Publicado: 04-07-2010

Tucumán.- La imaginería popular lo llama "mal de Yedlin". No es una nueva patología subtropical sino de un caso de corrupción -parado a tiempo por el Tribunal de Cuentas-, que impacta en el plexo del gobernador. Su protegido ministro de Salud Pública, Pablo Yedlin, ordenó el pago de $800.000 por un curso odontológico que no se dictó nunca, a cargo de una fundación inexistente (FUNSAL), caso del cual ya habló esta columna.

Tras largos tironeos entre jueces y fiscales, el expediente volvió a la fiscalía donde se inició la investigación, y hasta ahora no avanzó un metro. José Alperovich no tomó siquiera un apercibimiento contra su amigo. No hubo daño patrimonial contra el Estado, se ataja. No se enteró que la defraudación en grado de tentativa, es, también, un delito. Pongo las dos manos en el fuego por Yedlin, remató. Y el legislador Ricardo Bussi ironizó: "Ya debería estar en el Instituto del Quemado".

Días atrás, la comisión de Juicio Político rechazó el pedido de procesamiento formulado por Federico Romano Norri, jefe del bloque radical, sin correr traslado de la acusación al involucrado. En la comisión, de sus 12 miembros, 11 son oficialistas. Por cuerda aparte, se reclamó la interpelación del funcionario. Bussi dijo que él fue citado por teléfono una hora antes de que se reuniera Asuntos Constitucionales, que rechazó el interrogatorio. Antonio Raed (PJ), titular de la comisión, llegó al disparate diciendo que "la Legislatura no está para controlar al gobierno, sino para ayudarlo". 

Por el desliz de la Fundación Salud, el Tribunal de Cuentas impuso a Yedlin una multa de $60.000, que pidió pagar en 15 cuotas, a lo que accedió el patrón. Acaba de abonar la primera de $4.000. Esa multa fue el argumento de la corporación oficialista para desechar el pedido de juicio político y las interpelaciones. El Tribunal de Cuentas detectó otra maniobra similar de Yedlin. Esta vez, en un contrato con el Hospital Garrahan, de Buenos Aires, por un monto menor de dinero, le llamó la atención y aquí no pasó nada.

En el área de la salud, Alperovich y Yedlin afrontan otros dolores de cabeza. En los hospitales públicos, en esta última semana, hubo un paro total de actividades durante tres días, por la protesta de los médicos autoconvocados y del resto de los trabajadores del sector. El movimiento nació dos años atrás, al margen de las estructuras gremiales. Su aparición generó serios problemas al mandatario, acostumbrado a arreglar los entuertos con los jerarcas sindicales. En el conflicto con los médicos, en 2009, actuó como mediador el arzobispo de Tucumán, monseñor Villalba. El prelado ofreció nuevamente sus servicios, pero Alperovich lo desairó. Desde entonces, el diferendo tiene una espiral ascendente y la situación se vuelve cada vez más tensa.