El próximo 29 de mayo habrá elecciones en la federación, y la Comisión Electoral aceptó una nueva candidatura de Blatter, que buscará su quinto mandato y quien tendrá como oponentes al ex futbolista portugués, Luis Figo; al actual presidente de la federación holandesa, Michael van Praag, uno de los principales críticos de la gestión; y al príncipe jordano Ali Bin Al Hussein, el candidato que hace apenas unos días recibió el apoyo de Diego Maradona, muchas veces díscolo con la FIFA. Todos estos candidatos aprobaron el examen de integridad de la Comisión Ética y sus postulaciones quedaron en pie, de acuerdo a los estatutos y reglamentos de la FIFA.

Ahora, aunque es prácticamente un hecho que Blatter logre su cuarta reelección se sabe que en la FIFA los acuerdos y las prebendas les aseguran larga vida en sus cargos a los dirigentes-, el panorama económico no será tan llano para el nuevo ciclo que comienza. Es que los parlamentarios del Consejo Nacional de Suiza, país donde están radicadas las cuentas de la FIFA y las de muchas otras organizaciones que prefieren controles más blandos sobre sus movimientos de divisas-, han votado nuevas disposiciones legislativas con el fin de reforzar los controles financieros sobre las federaciones internacionales con sede en su territorio. Con estos cambios, las autoridades de las federaciones deportivas deberán andar con pie firme en Suiza, ya que podrán ser penalmente responsables si se detectan casos de blanqueo de dinero o corrupción. 

Precisamente, la corrupción es uno de los puntos más débiles de la FIFA, sobre todo después del escándalo que salió a la luz en diciembre de 2010, tras la elección de Rusia como organizador del Mundial 2018 y, conjuntamente, la elección de Qatar como país organizador del Mundial de 2022. El desvío de fondos y la compra de votos quedaron tan evidencia, que la FIFA debió armar una suerte de investigación interna frente a las sospechas, e incluso presentó una denuncia frente a los tribunales suizos.

El resultado de esa investigación es por ahora un misterio.

Pero ya no será igual para la FIFA. Las actividades económicas de la FIFA quedarán ahora bajo el control del Grupo de Acción Financiera (GaFi) suizo, y se supone que cuando la nueva legislación entre en vigencia y se establezca en el código penal del país de los chocolates, la justicia suiza podrá actuar de oficio frente a cualquier acto de corrupción detectado sobre las federaciones internacionales que se benefician con el régimen fiscal aplicado en ese país a las organizaciones sin ánimo de lucro.

La medida -incómoda para los dirigentes de la FIFA que desconocen la costumbre de rendir cuentas y que suelen presionar cualquier intento de intromisión de los estados nacionales sobre las federaciones locales, con el fatídico argumento de la desafiliación del país, y consecuente eliminación de la cita mundialista, cuya federación resulte intervenida por autoridades oficiales- fue recibida con entusiasmo por parte del presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, quien manifestó su apoyo a la iniciativa al considerar que está en consonancia con lo que hacemos. Nuestras cuentas están verificadas por auditorías externas e independientes de acuerdo a las normas internacionales de información financiera.

Era bastante obvio que las sumas siderales que la FIFA maneja necesitaban un control. Según el propio ente regulador del fútbol mundial, el pasado Mundial de Brasil 2014, deducidos los costos, le dejó ganancias por 2602 millones de dólares, por los que debió pagar cerca de 36 millones en impuestos. Hasta ahora, la legislación suiza hacía la vista gorda sobre semejantes magnitudes. Y ni hablar del poder de fuego contra cualquier litigio en el ámbito judicial que tienen semejante economía millonaria.

Un buen ejemplo del funcionamiento del negocio FIFA lo expuso

Mark Pieth (según publicó el diario La Nación), profesor de la Universidad de Basilea, a cargo desde 2011 de la Comisión Independiente de Gobernabilidad de la FIFA desde su creación, en 2011. Suiza da su territorio como una suerte de puerto de piratas, explicó en una entrevista con el periodista Ezequiel Fernández Moore.

Los vicios propios de la FIFA alimentados a lo largo de sus 111 años de vida, dificultan los cambios internos. Y dentro de ese panorama poco alentador, la intromisión de agentes de control externo podría acaso servir para clarificar las aguas oscuras de la federación con sede central en Zurich. La nueva legislación suiza abre una luz de esperanza. Una mayor transparencia en sus cuentas, no les vendrían nada mal a las federaciones regionales, como la UEFA o la Conmebol, o a las nacionales, como la AFA. El control, sobre todo en la Argentina, podría acaso convertirse en un arma fundamental para combatir a las barrabravas del fútbol, que se alimentan impunemente de las entradas que les facilitan los dirigentes de la gran mayoría de los clubes.

(*) Sociólogo y periodista.