El tono político en los discursos de los oradores marca un momento bisagra, un antes y un después, para el Gobierno y es también una clara manifestación en dirección contraria al rumbo que tomó el Gobierno con su política de shock en estos primeros cinco meses de gestión.

La síntesis que mejor expresa el reavivamiento de la tensión histórica entre Capital y Trabajo, de la que el Estado suele ser árbitro, por momentos imparcial y por momentos con parcialidad manifiesta, es el documento Unidad para la justicia social leído frente a los trabajadores por el sindicalista de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid, cerebral aliado del camionero Hurgo Moyano y quien ahora suena como posible rostro de la unificación sindical anunciada por el metalúrgico Antonio Caló para el próximo 22 de agosto fecha aniversario del Renunciamiento Histórico de Eva Perón y día acordado para la realización del Congreso Nacional de Trabajadores-.

El movimiento obrero organizado unido se moviliza después de tanto tiempo para expresar en las calles que el pueblo argentino sigue con inocultable preocupación las medidas económicas hasta aquí aplicadas (…). La CGT observa con preocupación la política de shock dispuesta por el actual Gobierno. Las medidas hasta aquí adoptadas, siguen atentando contra el poder adquisitivo y profundizan las necesidades de los sectores populares, expresa el documento, que resume las demandas de los trabajadores organizados en seis puntos concretos, fijados conjuntamente por las CGT Azopardo (Moyano) y Alsina (Caló) y las dos CTA (Hugo Yaski y Pablo Micheli): Ley de emergencia ocupacional; derogación del Impuesto a las Ganancias; universalización de las asignaciones familiares; 82 por ciento móvil para los jubilados; derecho a huelga sin limitación por parte del protocolo de seguridad; ninguna intromisión del gobierno en la vida sindical.

La movilización del último viernes y esta unidad en la acción anunciada para el corto plazo, le daría al movimiento sindical la fuerza que supo tener allá por los años ’80 cuando Saúl Ubaldini comandaba la resistencia de los trabajadores frente a las políticas económicas de los últimos años de la Dictadura, del gobierno de Raúl Alfonsín y, en menor medida, los primeros años del gobierno de Carlos Menem.

En su discurso, Yaski intentó disimular la ausencia de la CGT de Barrionuevo en la gran cita del pueblo trabajador. Habló de la unificación de las cinco centrales obreras y consideró a la manifestación como un punto de inflexión frente a la política macrista de favorecer con medidas concretas a los grupos concentrados de la economía, a expensas del sacrificio de la clase trabajadora.

Moyano, algo más moderado en sus críticas al gobierno pero firme en la convicción de las demandas de los trabajadores, fue más tajante y crítico con el dirigente gastronómico que -son sus palabras-, prefirió comer un locro con Macri, porque se encontrará más cómodo que con los trabajadores. El camionero hizo esas declaraciones en diálogo con radio Mitre, y aprovechó el canal de comunicación para pedirle al Presidente una respuesta a las necesidades más extremas que tienen los trabajadores y para remarcar que no ve voluntad por parte del Presidente de atender esos reclamos. Las necesidades de los trabajadores son distintas a las de otros sectores y no es exagerado decir que con esta inflación, les está faltando plata para comer en la casa, enfatizó Moyano, quien también mencionó que hay trabajadores cirujeando, no por casualidad sino como respuesta a las políticas que viene implementando el gobierno.

La preocupación del Gobierno respecto al alcance del acto por el día del trabajador fue in crescendo a medida que se acercaba la fecha y se sumaban más y más adhesiones al acto, que finalmente juntó a todo el arco político opositor: además de las centrales obreras, dijeron presente el peronismo y sus aliados del Frente para la Victoria, diferentes organizaciones sociales y políticas, y también se vieron partidos de izquierda. Y terminó de materializarse con la advertencia de los oradores de dar un próximo paso con la conformación de un plan de lucha que podría terminar con un paro general, que se dispararía en el caso de que el Presidente decida vetar la Ley de Emergencia Ocupacional que, con dos tercios de los votos, obtuvo la semana pasada media sanción en el Senado. Estamos dispuestos a contribuir pero queremos que se nos respete, sentenció Moyano.

El día anterior al multitudinario acto de los trabajadores, el presidente Macri esbozó un primer gesto de gracia hacia los sectores populares en sus cinco meses de gobierno. En un acto de entrega de viviendas en la localidad de Canning, provincia de Buenos Aires, en la que aprovechó para criticar el proyecto de ley de la Emergencia Ocupacional, de la que dictó va a destruir el trabajo. Sabemos que vamos a conseguir trabajo, pero no desde la arbitrariedad sino de la creatividad, de la innovación, de trabajar juntos y de ser creíbles, respetables, confiables. Comenzamos a resolver todos nuestros conflictos y lo vamos a seguir haciendo más allá de las trabas o bloqueos que nos pongan, como es lo que se dio media sanción ayer en el Senado, dijo Macri desde la tribuna en la que lo acompañaba la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, y el intendente de Ezeiza, Alejandro Granados. Macri tuvo la respuesta a su exceso de voluntarismo el día siguiente, cuando los líderes sindicales le remarcaron las diferencias que hay entre el plano de las intenciones y la realidad.

Tampoco pareció calmar la voluntad de los trabajadores de virar el rumbo económico, el anuncio del lanzamiento de un Plan Nacional de Viviendas que prevé la construcción de 120 mil casas, la urbanización de 280 barrios y un plan de 250 créditos para refaccionar hogares, y estimó que con estas medidas se generará 200 mil puestos de trabajos. Ni siquiera en proyecto de ley de Primer Empleo, para jóvenes de 18 a 24 años. La bronca de los trabajadores se debe quizás a la demora del macrismo en tomar medidas que favorecieran a los sectores populares, que contrasta severamente con la premura con la que se tomaron medidas que favorecieron a los sectores concentrados de la economía.

El hecho de que el Estado asuma la responsabilidad de movilizar la economía no es una receta que agrade a los gobiernos liberales; más bien parece ser una respuesta pronta a la crisis de contingencia que comienza asomar; y, vale la pena aclararlo, una respuesta que bien pudo haberse anunciado antes y que ahora, frente al estado de la tensión, parece haber llegado con demora y no parece ser mucha cosa frente a la pérdida de puestos de trabajo, estimada en un promedio de 25 mil por mes desde el inicio de la gestión macrista. Sin embargo, es un primer gesto, tal vez un volantazo de apuro para intentar acercar posiciones, para demostrar que el Gobierno escucha los reclamos. Todo esto, por supuesto, antes de que escale el conflicto y que el romance con algunos sectores populares que llevaron a Macri a la presidencia se termine haciendo añicos.

*Sociólogo y periodista.