
Fortaleza política, debilidad económica
El gobierno de Mauricio Macri es políticamente fuerte y económicamente débil. Lo primero lo demuestra con el apoyo constante que recibe de la Justicia y con las alianzas que está trazando con vistas a la reelección de 2019.
Pero, sobre todo, lo demuestra con los estragos que está haciendo en los partidos y sectores de la oposición como, por ejemplo, el peronismo o la CGT. Divide y reinarás. Algo muy sencillo en materia política. Lo segundo, lo demuestra con la percepción negativa que la gente tiene, según coinciden casi todas las consultoras, con respecto al rumbo económico. Es que la lucha contra la inflación que no se detiene -impulsada mayoritariamente por el aumento de precios de los alimentos, transportes y combustibles, y los tarifazos en los servicios que no dan respiro-, y obliga al Gobierno a modificar sus propias metas cuando aún no se cerraron, y en algunos rubros ni siquiera comenzaron, las discusiones paritarias.
El 2,3 por ciento de inflación registrado en marzo (7 por ciento para el primer trimestre, sobre un 15 proyectado anual) enciende luces de alarma, más allá de la apuesta que los funcionarios de las áreas de economía hacen sobre el segundo semestre del año.
El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, admitió el desmadre ayer sin eufemismo al reconocer que los precios subieron por encima de lo esperado y cargó responsabilidades al resto del equipo económico por los ajustes de tarifas y la suba del dólar que dispararon la inflación del trimestre. Luego anunció que si los números siguen apuntando hacia arriba, la respuesta del Central será aplicar la receta que viene aplicando desde 2016: subir nuevamente la tasa de interés.
La apreciación de Sturzenegger está en sintonía con lo que siente la gente de a pie. Las consultoras, algunas más oficialistas, otras opositoras, remarcan que el problema de la inflación (27 por ciento) y el desempleo (25 por ciento), están volviendo al primer plano y desplazando al problema de la inseguridad (18 por ciento), bien instalado durante los años del kirchnerismo en el poder.
El diario Clarín publicó el último domingo los resultados de Isonomía, una de las consultoras predilectas del macrismo. Sus números son lapidarios cuando afirma que el 50 por ciento de la gente cree que el Gobierno no está en capacidad de controlar la inflación y sólo un 38 por ciento confía en que la situación se pueda controlar en el futuro. Entre las consultoras vinculadas al kirchnerismo, Analogías presenta que el 83 por ciento de los bonarenses creen que los tarifazos impactan mucho o bastante en sus economías y el 76,2 por ciento pide congelamiento de tarifas. Mientras que Agora, asume que el 59 por ciento cree que la inflación actual es alta y un 53 por ciento cree seguirá aumentando en los próximos tres meses.
Otro dato significativo es el de las expectativas negativas sobre la economía: un 44 por ciento no ver marchar bien las cosas, contra un 28,9 por ciento que tiene expectativas positivas. El dato es de la consultora Rouvier, que enfatiza que la brecha entre ambas mediciones es la de mayor amplitud desde que Cambiemos asumió el gobierno. En sintonía que con esto, Opinaia, remarca que el 46 por ciento cree que el poder adquisitivo empeorará en relación a la inflación, mientras que el 34 por ciento cree que se mantendrá en niveles similares y el 20 por ciento cree que mejorará.
El Gobierno ve todos estos números con preocupación, pero parece concentrarse en aquellos aspectos en donde sí consigue resultados y pude dar una imagen de fortalecimiento: la política. La intervención del Partido Justicialista decidida por la jueza federal María Servini de Cubría, quien nombró como interventor nade menos que a Luis Barrionuevo, de quien todavía se recuerda, entre otras cuestiones, la quema de urnas de Catamarca, es una muestra cabal de la estrecha relación entre el Gobierno y la Justicia. Está claro que el fallo de la jueza no hace más que alimentar el aparato mediático del que el Gobierno se vale para apuntalar su imagen, habida cuenta de que los funcionarios kirchneristas encarcelados han comenzado a ser liberados por la misma Justicia.
Es cierto que el fallo de Servini sorprendió a la cúpula del PJ, tanto como el encarcelamiento de su antiguo titular y ex gobernador de Jujuy, Eduardo Fellner, liberado 36 horas después.
Este fin de semana, el diario Página 12 publicó un reportaje al titular del PJ Bonaerense, Gustavo Menéndez, quien se puso al frente en defensa del PJ tras la intervención judicial e incluso participó de un acto junto al titular desplazado, el ex gobernador de San Juan, José Luis Gioja. Da la sensación de ser algo orquestado. La intervención al mayor partido de la oposición se da cuando el Presidente está pasando por el peor momento de su gestión, resalta Menéndez, quien se mostró también sorprendido por la forma exprés en que se manifestó la jueza y cuestionó el fallo plagado de conceptos políticos y en el que están ausentes las referencias jurídicas. Menéndez trató de no referirse al interventor, Barrionuevo, a quien muchos peronistas vienen dándole las espaldas desde hace tiempo. Antes de analizar al interventor lo que hay que analizar es la ilegitimidad de la intervención. Es ilegítima en los fundamentos, manifestó.
El Peronismo buscará fortalecerse por dos vías, la legal, por la que ya se presentó la apelación al fallo de Servini, y la política, a través de la convocatoria al congreso nacional del partido para próximo 18 de mayo, instancia que no puede ser intervenida por la Justicia, y el que se buscará rechazar la intervención al partido.
El 2019 está cerca y lejos a la vez. Cerca para evaluar la incidencia que la intervención tiene en un peronismo que hoy se encuentra dividido y al que le cuesta encontrar el rumbo. Lejos para creer el PJ no encontrará una solución a sus problemas de cara a las presidenciales del 2019, sobre todo si el gobierno no logra controlar la economía. De hecho, el peronismo viene realizando acciones políticas en busca de la unidad y la conformación de un frente electoral que pueda dar batalla en las urnas dentro de dos años. No le resulta fácil, claro. Pero tampoco renuncia a ello.
Mientras tanto, el macrismo también debe ajustar algunas asperezas con sus aliados de Cambiemos, sobre todo con el radicalismo que comienza a presionarlo con algunas decisiones como, por ejemplo, los tarifazos impulsados por el ministro Juan José Aranguren. Macri se ha mostrado dispuesto a discutir su agenda con la cúpula de la UCR: Alfredo Cornejo, Luis Naidenoff, Ricardo Colombi, Mario Negri y Gerardo Morales ya se reunieron con el Presidente. El radicalismo corrió a José Corral de la mesa de diálogo, justamente por considerarlo un delegado PRO dentro del partido. Cornejo, en cambio, se muestra con un radical puro y duro.
Un poco más aceitado se presenta el asunto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Cornejo ya se ha reunido con Elisa Carrió. Fue el propio Horacio Rodríguez Larreta quien los juntó. La idea es que Cambiemos gane fuerza en la Capital. Hay quienes imaginan una interna entre Larreta, en busca de la reelección, y Martín Lousteau para la candidatura a jefe de Gobierno. Carrió, por su parte, intenta fijar sus propias condiciones, y sobre todas las cosas mantener lejos del armado, o mejor tras bambalinas, a personajes como Daniel Angelici, entre otros.
*Por Facundo Martínez. Sociólogo y periodista.