Una jubilación mínima alcanza para cubrir apenas una canasta básica total para un adulto mayor. De seguir vigente la nueva movilidad jubilatoria, ese será el poder adquisitivo real en el corto y mediano plazo para casi la mitad de los beneficiarios del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), que son los que perciben ese tipo de haber. 

Entre 2016 y 2024, la relación entre la jubilación mínima y la canasta básica total (CBT) de un adulto mayor mostró una tendencia descendente: el haber mínimo tiene cada vez menos poder de compra real. En abril de 2016, la jubilación mínima representaba 1,8 veces la CBT de un adulto mayor, lo que indicaba que los ingresos de los jubilados eran más que suficientes para cubrir las necesidades básicas, alejando a esta población de la línea general de pobreza. 

Desde entonces, esa relación fue disminuyendo de manera constante. Durante 2022 y 2023, el valor promedio se situó en 1,3. Y en febrero de 2024 llegó a un mínimo de 0,6, lo que coincidió con la jubilación más baja liquidada desde el Ejecutivo en los últimos 15 años. La jubilación mínima abonada en febrero de 2024 no alcanzó a cubrir la CBT, es decir, los adultos mayores que perciben la mínima se encontraron por debajo de la línea de pobreza. 

La jubilación mínima en febrero 2024 no alcanzó a cubrir la CBT, es decir que los adultos mayores que perciben la mínima se encontraron por debajo de la línea de pobreza. 

En los meses siguientes a este piso histórico se produjo una leve recuperación del poder adquisitivo de la jubilación mínima. Actualmente alcanza para cubrir apenas una canasta básica total. Esta trayectoria, que abarca desde 2016 hasta 2024, marca un deterioro significativo en el poder adquisitivo de los adultos mayores. De pasar a cubrir casi dos canastas básicas totales en 2016, en menos de 10 años la jubilación mínima apenas cubre una.

Otro dato interesante para tener en cuenta es el promedio de este indicador por periodo presidencial. Entre 2016-2019, fue de 1,7, lo que implica que la jubilación mínima alcanzaba para cubrir casi dos canastas básicas. Luego, entre 2020-2023, este valor descendió a un promedio de 1,4, reflejando un deterioro en la capacidad de los haberes mínimos para acceder a satisfactores esenciales. A lo largo del tiempo, el cociente que había iniciado en 1,8 en abril de 2016 mantuvo cierta estabilidad hasta 2019, con valores cercanos a 1,5 y 1,6. 

Sin embargo, a partir de 2020, especialmente desde 2022 y aún con la implementación de los bonos compensatorios (que no lograron evitar una caída pronunciada), siguió la caída del poder adquisitivo de las jubilaciones mínimas. Entre 2020 y 2022, una jubilación mínima logró cubrir entre 1,2 y 1,3 canasta básica para adultos mayores. 

La situación actual indica que ni siquiera con la suma de los bonos a la jubilación mínima se alcanzan los niveles de poder de compra que tenían en abril de 2016. Si bien la incorporación de los bonos a la jubilación mínima se traduce en una mejora relativa y circunstancial en ciertos períodos, la tendencia general del poder adquisitivo de los haberes mínimos es decreciente para las últimas tres gestiones de gobierno.

De pasar a cubrir casi dos canastas básicas totales en 2016, en menos de 10 años la jubilación mínima apenas cubre una.

La incorporación de los bonos a la jubilación mínima es una mejora relativa en ciertos períodos, pero no logra frenar y menos revertir la tendencia decreciente en general. En los últimos ocho años, la jubilación mínima muestra una marcada caída del poder adquisitivo. Se pasó de una situación en que una jubilación mínima cubría casi dos canastas básicas totales a un presente en el que apenas alcanza el valor de una sola canasta por persona.

Nueva fórmula de movilidad ¿nuevo piso histórico?

La actual fórmula de movilidad previsional, establecida por el Decreto 274/2024, ajusta los haberes jubilatorios en función de la inflación pasada, replicando el mismo mecanismo de actualización que utilizan las canastas del INDEC. Al quedar indexado por el mismo factor (la inflación pasada), la relación entre la jubilación mínima y la CBT para un adulto mayor quedará equiparada en el mismo nivel. Esto implica también el acercamiento y estabilización de la línea de pobreza con la jubilación mínima. 

En otras palabras, con el actual mecanismo de movilidad jubilatoria el haber mínimo solo alcanzará para cubrir el costo exacto de una canasta básica. La actual fórmula de movilidad previsional impide mejoras reales en el poder adquisitivo de los jubilados. De seguir aplicándose esta fórmula, los adultos mayores que perciben la jubilación mínima vivirán ajustados al límite de la línea de pobreza, sin margen para afrontar otros gastos o mejorar su calidad de vida.

¿Qué miden las canastas de bienes y servicios del INDEC?

Las canastas de bienes y servicios que confecciona el INDEC permiten conocer la estructura de ingresos necesarios que separan a las personas que viven en la pobreza o indigencia. Mientras que la Canasta Básica Alimentaria (CBA) determina la línea de indigencia, la CBT establece la línea de ingresos mínimo para determinar el nivel de pobreza. Una persona o familia que no logra cubrir la CBT está por debajo de la línea de pobreza. De la misma manera, una persona o familiar que no logra cubrir el conjunto de alimentos que conforman a la CBA se encuentra por debajo de la línea de indigencia.

La relación entre la jubilación mínima y la CBT nos permite ver el nivel de vida y posición socioeconómica de los adultos mayores en Argentina y comprender la proyección de los haberes en el corto plazo. La situación actual del sistema previsional hace que cualquier nueva reducción o estancamiento en los haberes mínimos colocaría a todos los jubilados que perciben este monto por debajo de la línea de pobreza, convirtiéndolos en nuevos pobres. 

Las jubilaciones y un problema de fondo sin atender

El sistema previsional está atravesado por problemas estructurales que afectan la estabilidad de los haberes y, por lo tanto, el nivel de vida de los adultos mayores. Hablamos, básicamente, del déficit de financiamiento, la mayor demanda de protección social por parte de poblaciones vulnerables, la existencia de jubilaciones bajas en comparación con los ingresos percibidos durante la etapa laboral, las profundas transformaciones del mundo laboral y, por último, el doble desincentivo por parte de los/as trabajadores/as de no aportar al Sistema Previsional por el escaso valor real de los haberes jubilatorios y de los empleadores a no formalizar al trabajador/a contratado.

Los jubilados y jubiladas pierden sí o sí en un escenario inflacionario. Esto explica por qué en contextos de escalada general de los precios de la economía, cobra relevancia en el debate público los mecanismos de actualización de los haberes, que si bien buscan sostener el nivel de vida de las personas mayores, no han logrado revertir el efecto de la espiral inflacionaria y la caída general del poder de compra en los últimos 15 años. 

En tiempos de inestabilidad económica y pérdida de poder adquisitivo de los ingresos previsionales, el desafío político debe orientarse en el diseño e implementación de políticas públicas equitativas que garanticen una distribución justa de los recursos del sistema jubilatorio. De ahí que las actualizaciones de los haberes deben estar alineadas a la realidad económica y asegurar un equilibrio entre la protección social, el sostenimiento de los niveles de vida de los adultos mayores y la sustentabilidad del sistema previsional.

Para profundizar aún más en el tema y porque analizar la realidad es también participar, Fundación Éforo te invita a conocer los informes técnicos y ciudadanos disponibles en el sitio web de la organización.