Navidad quiere decir nacimiento, comienzo de una nueva vida. La fiesta es asociada con la natividad de Jesús en Belén, pero su espíritu es universal; tiene una dimensión que se dirige al corazón de la persona, creyente y no creyente: es un mensaje de paz, de amor entre los hombres, de comprensión mutua y buen entendimiento.

¡Cuántas bellas historias reales existen en torno del espíritu de la Navidad! Como esa que ocurrió en la Nochebuena de 1914, en los campos de batalla de Bélgica, en que soldados ingleses y alemanes abandonan sus trincheras y se juntan en la “tierra de nadie” para saludarse y confraternizar. Los generales de uno y otro lado, desde sus cómodos y cálidos refugios, bramaban contra esa tregua no oficial y exigían el reinicio de las hostilidades: ellos no habían sido alcanzados por el espíritu de la Navidad.

“Feliz Navidad (La guerra terminó)”, proclama John Lennon desde la lírica de una de sus canciones. La guerra, cualquier guerra, termina si uno quiere; porque toda guerra se gesta primero en el corazón del hombre. En cierto sentido, cada Navidad que nos invade su espíritu finaliza en nuestro interior una guerra: esa que libran permanentemente el bien y el mal. Emergen, entonces, victoriosos sentimientos de fraternidad, de conciliación, de armonía, de amistad, de concordia.

Todos podemos y necesitamos nacer de nuevo. La Navidad es una invitación a toda persona de buena voluntad a renacer, a recrearse, a progresar hacia un ser humano más completo; a ganar la paz interior para, a partir de allí, poder estar en paz con los demás; un llamado a abandonar la apatía civil, el desinterés social y el molde de las malas costumbres; una oportunidad para recobrar la capacidad de sentir vergüenza ante la exclusión y la injusticia, de indignarse frente a los abusos del Poder y la impunidad, de renegar de los que malversan la confianza pública. En fin, una invitación a la renovación del corazón y a la apertura de la mente para discernir lo que es justo, lo que es bueno, lo que agrada a Dios o a la humanidad.

La Navidad está con nosotros. Si uno quiere, su espíritu de paz, amor, diálogo, solidaridad, fraternidad puede permanecer entre nosotros. Se trata, como diría Charles Dickens, de honrar la Navidad en el corazón y procurar conservarla todo el año.

Hugo Quintana