Nuestro país atraviesa una profunda crisis económica que empezó en 2018 y se vio agravada por la pandemia provocada por el Coronavirus. 

Según las proyecciones del último informe del Banco Mundial la Argentina verá reducido su PBI en un 7,3% este año con una tímida recuperación proyectada para el 2021 del 2,1%. Este no es un fenómeno solo de Argentina, sino que el mismo informe estima una caída de más de 5% del PBI en todo el mundo. Peores pronósticos resultan del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del mes de junio realizado por el BCRA con una caída del PBI argentino en 2020 de alrededor de 11,6%. Ambos informes coinciden en algo, la recesión será pronunciada y llevará tiempo recuperarse.

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Esta situación, si bien está profundizada por la pandemia, demuestra la imposibilidad de la Argentina de tener un crecimiento sostenido a lo largo del tiempo. Si se analizan los últimos años, la producción de bienes y servicios en 2019 es igual o incluso menor que en 2011. A su vez, con las proyecciones antes mencionadas, para 2021 estaríamos en niveles similares a los de 2010. Es decir, pasaron 12 años en los que nuestra economía no logró crecer. Si miramos en términos del PBI per cápita, al tener un crecimiento poblacional de alrededor de 1% anual vamos a tener la misma torta que hace 12 años, pero más gente entre la cual repartirla. 

Fuente: Elaboración Propia en base a Indec y Banco Mundial

¿Por qué a la Argentina le cuesta crecer sostenidamente?

La mayoría de las actividades económicas, en particular las relacionadas con la industria manufacturera, necesitan grandes cantidades de divisas para importar la maquinaria y los bienes de capital necesarios para su producción. A mayor producción, mayor necesidad de dólares para importar. Sin embargo, estos rubros, salvo algunas excepciones, no generan los dólares que necesitan para producir. Estos suelen provenir del sector agroexportador de la Argentina.

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Entonces uno de los principales problemas que tiene nuestro país es su necesidad de divisas para poder crecer y su incapacidad de generarlas en las magnitudes necesarias. Y si bien no es un problema fácil de resolver, la política económica debe estar orientada a promover y fomentar las exportaciones de bienes y servicios, como por ejemplo los relacionados al sector agroindustrial, sumándole el mayor valor agregado posible a nuestra producción agropecuaria, o al sector del software o servicios basados en el conocimiento, sin descuidar el fomento a exportaciones industriales.

A su vez, conseguir nuevos mercados para exportar nuestros productos generando una inserción inteligente de nuestro país en el mundo es esencial, como también redoblar esfuerzos en sustitución de importaciones en sectores que no generan las divisas suficientes para su funcionamiento. La discusión sobre la productividad y competitividad de nuestras empresas tanto de las grandes como de las PyMEs es crucial. En este sentido es importante promover la digitalización de las mismas y la adopción progresiva de lo que llamamos industria 4.0 para achicar la brecha tecnológica. 

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Un tema aparte es el fomento al turismo receptivo para compensar la pérdida de divisas que conlleva el turismo emisivo. Por último, mencionar la necesidad de fuertes inversiones en energía tanto para el desarrollo de Vaca Muerta y otros yacimientos, como también profundizar la producción de energías renovables. 
Estos son quizás algunos aspectos que debe abordar nuestra economía siempre en el marco de acuerdos políticos y marcos institucionales sólidos. 

A modo de conclusión, la agenda económica pospandemia debe estar centrada en los ejes básicos que promuevan un crecimiento económico sostenible en el tiempo fomentando a los rubros que generen divisas genuinas. A su vez, tiene que centrarse en la distribución de ese crecimiento económico para resolver los graves problemas sociales que afronta la Argentina como la pobreza e indigencia, el desempleo, las desigualdades de género, la inequidad regional, la educación y el déficit de vivienda e infraestructura, entre otros. De nada sirve el crecimiento económico si no se traduce en el bienestar de nuestra población