Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, en Diario Perfil

El economista Eduardo Levy Yeyati tiene, entre otros objetos de estudio, uno muy puntual: el futuro del trabajo. ¿Cómo pensarlo con los niveles de informalidad de Argentina? En diálogo con Acciones, brindó su mirada, expuso dificultades y analizó consecuencias de esta situación. El decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella vaticinó que “será parecido al actual, con oficina de tiempo parcial en muchos casos. El futuro lejano es, por definición, incierto”. 

- ¿Cuáles son los principales perjuicios de la informalidad laboral? 

Cerca del 30% de los trabajadores ocupados son asalariados informales, no registrados. Trabajan, en su mayoría, en empresas micro y pequeñas. A esto habría que sumarle otro 11% que es informal independiente. Esta informalidad tiene varios efectos nocivos. Del lado fiscal, la falta de aportes al sistema previsional genera más déficit, con sus consecuencias de inestabilidad macroeconómica y alta carga tributaria para los formales. Por el lado del bienestar del trabajador, el informal pierde beneficios laborales, no tiene historia laboral que le permita cobrar por su experiencia, está excluido del crédito, a merced de prestamistas usurarios, y aparece fuera del convenio y de las negociaciones colectivas, por lo que gana menos que su par formal. Podríamos decir que el informal está entrampado: gana poco porque está menos formado y trabaja en empresas chicas con baja productividad, pero no logra acumular ahorros ni seniority para salir de su precariedad. 

- ¿En qué difieren y en qué coinciden la informalidad y la precarización laboral? 

El asalariado informal es precario por la pérdida de beneficios, aunque en muchos casos puede hacer valer legalmente el derecho a la indemnización. Pero también son precarios la mayoría de los cuentapropistas, tanto los informales como el 15% de independientes registrados como monotributistas, que trabajan a destajo, sin licencias, ni fondo de desempleo, ni un ingreso recurrente que facilite el acceso al crédito. En este sentido, los informales están incluidos entre los precarios, que hoy representan más de la mitad de la fuerza laboral. 

- ¿Cómo se puede manejar un mercado laboral con tanta informalidad? 

Si excluimos a los empleados públicos, que tienen un régimen especial, la división relevante del mercado laboral es en tres tercios. Asalariados formales privados, protegidos por instituciones gremiales fuertes; asalariados informales que aspiran a entrar al club del empleo formal; e independientes que están por las suyas y que algunos asocian con la llamada economía popular. Cualquier agenda de inclusión laboral tiene que empezar por distinguir estos tres universos. En particular, los últimos dos, porque las barreras a la formalización son distintas en cada caso.

- ¿Por qué considera que a la par del crecimiento de la economía se incrementa el empleo informal? 

Se me ocurren cinco factores no excluyentes, todos ellos asociados a soluciones específicas. El primero es la formación insuficiente o inadecuada de los trabajadores, que podríamos empezar a revertir con un Instituto de Formación Laboral eficiente, para el que ya hay varios proyectos en el Congreso, en dos de los cuales participé. Un segundo factor es el enanismo empresarial: si las empresas que crean trabajo, las micro y pequeñas que crecen, se informalizan o “enanizan” para eludir la carga fiscal, deberíamos crear un régimen tributario simplificado para MyPEs que promueva su crecimiento y su formalización, como la de sus trabajadores. Por otro lado, está la incertidumbre legal y regulatoria de los litigios y las prohibiciones de despido, que habría que subsanar con un régimen de emergencia laboral que los haga previsibles, con un nuevo régimen de multas laborales que reduzca el incentivo al juicio. Otro factor a tener en cuenta es la negociación colectiva, que suele ser liderada por grandes y medianas empresas, a veces a expensas de las pequeñas o de empresas del interior con diferente productividad e intensidad laboral: para esto, sería útil tener reglas claras de apertura de la negociación, o “descuelgue”. Finalmente, está la competencia con los planes de trabajo mal condicionados, que deberían reconvertirse a un puente laboral con incentivos para la formación o el trabajo registrado.