Por Federico Recagno

Un bolsillo es un bolso pequeño, y bolsillo es, también, el trozo de tela cosido a una prenda con el fin de guardar objetos de poco tamaño. Lo que se lleva al bolsillo varía de acuerdo a las necesidades de cada persona, pero llaves, pañuelos, celular y dinero son las cosas más comunes. Algunos pueden contener cigarrillos, documentos, lapiceras.

Una expresión habitual del habla popular es “se lo metió en el bolsillo”. Meterse a alguien en el bolsillo es algo así como caerle bien.

Pero ésta no es la única forma de introducir a alguien en los bolsillos. En cada ocasión que nos hagamos de un billete puede que estemos metiéndonos a alguien en el bolsillo. Son los rostros impresos en la plata circulante.

Esos fulanos, símbolos o frases que viven en el dinero expresan una ideología, un modo en que las autoridades políticas de turno tuvieron, o tienen, de ver la sociedad.

Imaginemos las reacciones acaloradas, allá por 1810, de los patriotas en el momento en que tomaban una moneda y en ella asomaba el rey de España del que querían liberarse. Es así que, cuando Belgrano logra tomar Potosí, donde se confeccionaba la moneda realista, la Asamblea de 1813 decide aprobar una ley al respecto.

Estas primeras monedas criollas poseían las imágenes que tenemos en la actual moneda de un peso: el sol radiante con ojos, nariz, boca y la leyenda “Provincias del Río de la Plata”, y del otro lado, dos cañones y un tambor al pie con la inscripción “En unión y libertad”, frase que llegará hasta nuestros días aunque la historia, en oportunidades, haya negado esos valores.

Han pasado por los bolsillos de los argentinos, entre otros, San Martín, Belgrano, Mitre, Sarmiento, Roca, Quintana, Alberdi, Rivadavia, Derqui, Pellegrini, Sáenz Peña, Urquiza, Rosas, José E. Uriburu y Eva Perón.

Han estado, también, edificios como el Cabildo, la Casa de Tucumán, el Monumento a la Bandera, el Congreso, la Casa Rosada, la Pirámide de Mayo, el Cerro de la Gloria.

Hubo monedas con el hornero, el puma, el ñandú, Borges, Güemes, el Perito Moreno, el Palmar, el Aconcagua, el pucará de Tilcara, el Mundial del 78, la Conquista del Desierto, el voto femenino, la Fragata Sarmiento, el Resero.

San Martín ha sido reflejado de joven y de anciano (¿jubilado?). Se están viniendo al papel la ballena franca austral, el yaguareté, el guanaco, el cóndor y el taruca.

Nuestro peso, de tanto adelgazar, perdió el nombre y fue Austral.

En ocasiones nos quisieron hacer creer que el peso dejó varios “ceros” en el camino, pero a esos ceros se los llevaron algunos pícaros.

Ha sido falsificado, escrito, parodiado, maltratado, lo han firmado vicepresidentes de la Nación. La historia de la moneda acompaña a la de la patria y se mete, en nuestros bolsillos y casas.

Estos son momentos, en que los argentinos discutimos sobre economía, salarios, indemnizaciones, impuestos, muchas veces sintiendo que es más lo que sale del bolsillo que lo que metemos en él.

Alguna vez, también, se nos ha dicho que “el que apuesta al dólar pierde”, pero con el dólar futuro no hubo, para los especuladores, una apuesta riesgosa, no hubo azar. Cambiaron, descaradamente, a nuestros próceres por Washington, Lincoln, Franklin y compañía, con la complicidad entre el Banco Central de entonces y los grandes tomadores de ese dólar, acaso buitres en celeste y blanco.

Más de $ 75.000.000.000 de pérdida en pocos meses, una quinta parte de los salarios de toda la administración pública nacional en el año 2015.

¿Quién lo sabe? Tal vez en algún billete del futuro aparezca la figura que simbolice al trabajador y de ese modo podamos pensar qué es lo que realmente nos estamos llevando al bolsillo.

*Secretario adjunto de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y Secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-CABA).