Febrero, a los tumbos
Febrero viene siendo un mes bastante atroz para el Gobierno, ya que en el inicio de un año electoral clave para medir los resultados de la gestión no para de recibir golpes, incluso desde lo que podríamos llamar fuego amigo.
Por Facundo Martínez*.
Los errores se han multiplicado a tal punto que los críticos menos moderados y los no tan críticos han decidido levantar el tono para señalar los problemas que antes, con la fuerza del primer amor, preferían omitir. En esta sintonía también han entrado los medios de comunicación cercanos al Gobierno. Hay quienes atribuyen que, en el caso de Grupo Clarín, el distanciamiento reciente tiene relación con el negocio de la televisación de los derechos del fútbol que, después de tanto lobby e injerencia del Gobierno en los asuntos de la AFA, se creía abrochado pero, al menos por ahora, no es así.
Mientras la conflictividad social aumenta debido a la pérdida adquisitiva del salario, los despidos y las suspensiones en la industria, algo que comienza a trasladarse a otras ramas como comercio, que también viene sufriendo debido a la baja radical en el consumo, y los amaños como el acuerdo para licuar la deuda que la familia Macri tiene con el Estado a través del Correo Argentino por el que funcionarios macristas de alto rango comenzaron a desfilar ya por el Congreso y la Justicia-, o el intento de modificación del cálculo con el que se liquidan las jubilaciones también en contra de ese sector, se instalan definitivamente como serios problemas de gestión, el Gobierno parece dar manotazos de ahogado. Reafirma su vocación de ensayo y error, pero ya no con la tolerable inocencia de los primeros días, sino como algo sistemático que vuelve imposible las previsiones.
Las derrotas en el plano gremial también podrían sumarse al febrero negro del oficialismo. La ruptura del diálogo con la GCT, la movilización anunciada para el 7 de marzo y el paro general proyectado para la segunda quincena de ese mes son apenas el comienzo de un año en el que se repiten aquí y allá las palabras plan de lucha. Así lo demostraron los bancarios, que anunciaron una serie de medidas duras para impedir que el Gobierno y la banca nacional e internacional echara por tierra el acuerdo al que habían llegado el año pasado, y que el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, no parecía dispuesto a homologar porque los números acordados superaban en más de seis puntos el 18 por ciento que el equipo económico previó para el 2017 y que, tarifazos mediante, aumentos de peajes -que en algunos casos alcanza el ciento por ciento-, aumentos siderales en los alimentos básicos, como es el caso del pan, se presenta como una cifra imposible de digerir.
Roto el techo de las paritarias por parte de los bancarios, el Gobierno sumó un problema más a las negociaciones con los gremios docentes que amenazan con el no inicio de clases tanto en escuelas públicas como en privadas. Está claro que de este triunfo de los bancarios saldrán los números de referencia que otros gremios pequeños y no tan pequeños intentarán imponer en sus paritarias, en las que también deberán buscar acuerdos extraordinarios para intentar recuperar los casi 14 puntos promedio que se perdieron con los acuerdos paritarios del 2016 y la inflación real que superó en 17 puntos la proyección oficial del 25 por ciento.
Los gremios del sector industrial deberán sortear, además, el problema coyuntural de la caída de todos sus índices como consecuencia lógica de la apertura de las importaciones en el contexto de caída estrepitosa del consumo. La ola de despidos y suspensiones ha sido una primera reacción. Si las cosas no mejoran, seguirán los cierres y las quiebras de las empresas pequeñas y medianas que no puedan afrontar sus costos debido a la baja en la demanda de sus principales clientes.
La convocatoria que tenga la marcha del 7M será un buen indicador de fuerzas. La CGT apostó todo a la realización de un acto masivo, que sumó las adhesiones de las dos CTA y de los movimientos sociales. La relación entre el Gobierno y la CGT, explicó Carlos Schmid, secretario general de Dragado y Balizamiento e integrante del triunvirato de jerarcas de la central obrera, está en su punto de tensión más grande. Por eso se espera para la marcha una protesta gigantesca. Hay una falta de capacidad que va en contra del sentido común. Muchos funcionarios deberían volver a la escuela., apuntó el dirigente.
Quizás el único punto en el que el Gobierno tuvo algo para festejar en este mes fue haber conseguido sancionar la ley que modifica el régimen de las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo (ART). Lo hizo con sus propias fuerzas y sin el apoyo explícito de los bloques que supieron acompañarlos en otras leyes que marcaron el cambio de signo. El Frente Renovador y los Progresistas dieron cuórum pero a la hora de votar en esta se abstuvieron. No querían pegarse a una norma que favorece a la ART, y que a pesar del optimismo con la que el Gobierno la presentó: permitirá reducir los costos laborales y aumentar la competitividad, limita entre otras cosas el poder de reclamo y compensación de los trabajadores. La normativa se aprobó con 88 votos positivos, 44 negativos y 94 abstenciones. Los números muestran que también en las cámaras el romance nacido de la ola antikirchnerista comienza a desmoronarse. Es un poco obvio que así sea en un año electoral en el que todas las fuerzas políticas tendrán por delante grandes desafíos. Para los opositores, la cuestión pasará por poder capitalizar lo votos propios y sumar los de la disconformidad creciente; el oficialismo, en cambio, deberá aunar esfuerzos para intentar desandar lo hecho porque, mal que le pese al Presidente, en política no existe el foja cero o la inocente vuelta atrás; todo se acumula, y, mucho más, los errores.
*Sociólogo y periodista.