El largo proceso de la independencia argentina
“Querer contener con la bayoneta el torrente de la opinión universal de la América es como intentar la esclavitud de la naturaleza”, José de San Martín.
En los albores de 1800, y luego de 300 años de dominación española, Argentina estaba lista para recibir los beneficios políticos e intelectuales del Siglo de las Luces que había alumbrado los grandes cambios en Europa y el Mundo. La explosión del pensamiento ilustrado dio lugar a la difusión de la cultura y la educación como signos principales de los nuevos tiempos hacia el desarrollo de una sociedad culta con el predominio de la razón y la divulgación de los derechos universales convirtiéndose en el mejor arma para terminar con el “Antiguo Régimen” donde el absolutismo y las dictaduras basaban su continuidad en la ignorancia del pueblo para así dominarlo.
Aquellos grandes cambios impulsaron las revoluciones que cambiaron de manera definitiva el mapa geopolítico del mundo y la vida de millones de personas. La Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, librada entre 1775 y 1783, la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Industrial con centro en Inglaterra, fueron el preludio del germen de independencia y ansias de libertad que comenzó a propagarse por todas las regiones de Hispanoamérica, ideales impulsados por hombres y mujeres de visión clara y pensamiento estratégico entre los que se destaca por su vida y trayectoria el precursor Francisco de Miranda como líder de toda una élite de líderes brillantes que forjaron sus ideales en estos acontecimientos de la historia mundial.
Más cercano a nosotros el 25 de Mayo de 1810, hito central del proceso revolucionario de las Provincias Unidas del Río de la Plata, significó el comienzo del largo camino hacia la independencia no sólo de nuestro país sino también de gran parte del continente. Buenos Aires había logrado mantenerse como el único bastión en toda América que no había sido sofocado por los realistas pese a las dificultades externas, las divisiones internas y los reveses militares sufridos en el norte, constituyéndose en el único foco revolucionario americano que lograba proyectar la idea de la independencia conforme pasaba el tiempo.
Para 1812, luego de idas y vueltas, gracias a los triunfos logrados por el General Manuel Belgrano en Tucumán y Salta, la revolución se salvaba y podía pensarse en serio en la independencia. De hecho la Batalla de Tucumán, librada por el ejército de Belgrano, a expensas de la desobediencia al gobierno de Buenos Aires, fue sin duda la victoria que salvó la revolución del desastre militar.
Sin embargo, dos años después, hacia 1814, el panorama político-militar era adverso a la causa americana: las nuevas derrotas militares, las luchas internas y diferencias que se extendían desde Montevideo hasta el litoral entre Artigas y el centralismo porteño, como así también la pérdida de Chile que quedaba en manos de los realistas, ponían a la revolución en su punto más delicado. Tampoco era una buena señal la vuelta al trono de Fernando VII con una fuerte impronta absolutista y decidido a recuperar las colonias rebeldes, luego con el apoyo decidido de la Santa Alianza. En ese momento significó sin dudas el punto de inflexión de la causa americana que sirvió para fortalecer los ánimos de muchos patriotas y también para desnudar las debilidades de otros.
Belgrano y San Martín estaban convencidos de que había que profundizar los trabajos y no escatimar esfuerzos para ver al país independiente.
En esos momentos cruciales, dos líderes lograban dar dirección a la independencia y su “unidad de miras”, acuerdos y amistad, fijaban el horizonte: Manuel Belgrano y José Francisco de San Martín estaban convencidos de que había que profundizar los trabajos y no escatimar esfuerzos para ver al país independiente. Se reunieron en el Norte y ambos próceres se pusieron de acuerdo tomando cada uno su camino.
Meses después de la entrevista con Belgrano, San Martín solicitó la Gobernación Intendencia de Cuyo, al entonces Director Supremo Gervasio Posadas, accediendo el Directorio a su pedido el 10 de Agosto de 1814. A partir de ese momento, San Martín comenzaría una intensa labor tanto desde lo político como desde lo militar. Desde Cuyo logrará desbaratar los planes de la facción alvearista, bregará por la unidad y la consolidación de un congreso soberano, y tratará de disuadir a los caudillos del litoral en sus pretensiones separatistas. En cuanto a lo militar, comenzará a dar forma a su plan continental a través de la formación del Ejército Libertador de los Andes. De hecho, ante los desafíos y peligros externos y el complejo panorama interno, San Martín se constituirá desde Mendoza en el guía de la causa americana.
