La suba de su valor oficial y la consecuente devaluación del peso, algo que inevitablemente tendrá un impacto negativo sobre el salario, ya que, más allá de la mirada optimista de algunos economistas, es esperable que esta suba repercuta también sobre los precios. De hecho, algunos comerciantes, ni lerdos ni perezosos, han comenzado a moverse durante el fin se semana en tal dirección.  

La novela del dólar tuvo varios capítulos, que se sucedieron con una aceleración inquietante. La puja sobre el valor de la moneda extranjera fue intensa y su abrupta suba del 18 por ciento en apenas tres días- provocó una gran incertidumbre en la economía, luego de que el Gobierno decidiera volver sobre sus propios pasos y cambiar la herramienta estratégica que había elegido apenas 24 horas antes para intentar contener una feroz corrida cambiaria.

El jueves, frente a la presión ejercida sobre el dólar oficial y el dólar blue que llegó a comercializarse en el mercado paralelo en 13 pesos-, el Gobierno decidió dejar de intervenir en el mercado. Buscaba que el precio de la moneda extranjera comenzara a acomodarse dentro de un rango aceptable tanto para el Gobierno como para las expectativas de los exportadores, muchos de los cuales estaban dispuestos, antes que a liquidar, a guardar sus mercancías para especular y presionar una devaluación. A esta presión se le sumó la maniobra de la petrolera Shell y algunas entidades bancarias, que buscaron subir aún más el valor del dólar ofertando comprar muy por arriba del valor de referencia, por ahora fijado en los 8 pesos.

La reacción del Gobierno fue inmediata. Decidió barajar y dar de nuevo: devaluar, y cambió rápidamente las reglas del juego. Para cortar con la presión sobre dólar anunció a través del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich y del ministro de Economía, Axel Kicillof, el levantamiento de la prohibición de la compra de dólares para atesoramiento impuesta en 2012, cuando se decidió estrechar todavía más el cepo cambiario. Las riendas se aflojaron ahora a un punto todavía más laxo que las primeras medidas restrictivas puestas en vigencia en 2011, cuando comenzó a limitarse la compra de dólares a través de la AFIP.

El cambio de herramienta tiene una explicación. Si el dólar se disparaba hacia los 13 presos, la suba podría no detenerse hasta alcanzar valores desorbitantes, absolutamente perjudiciales para la mayoría de los argentinos debido al impacto devastador que ello tendría en la producción, el salario y el empleo.

Según se anunció oficialmente, los trámites para poder adquirir dólares para atesoramiento se pueden hacer a través de la AFIP, a través de una fórmula que, a diferencia de las utilizadas en las distintas etapas del cepo, esta vez será clara y podrá consultarse a través de la página oficial del organismo recaudador. A grandes rasgos, se podrán adquirir dólares hasta un 20 por ciento de los ingresos registrados, con un máximo de 2.000 dólares mensuales. Y, en concepto de adelanto del impuesto a las ganancias, se pagará un 20 por ciento más a los bancos, salvo que uno decida comprar dólares y atesorarlos en una caja de ahorro durante un mínimo de 365 días.

¿Qué es lo que busca ahora el Gobierno con esta nueva medida? En principio recuperar la confianza de los argentinos que volverán a tener la posibilidad de ahorrar en dólares. Y, desde el punto de vista de los empresarios, se podrá recomponer la pérdida de competitividad de los últimos años. En este sentido, en las últimas horas empresarios de distintos sectores de la economía respaldaron a través de sus respectivas cámaras las medidas del Gobierno. Aunque, por el lado de la oposición, el Gobierno recibió sólo críticas que remarcaron el carácter de ajuste, al que calificaron de reacción desesperada.

Cierto es que esta medida tendrá repercusiones sobre las alicaídas reservas de BCRA. Para que el efecto pueda mantenerse más o menos controlado, las tasas de interés deberán subir y volverse más atractivas para los ahorristas. De esa manera, la inclinación hacía el dólar tenería a ser menor. Hay quienes sostienen que las tasas deberían subir por encima de la inflación, digamos del 18 por ciento actual como mínimo al 25 por ciento.

Puesta en vigencia la nueva norma, probablemente continúen los movimientos en el valor de dólar oficial sujeto a los tirones lógicos de la oferta y la demanda, que se verá acrecentada. En este punto también será determinante la capacidad que tenga el BCRA para poder satisfacer la demanda interna, sobre todo teniendo en cuenta la demanda externa vinculada al pago de compromisos de la Deuda.

En cuanto al valor del dólar blue, si el dólar oficial se mantiene alrededor de los 8 pesos, lo lógico sería que sufra una baja sensible y que la brecha abierta entre un billete y otro se reduzca drásticamente al punto de no superar una diferencia de alrededor de un 10 por ciento, un valor que fue más o menos referencial al menos hasta la llegada del cepo. Pero si el dólar oficial llegara a dispararse nuevamente, estaríamos frente a un agravamiento de la crisis cuyas consecuencias, en principio, resultan impredecibles.

La gran incógnita es cómo afectará esta devaluación del peso a las negociaciones paritarias de este año. El Gobierno, cuyos objetivos principales son sostener y aumentar el empleo, incentivar la producción nacional y defender las industrias deberá jugar políticamente muy fuerte para equilibrar los intereses entre los sindicatos y los empresarios. El acuerdo de precios se tiene que cumplir, salió a decir el empresario Alfredo Coto, en una clara jugada a favor del Gobierno. Pero esto ya corresponde a un nuevo capítulo, el que comenzará a escribirse entre febrero y marzo. Por el momento, la puja entre el Gobierno y el sector financiero, convertida en la novela del verano, tiene que encontrar su propio final.

*Sociólogo y periodista.