En el capítulo I de “Facundo”, Domingo F. Sarmiento sentencia que el mal que aqueja a la República Argentina es su extensión.  La inmensidad, la desolación, la incomunicación podían ser graves dificultades nacionales a mediados del siglo XIX, pero actualmente ya no lo son. Hoy estamos tomados por otro tipo de gran mal o por muchos males que no nos dejan vivir bien o nos hacen vivir por debajo de nuestras posibilidades.

El malestar es inevitable y aflictivo cuando las carencias son muchas, agudas y persistentes. En ocasiones, la raíz del malestar no es única, pero tratándose de sociedades se suele ir en busca de una causa principal, del “gran mal”, del primero entre todos. Así, voces como la de Fernando Savater dicen que el gran mal de la sociedad argentina es su elevado nivel de corrupción, otras sindican al populismo, otras tantas lo vinculan con la conducta irreverente hacia la ley que muestran sus ciudadanos y sus políticos, y todavía hay algunas más que lo ven en la falta de objetivos como nación, etc., etc., La lista de males grandes puede resultar extensa, y, en realidad, es probable que todos sean concurrentes.

En lugar de la indagación sobre la “madre” de los males, enfocaremos la atención en cuatro de ellos, que son bien verificables y guardan cierta concatenación. Se trata de la desigualdad, la desestatización (ausencia e ineficacia del Estado), el desacuerdo y la despolitización (ausencia e ineficacia de los partidos políticos).

La justicia social requiere que haya un Estado activo e inteligente. El Estado tendrá estas cualidades y capacidades si hay, a su interior, una estrategia de políticas de Estado y un cuadro de profesionales y técnicos que la implemente. Las políticas de Estado, que están llamadas a permanecer durante bastante tiempo, son el producto del diálogo y los acuerdos políticos y sociales. Las políticas de Estado y los acuerdos que las procrean adquirirán forma y eficacia en la medida que haya partidos políticos con una vida interna normal, cumpliendo el papel que les reconoce la Constitución Nacional.

Hugo Quintana