El contexto económico no ayuda para nada al Gobierno en este sentido, porque para sobrevivir sus aliados deberán aceptar lo que en filosofía se llama principio de contradicción y que no es otra cosa que el axioma que dice que una cosa no puede ser al mismo tiempo otra. El principio de contradicción obliga a definir para diferenciar y justamente esa es la operación que veremos una y otra vez en los meses por venir.

Un ejemplo práctico de esta operación se ve en las discusiones sobre el nuevo proyecto oficial para el controvertido impuesto a las ganancias, en el que el massismo ha puesto sus propios reparos; la aprobación de la ley de Emergencia Social pequeño gesto populista de Cambiemos para las organizaciones sociales-; o la aprobación en la última sesión ordinaria del Senado del Presupuesto 2017, que puso de manifiesto un cambio en la relación de fuerzas con respecto a lo que fueron los primeros seis meses de gobierno de Cambiemos. No hay razones sino para explicar la aprobación de la ley de expropiación del Bauen, en favor de sus trabajadores organizados en cooperativas, que debe haber sorprendido a más de un oficialista.

Los cambios en las relaciones de fuerzas se explican también en los objetivos no cumplidos por el Gobierno y la consecuente baja de las expectativas y de la imagen que el presidente Mauricio Macri va dejando para el electorado. En esta dirección para las legislativas del año próximo será clave lo que ocurra en la provincia de Buenos Aires, donde María Eugenia Vidal asoma como mascarón de proa, ariete de combate. En imagen positiva, la Gobernadora le viene sacando ventaja a su mentor, de hecho su gestión contribuye a amortiguar los desaciertos del gobierno nacional y más allá del verticalismo lógico se observan pequeños gestos de autonomía como el aumento del 18 por ciento acordado por la Provincia con los trabajadores estatales UPCN, SOEME y APOC, que contempla también el compromiso de no hacer despidos masivos y la incorporación progresiva a planta permanente de unos 15 mil trabajadores y 3500 becarios en el lapso de los próximos tres años.

Buenos Aires es un distrito clave, con una trama compleja que Vidal pareciera comprender tanto como su mecanismo de subsistencia a base de recursos económicos para obras públicas en municipios propios como opositores. Lo que quedará por ver es hasta qué punto podrá aguantar la presión de los yerros a nivel nacional -originados principalmente en la marcha trunca de la economía- sobre sus espaldas. Si todo sale bien en su distrito, Vidal será catapultada al centro de la escena y entonces habrá que ver qué pasa con Macri, que apenas ha balbuceado sobre su sueño de reelección. Si las cosas no salen como Cambiemos espera, el panorama futuro será completamente otro.

Vidal tiene un elemento a favor, y es la división que el Partido Justicialista atraviesa precisamente en su territorio y que fue precisamente lo que facilitó su sorpresiva victoria en 2015. En tren de especular, la gran incógnita pasa ahora por saber quién será el nombre del candidato de Cambiemos, la opción Elisa Carrió que entusiasma a un sector bien puede convertirse en una bomba de tiempo para el oficialismo, que debería optar por candidatos de perfil propio o quizás por nombres que sumen pero bajo el ala protectora de la Gobernadora. El panorama será todavía mucho más complejo si acaso se confirma una candidatura de Cristina Fernández de Kirchner o incluso el propio Daniel Scioli, o si se refuerza electoralmente el acuerdo entre Sergio Massa y Margarita Stolbizer, que por ahora está lejos pero no sería para nada descabellado.

De lo que ocurra en Buenos Aires dependerá el futuro del Gobierno. Y lo cierto es que el mayor contrapeso que tienen Vidal y compañía es la marcha de la economía y la caída de la imagen de Macri al cabo de su primer año de gestión. Se ha dicho en ocasiones anteriores: que en este breve lapso el nombre de Vidal haya logrado ocupar el lugar central en el escenario es una clara muestra de fortaleza de su gestión en el territorio, pero también la certificación de las serias dificultades que atraviesa la gestión de Macri, principalmente en la marcha de la economía.

Diversos analistas dan por concluida la luna de miel del Presidente y los electores. El diario Clarín publicó la semana pasada una encuesta demoledora para la imagen presidencial: el 43,1 por ciento de la gente hace un balance negativo o muy negativo de la gestión, contra un 25,9 que la evalúa como positiva o muy positiva; otro dato impactante es que el 51,6 por ciento considera que el Presidente no está cumpliendo sus promesas de campaña, un 34,4 por ciento piensa que las cumple pero de manera parcial y sólo el 7,3 por ciento considera que sí está cumpliendo sus promesas. Y con respecto a la marcha de la economía, el 40 por ciento cree que la situación empeorará, el 34,9 por ciento cree que mejorará y el 14,9 por ciento considera que todo seguirá igual.

El retiro que el último fin de semana realizaron los dirigentes de Cambiemos en Chapadmalal para revisar lo actuado hasta el momento y fijar pautas comunes con vistas a las elecciones legislativas fue el inicio de una búsqueda que permita reacomodar las piezas de un tablero que ha sufrido más de un temblor por causas tanto ajenas como propias. Puertas adentro, la evaluación dista mucho de la nota de ocho puntos con la que Mauricio Macri autoevaluó su primer año de gobierno. Es sin dudas altísima si se tienen en cuenta indicadores como la inflación interanual y la consecuente pérdida del poder adquisitivo del salario, o los indicadores que señalan el derrumbe de actividades como la construcción o el consumo minorista, y los ahora anunciados ajustes en áreas de salud y educación, como el que sufrirán los investigadores del Conicet. El fácil acordar que la autoevaluación del Presidente es exagerada desde las perspectiva de los trabajadores. Tal vez no lo sea desde otras perspectivas, como la de los sectores concentrados de la economía, muy beneficiados con la devaluación y la quita de retenciones. O tal vez, y en el mejor de los casos, se trate sólo de una expresión de deseo del Presidente. Eso sí, sería un problema mayor sí los dirigentes del PRO y de Cambiemos la toman serio, aunque eso sea algo prácticamente improbable.

*Sociólogo y periodista.