Mayo es un buen mes para recordar momentos fundacionales y poner en valor el legado de hombres y mujeres que soñaron un nación libre, justa y soberana, en los albores de nuestra existencia. El largo proceso de Independencia tuvo en un reducido grupo de líderes a los impulsores de la fundación de las nuevas repúblicas de América, destacándose por sobre el resto Manuel Belgrano y José Francisco de San Martín como padres fundadores a cuya visión y tesón debemos nuestra nacionalidad y la de gran parte de América. Fueron líderes indiscutidos que, junto a miles de hombres y mujeres, héroes y heroínas anónimos, se jugaron sus vidas por la libertad e independencia.

Sin duda antes de la llegada de San Martín a América, y mientras Belgrano destacaba como el primer general de la naciente patria, entre los líderes políticos de la revolución de mayo destacaron desde las ideas y la acción: Mariano Moreno, Cornelio Saavedra, Juan José Castelli y el mismo Manuel Belgrano por citar los más relevantes, muchos de ellos desaparecerían muy pronto de escena quizás devorados y en muchos casos muertos en medio de la vorágine revolucionaria de aquellos días.

Algunos años antes de los procesos centrales de lo que conocemos como la Semana de Mayo, más precisamente a mediados de 1808, América es invitada a enviar diputados para integrar las cortes que deben subrogar el poder del monarca Fernando VII “El Deseado”, separado del trono luego de la farsa de Bayona. En Buenos Aires, a partir de este momento se erige un grupo de criollos, que además ostentan el mando militar de la ciudad, con una clara conciencia de su fuerza e influencia  y con la idea del autogobierno comenzando a gestarse la idea de la Revolución.

Pocos meses después, en1809, comenzó a circular en Buenos Aires entre los jefes criollos, un escrito que se atribuye a Bernardo de Monteagudo titulado “El Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII”, cuyo párrafo central relata un encuentro imaginario en que Fernando VII le dice al Inca Atahualpa: “El más infame de todos los hombres vivientes, es decir, el ambicioso Napoleón, el usurpador Bonaparte, con engaños, me arrancó del dulce regazo de la patria y de mi reino, e imputándome delitos falsos y ficticios, prisionero me condujo al centro de Francia”. A lo que Atahualpa le responde: "Tus desdichas me lastiman, tanto más cuanto por propia experiencia sé que es inmenso el dolor de quien se ve injustamente privado de su cetro y su corona".

Cerca de la Revolución

El primer gobierno patrio, conformado el 25 de Mayo de 1810, constituye el corolario de una serie de sucesos que tienen a muchos de patriotas como impulsores y artífices de la liberación del yugo realista. Y mientras estos últimos acontecimientos se sucedían en América, la noticia llegaba a la Península, activando las sociedades políticas secretas, fundadas por el precursor Miranda con accionar en Cádiz, desde donde se reclutaban jóvenes americanos para aportar mentes y brazos al proceso revolucionario desatado allende del atlántico.

Poco tiempo después, tempranamente Belgrano y San Martín coincidieron en las posibilidades que brindaba América para fundar un nuevo mundo bajo los ideales de libertad, igualdad, fraternidad y progreso bajo la inspiración de la ilustración como contrapartida al “Antiguo Régimen” que había hecho estragos en Europa. Ambos líderes, convencidos de que había llegado el momento de torcer los destinos del Continente “Dionisiaco”, arriesgaron todo lo que tenían al servicio de la guerra de la independencia: en el caso de Belgrano poniendo su fortuna e intelecto desde su designación como vocal de la Primera Junta de Gobierno y luego como abnegado General de los primeros ejércitos patrios, a los que incluso llegó a solventar con su propio patrimonio.

En el caso de San Martín, al dejar su carrera militar en la península, tomó la disposición transcendental de retornar a América para prestar sus servicios, decisión en la vida de un simple hombre que significó un gran cambio en la historia de la humanidad: desde de su llegada al Río de la Plata José de San Martín se convertiría en el gran impulsor de la independencia de América, poniendo a disposición de esta causa toda su experiencia y su mente extraordinaria, su carácter incorruptible y su voluntad inquebrantable, que darían un nuevo impulso a la causa de los patriotas, sacando a la Revolución de Mayo de la oscuridad en la que había caído y encaminando nuevamente los esfuerzos hacia la ansiada independencia.

