La nueva gestión al frente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha sido, desde un principio, muy clara respecto del proyecto educativo y social que se ha propuesto llevar a cabo.

Educación pública y gratuita de calidad, como el principal igualador de oportunidades, es uno de sus objetivos prioritarios y fundamentales. Son ejemplos de ello tanto la decisión de incorporar a la enseñanza oficial el idioma inglés desde primer grado, así como, el reciente lanzamiento de "Ciudad Educativa 2010", una iniciativa integral para el fortalecimiento del sistema educativo porteño con vistas al bicentenario.

En este orden ha sido modificado el denominado Plan de Becas para Estudiantes destinado al nivel medio. Medida que por cierto ha generado una reacción desmedida, inexplicable y, por ello, claramente efectista por parte de la oposición.

Dicho programa, creado en el 2001 con la finalidad de evitar la deserción escolar por vulnerabilidad social en la escuela media, es decir, evitar que los alumnos abandonen la escuela para aportar ingresos en sus hogares, al margen de sufrir modificaciones, ha visto incrementar exponen-cialmente el universo de sus beneficiarios. Este incremento se produjo sin los controles que la normativa respectiva establece (la realización de entrevistas y visitas socioambientales) y sin la actualización correspondiente en el monto otorgado, situación que ha

desnaturalizado los objetivos de su creación.

Es así como a partir del 2004 el programa se transformó en una mera acción asistencial sin tomar en cuenta las necesidades socioeconómicas de sus destinatarios.

La casi totalidad de los alumnos que solicitaron la beca la recibían (125, 250, 400 o 500 pesos anuales). Si analizamos la relación entre beneficiarios y postulantes pasa de un 48% en el 2001 a un 87% en el 2007.

Asimismo, surge de informes realizados por la Auditoria General de la Ciudad, entre otras anomalías, que el personal de la ex Secretaría de Educación con hijos en la enseñanza media recibía becas de 400 y 200 pesos y que las solicitudes no eran objeto de evaluación ni pasibles de rechazo.

Cabe consignar, además, que en los dos años iniciales del programa (2001-2002, plena debacle económica) se entregaron 6.914 y 14.668 becas, respectivamente. En la actualidad con mejores indicadores sociales se está entregando el doble.

Los datos señalados ponen en evidencia la necesidad de revisar los criterios implementados y de reorientar la ayuda económica hacia los sectores de mayor vulnerabilidad social.

En este sentido, el ministro de Educación, Mariano Narodowski, ha sido terminante al referirse a la medida adoptada, asegurando que todos los alumnos que realmente lo necesitan recibirán su beca y que el Estado pretende destinar más recursos priorizan-do a los que más lo necesitan.

En efecto, con esta decisión se busca subsanar las irregularidades y arbitrariedades detectadas en el otorgamiento de las mismas, procurando una reasignación equitativa y, además, mejorar el nivel de este incentivo que ha quedado desactualizado, incrementando su monto a 600 y 800 pesos. En consecuencia, lejos de significar una reducción en el presupuesto destinado a la educación pública como se ha señalado erróneamente, el objetivo es reorientar las becas hacia los que las necesitan y que su monto, hoy irrisorio, se ajuste a la nueva realidad económica. En definitiva, que dicha ayuda estatal se traduzca en un incentivo para permanecer en el sistema educativo, en una verdadera oportunidad para todo aquel que la recibe.