Hacia el año 2007, un matrimonio de españoles compraba la casa y el auto de sus sueños, en cuotas y sin poner un euro de anticipo. Estaban confiados. Sabían que su casa y sus sueldos aumentarían su valor, mientras la cuota permanecería fija. 

El miércoles 22 de febrero del 2012 una mujer embarazada subía a un tren del Ferrocarril Sarmiento hacia Once. Hacía planes para el día, para el parto y el futuro de su hijo.

Ninguno de los tres podía haber imaginado el futuro. La pareja del Titanic murió en el naufragio, el matrimonio de españoles perdió el trabajo, la casa y el auto cuando explotó la burbuja inmobiliaria en España y, al cabo se divorció. La mujer embarazada perdió a su hijo en el accidente del tren.

Hay tres cosas en común en los tres acontecimientos: la primera es que ninguno de los protagonistas podía prever el futuro desenlace. La segunda es que, un experto marino con la información adecuada, hubiese podido prever la desgracia y hubiese podido alertar a los pasajeros para que vayan, con tiempo, a los botes; economistas bien informados podían ver lo insostenible de la burbuja inmobiliaria española, e ingenieros ferroviarios con la debida información sabían que había una alta probabilidad de accidentes en el Sarmiento.

Pero la tercera coincidencia es la más inquietante: un minuto antes de la tragedia del Titanic, los pasajeros hubiesen ratificado al Capitán del barco. Antes de la crisis, el matrimonio español votó a Zapatero, y la mujer embarazada a Cristina Fernández. Peor aún: si, con la debida información y fundamentación, alguien hubiese anunciado el choque del barco, la crisis española y la alta probabilidad de accidentes en el ferrocarril, muy probablemente hubiese recibido el repudio de los pasajeros y los votantes españoles o argentinos.

Como muestra basta un botón: prácticamente todos los economistas argentinos apreciaban que la convertibilidad de Cavallo era insostenible. Pero Duhalde perdió las elecciones, que ganó De la Rúa porque el primero expuso esa insostenibilidad y el segundo afirmó que se mantendría la paridad del uno a uno. A rajatabla. Una criteriosa y ordenada salida de la convertibilidad hubiese ahorrado a los argentinos el sufrimiento del 2001/2002, en que las fuerzas del mercado terminaron derrumbando un esquema inviable.

El dilema está planteado ahora en la Argentina frente a las elecciones de este año y frente al recambio que se abrirá en el 2015. Todo el marco de gestión pública de la era K está en crisis: no generamos empleo, perdimos el autoabastecimiento energético, el sistema de transporte está colapsado, la economía está condenada a un largo período de modesto crecimiento, no podemos sostener un esquema irracional de subsidios a las tarifas públicas, la educación está en la peor picada de las historia democrática, el atraso del dólar impide exportar a la industria y a las economías regionales, la inflación es insostenible y, llegaremos al 2015 sin reservas internacionales como para sostener el valor de la moneda.

Eso lo sabemos ahora y muchos especialistas previeron estos resultados. Obviamente no fueron escuchados.

Nuestro problema es construir el futuro respondiendo a las siguientes preguntas: ¿cómo hacer para prever?, ¿cómo incorporar la información y el pensamiento de los especialistas en el proceso de decisión de las políticas públicas?, ¿cómo alertar a la población sobre los peligros, aún cuando esas alertas no sean marketineras para los políticos? Las respuestas no son sencillas porque no existen expertos infalibles, la inteligencia es eternamente dubitativa e hipotética, busca confirmación en los hechos y en la investigación sistemática. Y la gestión del estado requiere acción, que no siempre tiene tiempo.

Tres respuestas al dilema

1: La gestión profesional en el Estado, esta es la síntesis entre la política y la inteligencia sistemática.

2: La revisión de pares, en que diversos expertos de cada tema, debaten, critican sus propias conclusiones y recopilan investigaciones sistemáticas de universidades y centros de estudios.

3: Quizás lo más importante: la difusión, lo más abierta posible de la información pública. Para que todos puedan conocer los datos y participar del debate.

Las tres respuestas constituyen tres principios ciudadanos. No evitan los errores, que son propios de toda acción humana. Pero, sin duda, los acotan bastante.

*Socio del Club Político Argentino