Horacio Cardo asegura que su inicio como ilustrador simplemente ocurrió, sin elegirlo, decidió acomodarse a lo que la vida le dio. Sin embargo, su vocación y habilidad por el dibujo comenzó desde muy chico (a los 6 años estudió pintura con Oscar Capristo) y ya a los 17 se encontraba trabajando como humorista en la revista Tía Vicente (dirigida por Landrú), suplemento del diario El Mundo.

Comienzos. Tiempo después, lo tomaron en Fabril Editora que, según describe el propio Cardo, tenia libros impresionantes. Su primera ilustración fue para El compadrito, de Jorge Luis Borges y Sivina Bullrich, trabajo que hoy recuerda con mucha estima, pero con algo de culpa. Es que, por aquel entonces, tuvo la oportunidad de conocer a Borges y se negó. Me había llegado el comentario que él había dicho que no entendía ese tipo de arte (haciendo referencia a mis dibujos). A mi me cayó mal, yo era un joven que se comía el mundo, muy soberbio, afirmó. No me di cuenta lo que me perdía, lo voy a lamentar toda la vida, nunca más tuve la oportunidad de conocerlo, afirmó.

A pesar que en sus comienzos su intención fue dedicarse al humor, Horacio Cardo recalca que la gente no lo veía como humorista, incluso le llegaron a decir me gusta tu humor y tus dibujos, pero no juntos. Y así fue como comenzó a ilustrar, su tiempo y experiencia lo distribuyó en varios diarios y revistas. En el diario Clarín comenzó a ilustrar regularmente en 1979 y 4 años más tarde, decidió viajar y probar suerte en Estados Unidos. Y le fue bastante bien: a dos días de llegar, publicó su primer dibujo para el New York Times y en la opinión del Washington Post. A mi regreso (12 años después), me encasillaron en la opinión del Clarín y es donde me encuentro actualmente, detalló.

Caricaturista. Consultado acerca de la diferencia entre el ilustrador y el caricaturista, Cardo describió: el caricaturista es alguien que necesita de un personaje para acompañar una nota con un dibujo. En cambio, un ilustrador toma el tema de la nota y no tiene por qué ceñirse al texto. Incluso, hubo intentos de hacer cosas individuales, es decir, dar una opinión contraria a lo que se expresa en el cuerpo de la nota. Un ejemplo de esto último ocurrió en la página de opinión del New York Times, donde se propuso implementar lo que se llamó opiniones libres, pero finalmente no funcionó. Como caricaturista, tuve mi experiencia en España, hice un trabajo en conjunto con el diario El Mundo, sacaron libros sobre grandes filósofos y pensadores. Realicé cerca de 65 tapas que eran caricaturas sobre esos hombres, comentó.

Sentimientos. Cuando la nota no está de acuerdo con lo que pienso se me hace muy difícil ilustrar, darle lo que para mi es la potencia que necesita. Están en juego mis sentimientos personales y creencias, pero lo tengo que hacer porque es mi trabajo, afirmó. Igualmente, asegura que la memoria es selectiva, y sólo recuerda cuando las cosas salen bien. Al trabajar en un diario uno tiene que hacer los trabajos rápido, y generalmente no queda conforme con lo que hace, entonces trato de olvidarlo, agregó.

Disparadores. En alguna oportunidad, se le preguntó a Cardo acerca de sus motivaciones a la hora de dibujar. Él reconoció tener sueños muy vívidos, que le sirven de disparadores de algunos trabajos. muchas veces trato de aprehender sueños vívidos, intensos, por medio de una imagen que los resuma. Para ello, trabajo por lo general tridimensionalmente. Quedan a medio camino entre lo onírico y la realidad, como si hubiéramos estado tironeando para traerlos a la realidad, y hubieran quedado atascados sin poder emerger completamente, describió.

Premios. Aunque estuvo nominado para el prestigioso premio Pulitzer, Cardo asegura que el reconocimiento que lo impulsó mucho y le dio una especie de asentamiento fue cuando lo distinguieron en Estados Unidos con el segundo premio al mejor Portfolio. Me sentí seguro de que no estaba metiendo la pata en lo que hacía, bromeó.

Texto y dibujo. El escritor analiza paulatinamente lo que está narrando y le da al lector una opinión personal, fundamentada en determinadas cosas. Lo que hace la ilustración (aparte de cortar con un texto muy largo que la gente generalmente se niega a leer), es dar un golpe visual que posiblemente quede y se recuerde más que el cuerpo de la nota, pero de ninguna manera con esto quiero decir que sea más completo ni mejor, afirmó Horacio Cardo, a la vez que insistió: simplemente es un golpe visual, un acto dramático que queda en la memoria de quien lo ve.

Según el ilustrador de la página de Opinión de Clarín, hoy en día los diarios se modifican mucho, y no siempre es para bien. Es decir, impera el razonamiento del diseñador y muchas veces no se tiene en cuenta las cosas que estaban bien hechas. El rediseño es puramente visual, se acotan los contenidos, describió. Para Cardo, este cambio se debe a que se busca competir con la televisión, sobre todo en los tabloid.

Trayectoria

Residió en Nueva York (1983-2007) donde fue colaborador del New York Times y Washington Post. Publicó en las revistas Bloomberg, Bussines Week, Connoiseur, Newsweek, The New Yorker, Playboy, The Nation, Time, entre otras, y en los diarios The Chicago Tribune, The Boston Globe, International Herald Tribune, The Wall Street Journal y The Washington Post. Fue postulado para el premio Pulitzer por Jack Rosenthal, Editor en Jefe del The New York Times. Es autor de los libros Dos reinos en juego (una introducción al ajedrez) y Sigmund, fraude & psicoanálisis.

Ilustrar es una actividad social

Por Horacio Cardo

La ilustración ha tomado diferentes formas a lo largo de la historia, y a mi modo de ver, sería deseable que siguiera diversificándose. La profusión de medios existente en la actualidad hace que sea vista como una especie de apéndice de la narración, despersonalizando en cierta forma al ilustrador por creer que se ciñe estrictamente al texto que ha leído. Pero no es así. Del mismo modo que el escritor da su opinión sobre un tema, el ilustrador lo comenta visualmente. Son simplemente dos lenguajes diferentes que conviven, y en el mejor de los casos, se complementan. No puedo imaginar el uno sin el otro. Lo prueba el hecho que son raros los medios gráficos que prescinden de la ilustración.

Creo que el término ilustrador no es apropiado y en Estados Unidos propuse darle nombres diferentes, justamente para evitar el preconcepto.

Pintar es una necesidad individual, íntima, que raramente tiene significado para los demás (aunque haya casos, muy pocos, íconos, que hayan trascendido esta frontera); ilustrar es una actividad social, el contacto imprescindible con el prójimo. Me siento muy agradecido, honrado, por habérseme brindado la oportunidad de ilustrar la realidad compartida.