Desde el momento de la Convocatoria del Congreso de Tucumán, San Martín se convertirá en su principal impulsor. Enseguida propiciará en Cuyo la elección de diputados, siendo elegidos Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza por Mendoza, Francisco Narciso de Laprida y Fray Justo Santa María de Oro por San Juan, y Juan Martín de Pueyrredón por San Luis. De esta manera quedará conformada la delegación de Cuyo y sus diputados se convertirán en los voceros y ejecutores del plan sanmartiniano ante el Congreso.
A tal punto interesaba a San Martín el accionar de los diputados que desde el campamento del Plumerillo, el 19 de Enero de 1816, le escribía a Tomás Godoy Cruz:
“… ¿Cuándo empiezan ustedes a reunirse? Por lo más sagrado les suplico hagan cuántos esfuerzos quepan en lo humano para asegurar nuestra suerte; todas las provincias están en expectación esperando las decisiones de ese congreso: él solo puede cortar las desavenencias - que según este correo - existen en las corporaciones de Buenos Aires. No deje usted de repetirme todo aviso que crea útil a esta provincia. No hay cuidado por el enemigo de Chile; si viene espero tendremos un completo día, y ya sabe usted que no soy muy confiado. A los amigos, el padre Oro, Laprida y Maza un celemín de recuerdos, así como la firme amistad de este su mejor amigo” José de San Martín.
Como ésta, muchas otras comunicaciones remitirá el Gran Capitán desde Cuyo “apurando” el accionar de los diputados en el Congreso reunido en Tucumán. Tanta será su insistencia que Tomás Godoy Cruz responderá a una de sus misivas: "... que la independencia no es soplar y hacer botellas”, a lo que San Martín contestará: “… yo respondo a usted que mil veces me parece más fácil hacerla (la independencia) que el que haya un solo americano que haga una sola (botella)…”. San Martín necesitaba el acto jurídico de la Declaración de la Independencia para iniciar su campaña libertadora continental, entre tanto sembraba de espías Chile, coordinaba acciones con Martín Miguel de Güemes y recibía noticias de los movimientos realistas del Perú.
Por esos mismos meses San Martín escribía a Tomás Godoy Cruz: "En caso de nombrar quien deba reemplazar a Rondeau yo me decido por Belgrano, éste es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur…” Enterado del regreso de Belgrano al Plata, ponía sus esperanzas que “ese amigo” sería su aliado en el plan de liberación continental que pronto esperaba emprender, en tanto ambos líderes, otra vez en conexión, presionarán al Congreso para dar “el golpe magistral de la declaración de la independencia” la que finalmente llegaría el 9 de Julio de 1.816.
“Así en uno de los momentos más solemnes de la historia argentina, San Martín y Belgrano se hallaron al lado del Congreso de Tucumán, inoculándole su espíritu, excitándolo a declarar la independencia y le prestaron el apoyo de su nombre y de su espada, participando de las mismas ideas políticas. (…) Estos dos hombres… fueron las dos robustas columnas en que se apoyó Congreso de Tucumán, los verdaderos autores de la independencia argentina…”, nos dice Mitre en su monumental obra “Historia de Belgrano y de la independencia argentina” (Mitre, 1857).
Y efectivamente así fue. Belgrano en Tucumán y San Martín desde Mendoza influirán decididamente en los diputados para que el Congreso Soberano declare finalmente la independencia. Ambos padres fundadores no solamente coincidieron en sus principios independentistas, sino que también fueron grandes propulsores de la educación, ilustración y la cultura. Sus principios y valores quedaron plasmados en innumerables proclamas, bandos, oficios y correspondencia. Dos siglos después siguen siendo un legado pendiente.