Volver al origen: la Ciudad planea integrar los ríos al paisaje y la vida urbana
Así como hasta la década del 70, la Costanera Sur era un balneario municipal donde los vecinos y visitantes se refrescaban en los días de calor, el gobierno porteño planifica recuperar las riberas como espacios de vida con funciones sociales, recreativas y ambientales.
La Ciudad de Buenos Aires está implantada sobre once cuencas. Los ríos y arroyos se fueron escondiendo bajo tierra y solo dos permanecen a cielo abierto: el Río de La Plata y el Riachuelo. Con más de 60 kilómetros de costa, la metrópolis se asienta arriba y de espaldas a sus cauces.
Los que dan lugar al régimen hidráulico del Área Metropolitana son el Medrano, Vega, White, Maldonado, Radio Antiguo-Ugarteche, Boca-Barracas, Ochoa, Elía, Erézcano, Cildañez y Larrazabal-Escalada, de los cuales tres se extienden sobre el conurbano.
Se esconden pero alguna vez estuvieron a cielo abierto formando parte no solo del paisaje sino de la cotidianidad de las personas. Hasta la década del 70 la Reserva Ecológica no existía y la Costanera Sur era un “elegante” balneario municipal donde los vecinos y visitantes se refrescaban en los días de calor.
Pero con el avance de la urbanización y los puertos, la contaminación le ganó terreno al río y el antiguo paseo costero cerró. El predio fue rellenado y por acción de la naturaleza se formó la reserva. Pero el Río de la Plata no era el único lugar de recreación, muchos de los arroyos que hoy están entubados, corrían atravesando la ciudad, como el Medrano en Saavedra.
Los encauces y rectificaciones comenzaron a partir de 1908, se mantenían a cielo abierto con puentes para su cruce. Unos años después, en 1919, se dispuso la canalización cerrada y los trabajos comenzaron en 1927. Hasta el día de hoy continúan las tareas de entubamiento.
Nuestra principal fuente de agua es el Río de la Plata
“Todo este sistema hídrico fue modificado para que la Ciudad pase por arriba, muchos fueron entubados y otros fueron tratados y rectificados. Son sistemas mixtos. En los últimos años hubo necesidad de hacer ramales distintos para que no converjan en un solo punto. Esto tuvo bastante éxito ya que se lograron reducir las inundaciones”, explicó Carlos Lebrero de la Maestria en Gestión Ambiental Metropolitana de la FADU-UBA. En la actualidad hay más de 840 km2 de ductos subterráneos.
Estos cauces bajo tierra terminan en el Riachuelo o en el Río de la Plata, llevando consigo a la lluvia y desechos cloacales. “Nuestra principal fuente de agua es el Río de la Plata. Vivimos con cierta sustentabilidad gracias al él. Nos brinda servicios ecológicos: el clima, las brisas y, sobre todo, agua confiable y continua, algo que no es habitual en todas las ciudades. Es segura y se produce sin grandes esfuerzos ni tantos procesos”, enfatizó Lebrero.
La Ciudad de Buenos Aires extrae el agua para consumo desde el Río de La Plata. La potabilización tiene tres etapas: coagulación, decantación y filtración. Sobre el final se agrega cloro y, si va a ser almacenada, cal para evitar que sea corrosiva con las cañerías. El proceso dura entre cinco y siete horas, luego sale de la planta hacia las estaciones elevadoras que la distribuyen a la red.
Si bien los porteños tenemos olvidadas nuestras costas y los cauces subterráneos, según el arquitecto, “estamos tomando conciencia muy paulatinamente sobre la importancia que tienen como servicio para la población, de la necesidad de tener áreas recreativas costeras. Tiene que haber un trato más amable, que el río pueda subir, inundar, tener servicios ecológicos, valles inundables, selvas marginales y naturalización de la costa. Que pueda avanzar hacia la ciudad”.
Los cursos de agua que corren por el territorio donde se emplaza CABA, con el correr del tiempo se fueron entubando y se rellenó el suelo cambiando la morfología geográfica. “Los arroyos que están dentro de las metrópolis dejan de ser un sistema natural para volverse un sistema social. Es necesario reconocer estas áreas para que la ciudad no los interrumpa y pueda incluirlos”.
“Esta pandemia nos hizo reflexionar a todos sobre nuestra responsabilidad frente a la gestión de los recursos", consideró Lebrero
Muchas localidades optaron por volver a abrir sus canales de agua. “Es más sostenible a largo plazo. Nosotros seguimos entubando. Reconozco que no es fácil, porque sería abrir el Maldonado por la Avenida Juan B. Justo, algo bastante difícil. Además son arroyos muy contaminados por las cloacas y los residuos que arrastran. Por lo cual antes tendríamos que sanearlos y eso también es complicado”, aseguró Lebrero.
A diez años
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires planea para 2030 integrar los ríos a la vida urbana. Los ejes a trabajar: espacios públicos en el borde costero y el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo.
Según la página oficial, esto se logrará "transformando la relación entre las personas y el agua y recuperando las riberas como espacios de vida con funciones sociales, recreativas y ambientales. Los ríos serán valorados para la socialización, recreación y navegación a través de un proceso de saneamiento y reocupación de las riberas, destinándolas a nuevos usos: actividades deportivas, culturales y ocio urbano".
Por su parte, Lebrero sostiene que "tenemos que volver a naturalizar las cuencas para que sean sistemas que no interfieran con la ciudad y viceversa, con una integración más amable”.
“Esta pandemia nos hizo reflexionar a todos sobre nuestra responsabilidad frente a la gestión de los recursos. Tenemos que adoptar otra mirada. Por suerte, en Argentina estamos en una situación de ventaja con respecto a todos los continentes. Tenemos una gran reserva de agua dulce y poca población”, remarcó.
Históricamente, la contaminación es una de las mayores amenazas del agua en las grandes ciudades. Para el arquitecto, “este es un problema que no se resuelve en una generación. Las plantas de tratamiento están funcionando y construyendo. Los cambios en las zonas de volcado de las platas, se notan en los meandros que se forman alrededor donde vuelve la vida, la flora, la fauna y la esperanza”.