¿Qué es la doble moral? A simple vista sería tener dos morales. Una de ellas se desarrollaría en los ámbitos que conviene pensar, decir o hacer una cosa, y la otra se extendería en lugares donde la primera moral no es útil. Así se la sustituye por una nueva, en la que entonces el provecho radica en pensar, decir o hacer otra cosa.

La doble moral cobra mayor notoriedad cuanto más autoridad ejerce una persona. Es por ello que resulta frecuente observar esta conducta en los padres, en directivos escolares, en jerarquías religiosas, en empresarios, en políticos, etc.

De todos modos, cada persona, en diferentes ocasiones de su vida, se enfrenta ante las dos morales: elegir pasarse un semáforo en rojo, avanzar por la banquina, colarse, ratearse, evadir impuestos, colgarse de los servicios, etc. En fin, cada uno sabe cuándo se contradice.

Ahora bien, suponiendo que todos los argentinos sumados conformamos una unidad, ¿la suma de nuestras morales individuales podrían llevarnos a afirmar que el pueblo argentino tiene una doble moral? ¿Somos los argentinos coherentes entre nuestras acciones y nuestros pensamientos?

Un párrafo a remarcar dentro de la doble moral es la omisión. Este comportamiento, para ser fiel a su nombre, suele pasar desapercibido. Muchas veces el callar, el prescindir, el no comprometerse son expresiones de complicidad. Si se consiente a otros su doble moral, de algún modo, convalidamos y repetimos esa conducta.

Otro aparte merecen los medios de comunicación que pueden provocar una amnesia colectiva haciéndonos olvidar lo que dijeron hace un tiempo y que nada tiene que ver con lo que opinan hoy. También los que desde lugares públicos agrandan éxitos y campañas inexistentes, difunden encuestas dudosas o que ocultan detrás de la palabra “oposición” la avidez de nuevos negocios.

Al comienzo nos preguntábamos ¿qué es la doble moral? Y la respuesta parecía obvia: tener dos morales. Pero escarbando podemos decir que tener doble moral es una manera benevolente de reconocer que no tenemos ninguna.