La gripe que se arrastra desde hace siglos es una de las enfermedades más difíciles de combatir por la velocidad y la rapidez con la que muta el virus. Ese misterioso mal, creen algunos, puede haber aparecido como "el sudor extremo" imparable en Inglaterra en 1485. Entre sus síntomas estaban la fiebre, la sed abrasadora, la cefalea y el dolor articular y abdominal.

La primera gran pandemia fue en 1580. Fue denominada "influenza" porque se creía que se debía a una mala influencia astrológica. Sin embargo, el peor brote fue el que empezó en los últimos meses de la Primera Guerra Mundial y fue la mal llamada gripe española. En un sólo fuerte militar norteamericano llamado Fort Riley mató a 46.000 hombres. En mayo de 1918 se enseñoró en las flotas de mar de España e Italia.

En sus orígenes, la enfermedad afectó a toda Europa, India, China, Perú y Costa Rica. La sufrieron todos los ejércitos y las más altas autoridades decidieron impedir que nuevas tropas se incorporaran a la lucha por todas estas razones. La gripe, que se cobraba sus víctimas con gran rapidez, llegó a Ciudad del Cabo, en el extremo de África. En general, las muertes surgieron por las malas prácticas médicas.

Otras enfermedades se sumaron a esta tremenda epidemia. Es el caso de la neumonía. Como no había un sistema asistencial preparado, muchos enfermos caían muertos en las calles. Al igual que en otros terribles brotes, en las zonas rurales se acusaba a los judíos de generarlos. En este sentido, la política anti gripe en Varsovia se concentró en el barrio judío, el cual fue totalmente amurallado y contaba con alimentos en ínfima cantidad.

En el sur de África los hospitales no admitían a los negros, pero hubo muchos actos de generosidad y valentía. En la ciudad de Quebec, la situación se hizo tan insostenible que hubo al menos 10.000 víctimas.

Se probaron muchos remedios: morfina, fenacetina (que afecta los riñones) y un compuesto opioide. Se debatió si el alcohol actuaba como protector o hacía más susceptible a la gente. En Santiago de Chile se prohibió el consumo de verduras. En distintos lugares de Canadá algunos médicos consiguieron buenos resultados con vacunas. Algunos expertos recomendaban sumergir los pies en agua hirviendo y usar sábanas heladas.

Entre las muchas "curas" que ofrecía el mercado, se hallaban una piedras sagradas de un templo japonés y unas batas quirúrgicas que, según se decía, "aspiraban la enfermedad". En los cines australianos colocaron pastillas de alcanfor en cada asiento, se fumigaron las calles con desinfectantes y hubo campañas de caza de ratas.

Recién a finales de 1918 las autoridades prohibieron que las personas se dieran la mano y el encierro en las casas particulares fue obligatorio. Si un norteamericano estornudaba o tosía en lugares públicos se lo multaba con 500 dólares o encarcelamiento por un año. Una publicación señaló que en unas pocas semanas más caerían médicos, enfermeras y los farmacéuticos. La comunidad sanitaria quedaría paralizada. Poco a poco se fueron usando mascarillas y dejaron de funcionar los transportes.

Cuando el conflicto armado terminó, el júbilo popular abundó en los distintos países pero no se advirtió el peligro por el contacto masivo en las calles. Muchos de los participantes de la "fiesta", murieron en pocos días de gripe. Derrotados en la guerra, los periodistas alemanes hablaban de una hermandad internacional ante la gravedad de esta situación. Uno de ellos escribió: "Hoy todas las naciones estornudan como una sola persona sin distinciones". No los leyeron ni escucharon.

El país con más víctimas fue India: 19.000.000 de personas. No se sabe hasta qué punto influyeron las privaciones de la guerra y a eso hay que agregar los déficit de salubridad pública. La enfermedad golpeó mucho más allá de los campos de batalla y fueron muchos los médicos que veían por primera vez la falta tremenda de higiene de gran parte de la humanidad. Un diario de Dinamarca dio otra explicación política: "Para que no vuelva esta peste, hay que combatir la pobreza".

Recién a fines del siglo XX, los médicos comenzaron a interesarse por las distintas gripes. En 1998, a partir de una mujer esquimal que había permanecido 80 años enterrada en los hielos de Alaska, los científicos estadounidenses consiguieron extraer, examinar y guardar por primera vez el virus que había causado la gripe de 1918: entre 30 y 50 millones de fallecidos.