El cónclave contó con la presencia, en su sesión inaugural, del presidente del país anfitrión, Nicolás Maduro, y con la presencia del Canciller del Ecuador, Ricardo Patiño, su par de Venezuela Elías Jaua, el presidente de la República de Surinam, Desiré Delano Bouterse y, por supuesto, del Secretario General de la UNASUR, el venezolano Alí Rodríguez Araque.

En su alocución inicial Rodríguez Araque fijó los marcos de referencia en los que se desenvolvería el debate. Dijo, palabras más o menos, lo siguiente: si nos preguntaran cuál es la ventaja que tiene nuestro continente, ¿cuál podría ser nuestra respuesta? ¿Diríamos que es nuestra ventaja tecnológica, los avances en investigación y desarrollo, el volumen de nuestro producto bruto, la superabundancia de capitales, nuestra potencia militar o nuclear, o la larga tradición democrática? Tenemos algo de todo ello, en algunos casos más y en otros menos.

Pero lo que nos sitúa en una posición absolutamente ventajosa, original y privilegiada en el ámbito internacional es que somos la región del mundo con la mayor y más extraordinaria y variada dotación de recursos naturales del planeta Tierra. Esa, y no otra, es nuestra principal fortaleza en el complicado y crecientemente violento sistema internacional. Con poco más del 5 % de la población mundial Suramérica dispone de un tercio del agua potable del mundo para el uso y consumo de su población y para la creación de un formidable potencial hidroenergético. Cuenta asimismo con el 20 % de las reservas probadas de petróleo e importantes reservorios de gas; el 80 % del litio, fundamental para las baterías de toda la industria de la microelectrónica (desde teléfonos celulares hasta cámaras fotográficas y de video, micrófonos, equipos de sonido e inclusive automóviles híbridos); 42 % de plata; 38 % de cobre amén de voluminosas reservas de otros minerales estratégicos esenciales, según se demostró, para la propia  industria de defensa de Estados Unidos. Además, sus selvas y bosques albergan casi la mitad de la biodiversidad mundial, madre de las más dinámicas industrias de nuestro tiempo como la biotecnología y la farmacéutica en sus más diversas variantes, unido todo lo anterior a una excepcional capacidad de producción de alimentos que podría paliar el hambre de casi mil millones de personas. Last but not least, Suramérica es el hogar de la gran cuenca Amazónica y Sub-Amazónica, el más importante pulmón de oxígeno del planeta Tierra.

Ante esta excepcional sobreabundancia de recursos, ¿Qué es lo que nos falta como región? ¿Por qué no hemos sido capaces de transformar ese inmenso potencial, sobre todo en un mundo como el de hoy lanzado desenfrenadamente a la cacería de recursos naturales, en una fuente de crecimiento económico y bienestar para nuestros pueblos. La respuesta es tan sencilla como la pregunta: lo que nos ha faltado ha sido un conocimiento preciso y detallado de nuestras riquezas naturales (por ejemplo, la principal fuente de conocimiento del potencial minero de la región continúa siendo... ¡el Servicio Geológico de los Estados Unidos!); una visión compartida de nuestras fortalezas en el ámbito de los bienes comunes y, sobre todo, una estrategia internacional, unificada y coherente, para potenciar el rendimiento que sería posible obtener de la razonable y racional utilización (que no explotación) de dichos recursos.

En la conferencia se abordaron diversas iniciativas tendientes a superar esta situación, desde la industrialización endógena de tales recursos, revirtiendo la acelerada reprimarización padecida en los últimos años por todas las economías suramericanas sin excepción, hasta la formación de expertos latinoamericanos en los más diversos temas y la propuestas de modelos de desarrollo regional que potencien los rendimientos de nuestras riquezas. Pero creo que lo más importante para los lectores de Análisis de la Gestión Pública fue el reconocimiento de la imperiosa necesidad de armonizar las legislaciones y los esquemas contractuales en curso en los diferentes países de la región en lo concerniente a la concesión de derechos y elaboración de normas regulatorias para supervisar exploración y explotación de los recursos naturales de Suramérica y para asegurar un eficaz monitoreo y seguimiento de aquellos procesos.

Una de las principales razones por las cuales se han producido verdaderas catástrofes ecológicas en la región tiene que ver, a diferencia por ejemplo de lo ocurrido en Europa, precisamente con la ausencia de esta correspondencia entre los marcos jurídicos de las diversas naciones que componen la UNASUR, lo que ha dado lugar a toda clase de abusos. Confiemos en que tan importante iniciativa pueda concretarse a la mayor brevedad posible, porque nos permitiría asegurar un aprovechamiento más racional de nuestros recursos y redistribuir lo por ellos producido a favor de los pueblos del continente.