El próximo martes 4 de mayo en la Feria del Libro se presentará “Para que el pueblo pueda saber de qué se trata, 1810/1816-2010/2016, 200 años de organismos de control público”, un trabajo que recopila la trayectoria de los entes de fiscalización desde los primeros esbozos, durante la época colonial, hasta la actualidad, tras 17 años de vigencia de la Ley de Administración Financiera.

El texto es una nueva entrega de la Colección Educar al Soberano, una iniciativa de la Asociación del Personal de Organismos de Control (APOC), y fue escrito por Daniel Dellavalle (historiador, ex miembro del Tribual de Cuentas de la Nación), Norberto Bruno (ex Auditor General de la Nación, actual auditor interno de la Cámara de Diputados), Federico Recagno (secretario adjunto de APOC, director ejecutivo de elauditor.info) y Hugo Quintana (secretario general de APOC y ULATOC -Unión Latinoamericana de Trabajadores de Organismos de Control–, y director general de elauditor.info).

La presentación será a las 18.45, en la sala Julio Cortázar de La Rural y, además de los autores, estará como moderador el periodista y escritor Jorge Halperín.

El libro

“Para que el pueblo pueda saber de qué se trata”, es un texto breve, ágil, pero profundo, que narra las distintas situaciones que atravesó el control público durante los 200 años de historia argentina.

Está dividido en tres partes. La primera, a cargo de Daniel Dellavalle, repasa el contexto en que surgió el primer esbozo de control en la época colonial. Fue en 1661, cuando se creó la Audiencia de Buenos Aires, como un intento de la corona española de controlar el contrabando y proteger sus cuentas.

El capítulo devela un dato curioso: en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, los titulares del entonces Tribunal Mayor de Cuentas de Buenos Aires, votaron a favor de la continuidad del virrey en su cargo: “No es difícil imaginar la función de un organismo de control cuando no comparte objetivos comunes del poder de turno”, dice el autor, en referencia a una etapa en la que, además de esta situación, “las disensiones intestinas y el desgaste de los caudillos del Litoral”, hicieron que los recursos públicos estuvieran diezmados “e imposibilitaran cualquier diagnóstico objetivo de la situación”, lo que derivó en un proceso de reforma liberal que culminó con la división del Tribunal de Cuentas en tres oficinas administrativas, prácticamente sin margen de acción.

Otra perla. Durante el primer peronismo se dieron discusiones sobre las características que debía tener el control público. En un debate en el Congreso, y a partir de entender al control como garantía de una buena marcha de la administración, y no como fiscalización, los diputados oficialistas llegaron a decir: “No nos interesa la creación de un Tribunal de Cuentas”. Imperdible.

La segunda parte, realizada por Norberto Bruno, relata la historia reciente del control público, desde la autodenominada Revolución Libertadora, pasando por el “desgajamiento” de la fiscalización, con la creación en 1974 de la Corporación de Empresas Nacionales (CEN), una dependencia que desplazó a un Tribunal de Cuentas que objetaba reiteradamente los estados contables de las empresas estatales, hasta la sanción de la Ley 24.156 de Administración Financiera en 1993, que rige en la actualidad.

Se detalla el impacto de la modificación en todo el sistema de control, las características de la Auditoría General de la Nación (AGN), la Sindicatura General de la Nación (SIGEN), las Unidades de Auditoría Interna (UAI) y la figura del Defensor del Pueblo de la Nación; y la participación de los organismos en las privatizaciones de la década del ’90, resaltando “tal vez el caso más infame”, de Aerolíneas Argentinas.

El último apartado corresponde a Hugo Quintana y Federico Recagno. Allí se resalta la importancia de los espacios de participación ciudadana y el rol los medios de comunicación en su tarea de acercar al “gran público” el resultado de los informes de los organismos de control. En el libro también se proponen cambios en el actual funcionamiento de los entes, como por ejemplo: “Dotar a la AGN de facultades de control preventivo (no necesariamente previo), para evitar hechos que, una vez producidos, son irreparables en sus consecuencias para la población o la economía”.

Apoyados en la historia y con una mirada hacia un futuro en la que se convoca a una mayor participación para un mejor control, los autores culminan la obra parafraseando a la Gazeta de Buenos Aires, el diario revolucionario de 1810: “Cuando el pueblo quiere saber de qué se trata, nace el control público”.