Durante décadas, el cientista social Oscar Oszlak se dedicó a investigar, analizar y desarrollar pensamientos sobre el Estado, la administración pública y la democracia. Además fue subsecretario de la Reforma Administrativa, asesor presidencial de Raúl Alfonsín y uno de los fundadores de la Sociedad Argentina de Análisis Político.

En esta segunda parte de la entrevista realizada por El Auditor.info (acá puede leerse la primera), se refirió al rol de las provincias y municipios en la reforma del Estado, al impacto de la política gubernamental actual en el desarrollo científico y a por qué considera que, a más de 25 años de su publicación, su texto “Estado y Sociedad: las nuevas reglas del juego” es uno de los más influyentes del sector público administrativo. 

- ¿Qué papel tienen los estados subnacionales en la reforma del Estado?

En esta pregunta hay implícita una oposición, parecida a la del binomio Estado-Mercado, donde frente a la opción centralización-descentralización, suele señalarse que es mejor que la actividad gubernamental sea confiada a la jurisdicción donde mejor pueda darse respuesta a las necesidades y demandas ciudadanas. 

En cada país, la forma en que se distribuye la responsabilidad de gestionar la agenda problemática de una sociedad difiere significativamente debido, sobre todo, a razones históricas o territoriales. Países pequeños, como Suiza, pueden ser federales, mientras que otros, territorialmente mucho más extensos como Colombia, son unitarios. 

“El empleo público ha sido un paliativo tanto de la falta de oportunidades de empleo como un mecanismo de adscripción política para sostener gobiernos”

En definitiva, si bien hay cierto consenso en que descentralizar “es bueno”, todo depende del grado en que las diversas jurisdicciones en que se desagrega el territorio (provincial, departamental, municipal) pueden asumir eficazmente la gestión de las competencias resultantes del esquema de división del trabajo acordado con la Nación. Algunos países, como Uruguay, prefieren fortalecer la desconcentración (mayor presencia del Estado nacional en el interior) que la descentralización. 

La reforma del Estado, naturalmente, también debe extenderse a los gobiernos subnacionales, que es donde está realmente concentrado el grueso de la administración pública del conjunto del país. Precisamente, para que la motosierra también alcance a los gobiernos subnacionales, el Presidente recortó o anuló las transferencias a las provincias, intentando que estas imiten al Gobierno nacional en su política de ajuste. Además, suspendió gran parte de las obras públicas territoriales, a cargo del Estado nacional.

Sin duda, el empleo público en el territorio argentino ha sido tanto un paliativo de la falta de oportunidades de empleo como un mecanismo de adscripción política para sostener gobiernos. En 13 de 23 provincias argentinas, el empleo público supera al empleo privado registrado. En Formosa, por ejemplo, el 70% de todos los empleados con aportes trabaja en la administración provincial o municipal. En Santa Cruz y La Rioja, el empleo público representa entre el 20% y el 18% del empleo total. No cabe duda de que en la mayoría de los casos existe un indudable sobrepeso del empleo público en la jurisdicción subnacional, que exigiría una profunda evaluación del valor público que generan las diversas dependencias de esos gobiernos. 

En todo caso, las reformas no deberían limitarse a resolver la indudable deformidad del Estado en el nivel subnacional, sino incluir además un abanico de medidas de fortalecimiento institucional, como la capacitación, la simplificación de trámites, la reingeniería de procesos y la digitalización, entre otras.

- En el ámbito tecnológico y científico, ¿qué rol debe asumir el Estado? ¿Cuál es el costo de la fuga de cerebros?

El ranking Scimago 2024 ubicó al Conicet, de la Argentina, como la mejor institución gubernamental de ciencia de América Latina, reiterando una posición que viene ocupando desde hace varios años. Además, el Conicet ocupa el puesto número 20 entre 1.870 instituciones de todo el mundo, superando incluso a organismos como la NASA, de los Estados Unidos. La noticia no llegó a competir con los habituales titulares en los medios. No fue trending topic en las redes sociales ni consiguió suscitar comentarios laudatorios. En cambio, desde la asunción del actual gobierno, el Conicet ganó notoriedad local por haber sido elegido como víctima propiciatoria de la “motosierra”. 

