansadas de la opresión o de la corrupción del poder  formen comunidades de activistas en pro de la vigencia de los derechos políticos y de la transparencia; que  dialoguen y se alienten a la rebelión y al control de los gobiernos. Ese efecto es el llamado “poder viral” de Facebook, esto es, un mensaje político en Túnez, Egipto o Libia se esparce rápidamente entre los grupos de amigos  confiriendo al ciudadano corriente una extraordinaria capacidad de organización política.

Los acontecimientos del Magreb y Medio Oriente dejan entrever una conclusión inquietante para el régimen político: cada vez hay más cosas que suceden fuera del “radar” de los gobiernos, aun de los más opresivos y recalcitrantes. La velocidad y amplitud de la información traen consigo un  nuevo balance del control, lo cual  implica que a los gobiernos les será más difícil imponer una agenda totalmente propia y se verán expuestos a demandas y rendiciones de cuentas más exigentes.

El  control público es un poder. Es el primero que ejerció el pueblo, y fue consciente de él antes de serlo de su soberanía política e instalar el sistema de la democracia. Aunque no esté orgánicamente definido en las normas jurídicas, no hay ninguna duda sobre su existencia y legitimidad. Se construye y  ejerce todos los días, con conocimientos, conciencia, voluntad y activismo ciudad

Decir que Facebook, o que las tecnologías de la información y la comunicación en general, han sido la causa de la explosión civil en el Norte de África es una explicación simplificadora del complejo devenir de ese fenómeno político y social. La chispa viene de una situación objetiva (pobreza, desigualdad, explotación, opresión) que encendió el sentimiento de la indignación, capaz de movilizar y de vencer a cualquier miedo. Luego, el “poder viral” de las redes sociales encontró un caldo de cultivo propicio para propagar –entre otras cosas- las ideas del control público del gobierno y de la limitación temporal de los cargos políticos.         

Hugo Quintana