Belgrano y San Martín

San Martín tomaba así la posta de manos del mismo Belgrano quien luego de ser derrotado en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma le decía: “No siempre puede uno lo que quiere, ni con las mejores medidas se alcanza lo que se desea. He sido completamente batido en las pampas de Ayohuma cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes y nada me arredrará para servir; aunque sea en la clase de soldado, para la libertad e independencia de la patria…lo pedí a usted desde Tucumán, no quisieron enviármelo; algún día sentirán esta negativa…”.

Mucho había esperado Manuel la llegada de su amigo. “Crea usted que he tenido una verdadera satisfacción con la suya del 6 y que mi corazón toma nuevo aliento cada instante que pienso que usted se me acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con usted se salvará la patria. Soy solo, no tengo ni he tenido quien me ayude y he andado los países en que he hecho la guerra como un descubridor, pero no acompañado de hombres que tengan iguales sentimiento a los míos, de sacrificarse antes que sucumbir a la tiranía. En fin mi amigo, espero en usted un compañero que me ilumine, que me ayude y quien conozca en mí la sencillez de mi trato y la pureza de mis intenciones, al bien general de la patria y sacar a nuestros paisanos de la esclavitud en que vivían".  Comprendieron que su “unidad de miras” constituiría la coordinación y conducción que los “trabajos por la independencia” necesitaban.

Ambos impulsaron a más no poder la Declaración de Independencia, siendo los máximos conductores de aquel extenso proceso revolucionario iniciado en 1810, que tuvo en Belgrano entre sus principales protagonistas y, dos años después, en San Martín su guía y continuador. Se conocieron previamente por carta, antes de su encuentro personal en el norte, cuando San Martín, en reemplazo de Alvear, debía asumir la conducción de la tropa de refuerzo al ejército conducido por Belgrano, para ya luego relevarlo en el mando.

Pocas semanas estuvo Belgrano al lado de San Martín. El 22 de mayo de 1814 Manuel se despedía de José en estos términos: “Siento mucho que sus males continúen, quisiera poder contribuir a los alivios de usted, pero en la parte que puedo encargo a mis parientes que tengo en esa, que hagan cuanto les sea dable en su obsequio… Usted dígales lo que quiera seguro, de que le servirán como a mí mismo. Con arreglo a órdenes del gobierno marcho a Buenos Aires. Saldré mañana de aquí. No valgo nada; más cuanto yo fuese capaz de serle útil a usted pondré en ejecución…”, debiendo bajar para rendir cuentas de su actuación, en tanto que San Martín pedía su relevo rumbeando para Córdoba a la espera de su designación como gobernador intendente de Cuyo.  Belgrano, libre de culpa y cargo fue destinado en misión diplomática a Europa junto a Rivadavia, para volver dos años después al Plata justo en los momentos en que comenzaba a debatir, en Tucumán, la Independencia.

El Congreso de Tucumán

“Así en uno de los momentos más solemnes de la historia argentina, San Martín y Belgrano se hallaron al lado del Congreso de Tucumán, inoculándole su espíritu, excitándolo a declarar la independencia y le prestaron el apoyo de su nombre y de su espada, participando de las mismas ideas políticas. (…) Estos dos hombres fueron las dos robustas columnas en que se apoyó el Congreso de Tucumán, los verdaderos autores de la independencia argentina…”, dice Mitre.

Los argumentos de Belgrano en la sesión secreta del 06 de Julio de 1816 y la correspondencia de San Martín desde Cuyo impulsaron la sesión decisiva del 9 de Julio. Así el Gobernador de Cuyo escribía a Tomás Godoy Cruz: “… Ha dado el congreso el golpe magistral con la declaración de la Independencia; solo hubiera deseado que al mismo tiempo hubiera hecho una pequeña exposición de los justos motivos que tenemos los americanos para tal proceder, esto nos conciliaría y ganaría muchos afectos en Europa…”. Luego escribía: “… Al fin estaba reservado a un diputado de Cuyo ser el presidente del Congreso que declaró la independencia; yo doy a la provincia mil parabienes de tal incidencia…”. 

“La vida es nada si la libertad se pierde” de Manuel Belgrano y “Seamos Libres que lo demás no importa nada” de José de San Martín son dos frases que resumen las ansias de libertad e independencia de los líderes patrios. Son el gran legado de convicción y compromiso vigente hasta nuestro días, no sólo por la libertad civil y la constitución de nuevos estados por la que lucharon, sino también en la libertad de espíritu y de conciencia que constituyó en el fuero íntimo la llama encendida que condujo a estos dos amigos y hermanos de causa a cambiar el rumbo de la historia y el destino de todo el continente.