“Existe un riesgo cierto de que la política gubernamental actual pueda llegar a producir consecuencias irreversibles para el desarrollo científico”

En tiempos preelectorales, el presidente Milei insinuó su intención de cerrarlo, de privatizarlo o de transformarlo de cuajo, a partir de su convicción de que se trata de un organismo totalmente improductivo. Ya en el gobierno, hubo una sistemática campaña para desacreditarlo. El intento respondió a la dura denuncia que 68 ganadores de premios Nobel hicieron llegar al presidente con el título “El sistema científico argentino se acerca al precipicio”, expresando el temor de que “la Argentina esté abandonando a sus científicos, estudiantes y futuros líderes de la ciencia”.

Existe un riesgo cierto de que la política gubernamental actual pueda llegar a producir consecuencias irreversibles para el desarrollo científico de la Argentina. Actualmente, el Conicet tiene más de 10.000 investigadores, más de 11.000 becarios de doctorado y posdoctorado, más de 2.600 técnicos y miembros de la Carrera de Personal de Apoyo a la Investigación. Y el 80% trabaja en universidades nacionales. Esta masa crítica es la que explica que la Argentina haya alcanzado ese lugar de preeminencia en el ranking científico mundial.

Oszlak: "El avance tecnológico de la era exponencial puede condenarnos a una nueva forma de dependencia"

Según las últimas estadísticas disponibles, la Argentina, con una inversión de apenas 0,52% del PBI, ocupa el segundo lugar en América Latina en su esfuerzo de promoción de la ciencia y la tecnología. Brasil más que duplica a nuestro país, con el 1,15% del PBI. Pero el país que más invierte en ciencia y tecnología en el mundo, siempre en relación con su PBI, es Israel, que con 5,56% supera en 10 veces a nuestro país. Le siguen de cerca Corea del Sur, con 4,93%, y, en un pelotón parejo, Bélgica, Estados Unidos y Suecia, con algo más del 3,4%. Aun así, nuestro país tiene 3,18 personas que investigan por cada mil de la población económicamente activa. Le siguen Brasil (con 1,68 investigadores cada mil personas económicamente activas) y Uruguay (1,41). Sin embargo, las remuneraciones del personal de investigación se ubican muy por debajo de las que obtienen sus pares en otros países del mundo (incluso de América Latina). 

“Está en juego el eventual desmantelamiento del principal reservorio de conocimiento que posee este país”

Esta situación, con toda seguridad, acelerará el fenómeno de “fuga de cerebros” que los medios nacionales e internacionales vienen denunciando desde el fin de la pandemia. El eventual vaciamiento del sistema científico argentino constituye una grave amenaza porque supone la pérdida de los valiosos recursos académicos y profesionales que tanto ha costado formar al país y que, al fugar, evita a los países receptores asumir el costo de formación de ese personal.

No se trata solo de retroceder en las estadísticas mundiales. Lo que está en juego es el eventual desmantelamiento del principal reservorio de conocimiento que posee este país, así como la interrupción de una de las pocas políticas de Estado que han sobrevivido hasta ahora a gobiernos de diferente orientación político-ideológica. Además, el avance tecnológico de la era exponencial, que ya estamos atravesando, puede condenarnos a una nueva forma de dependencia respecto de los países que lideran este campo. Por eso, urge un profundo debate político en torno a esta inminente catástrofe.

- ¿Por qué considera que un texto como “Estado y Sociedad: las nuevas reglas del juego” sigue siendo el más influyente dentro de la comunidad de práctica de la Administración Pública?

Si esto sigue siendo cierto, a 28 años de haber sido escrito, me halaga enormemente. Lo único que puedo suponer es que ese texto intenta colocar la discusión sobre el Estado en un plano que supera la visión dicotómica de Estado o Mercado, donde la conjunción disyuntiva no refleja la dificultad que implica reemplazarla por una conjunción copulativa, que permita la coexistencia aditiva de Estado y Mercado.