El principal argumento de los que no quieren la Copa, es el gasto sideral que implicó para el Gobierno brasileño la realización del Mundial y la aceptación indiscriminada de los imposiciones y exigencias de la FIFA al Comité Organizador Local (COL). Ante las protestas populares crecientes, la única respuesta presentada por el Estado reaccionario brasileño ha sido el aumento implacable de la represión, se puede leer en la página de facebook del Frente de oposición a la Copa (…). La Ley de Excepción de FIFA que rige la Copa del Mundo- y la legislación antiterrorismo instalarán un estado de excepción que recuerda los duros años de la dictadura militar (…) El Brasil de 2014 no tiene nada de patria del fútbol, al contrario, es un barril de pólvora de dimensiones continentales.

La corrupción y el gasto desmedido también es motivo de quejas de quienes no simpatizan con el Gobierno. Como no se llegó a término con las obras, el Gobierno se las hizo terminar a empresarios amigos, sin licitaciones mediante, y al final los brasileños terminamos pagando el triple, le cuenta a Gestión Públia, Anderson, un ingeniero en sistemas de 30 años, que para graficar el problema político que atraviesa por estos días a Brasil explica: Aquí hay una clase alta muy rica y poderosa, una clase media muy grande y una pobreza que si bien no es extrema es muy extensa. Los más disconformes somos los de la clase media, porque nos toca tributar hacia arriba y hacia abajo, y ante esa presión estamos perdiendo capacidad de ahorro.

La situación descripta tiene ciertos paralelismos con lo que ocurre en la Argentina.

Sin embargo, Alexandra, una periodista del 38 años del estado de Minas Gerais, defensora del gobierno populista de Dilma, tiene también su versión: Aquí hay cuatro familias que gobiernan a través de los medios, ya que entre O Globo, Folha do Sao Paulo, Estado de Minas, la revista Bella y los diarios asociados, que son los medios más populares y los que consume la mayoría de los brasileños marcan la agenda e instalan los temas, como por ejemplo las manifestaciones ante Copa. Nosotros, los brasileños, queremos la Copa, amamos el fútbol y nos enorgullece ser anfitriones del Mundial.

A las críticas por el elevado gasto que demandó a Brasil la organización del Mundial, los funcionarios del Gobierno les responden con cálculos optimistas sobre los ingresos proyectados sobre la economía brasileña. El Mundial de Brasil 2014 demandó en total unos 15.000 millones de dólares de inversión, y según estimó el ministro de Deporte del país, Aldo Rebelo, a la economía brasileña ingresarán unos 46.000 millones, lo que aquí se calcula cerca de un 2 por ciento del PBI. Según datos oficiales, sólo el turismo dejará en Brasil durante la competencia cerca de 11.000 millones de dólares.

Se calcula que la Copa del Mundo le costó a cada uno de los 201 millones de brasileños unos 75 dólares per cápita. Del total de lo invertido, 3.700 millones de dólares se cuparon en construcción y refacción de los 12 estadios sede; 4.700 en obras para mejorar la caótica y asfixiante movilidad urbana; 3.400 se destinaron a obras en las terminales aéreas; 870 se gastaron en seguridad y, entre otras inversiones, otros 200 millones en comunicaciones.

En la calle muchos de los brasileños con los que he podido hablar, dicen sentirse desilusionados con el PT, el partido oficialista que lideran la presidente Dilma Roussef y el ex presidente Lula Da Silva, y que en octubre se presentará a elecciones con Dilma como candidata para la reelección. La disputa será principalmente con el PSDB, que lidera otro ex presidente, el sociólogo Fernando Henrique Cardozo y que presentará como candidato opositor a Acécio Neves y con el PSB, que lleva como candidato a Eduardo Campos. Sin embargo, aceptan una derrota ancitipada. Si no gana en primera vuelta, Dilma va a ganar en la segunda, se resignan.

Las campañas para estas elecciones tienen dos ejes: El PT hace foco en la seguridad, en la diversificación de la economía, en levantar los salarios de los docentes de la red de educación estatal, la modernización de la educación, la construcción de hospitales regionales y en una gestión de gobierno regionalizada. Y suma lo propuesto en 2010, erradicación del analfabetismo, la desnutrición, la mortalidad infantil, entre otras propuesta. El PSDB, por su parte, habla de regionalización y descentralización de la economía, de transformación del estado en un polo logístico con mejoras en la infraestructura, mejoras en el sistema de salud y desarrollo social; y suma lo propuesto en 2010, equilibrio fiscal, estabilidad institucional, carreteras y la construcción de hospitales y un alto desarrollo educacional.

Aquí en Brasil, la pelota va de arco en arco, pero no todo es fútbol. La política está jugando su propio partido.

*Sociólogo y periodista.