Uno de los pilares en los que se asienta la democracia representativita y republicana es la alternancia en el poder, teniendo en cuenta que no es saludable para el sistema que una misma persona o grupo político permanezca en el cargo por períodos ilimitados, incluso aunque esa continuidad surja del proceso electoral. En estos días el tema toma una relevancia especial ante las medidas cautelares dictadas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre las presentaciones que discuten la constitucionalidad de las candidaturas en las provincias de Tucumán y San Juan.

Más allá de la situación particular, los hechos brindan la oportunidad para realizar un análisis en profundidad sobre la alternancia, en tanto asegura que el poder no se concentre en una sola persona o incluso en una misma agrupación o partido político durante períodos ilimitados de tiempo, entronizando prácticas y conductas que terminan siendo nocivas y con consecuencias funestas para el sistema, por ejemplo la confusión de los bienes públicos y/o del estado con el patrimonio particular de los funcionarios. 

Además, la necesaria rotación en el poder permite garantizar que los intereses de la población sean representados de manera universal o integral, evitando el beneficio permanente y unidireccional hacia ciertos grupos o colectivos sociales únicamente, es decir que los beneficios de las decisiones y acciones, a través de políticas públicas efectivas, alcancen al mayor número de habitantes posibles tendiendo siempre al bienestar general y no particular “de siempre los mismos”.

En Argentina ha habido una tendencia a la reelección prolongada lo que ha profundizado la polarización política.

De este modo, el recambio periódico a través de elecciones libres de quienes detentan el poder, especialmente ejecutivo, promueve la diversidad y la sana competencia entre las diferentes fuerzas políticas, lo que termina generando una mayor inclusión y participación ciudadana, en tanto puede ayudar a garantizar que los líderes que ocupan los cargos públicos se sientan más controlados y deban rendir cuentas de forma periódica durante sus mandatos. También procura que decidan y actúen con mayor sensibilidad y capacidad de reacción ante las necesidades y demandas de la sociedad. 

A lo largo de nuestra historia, se identifican muchos casos de reelecciones frecuentes que terminan siendo perjudiciales para la democracia y el funcionamiento de la República. Cuando las mismas personas permanecen en el poder durante largos períodos de tiempo sin limitación e intercambio, terminan volviéndose insensibles a las demandas reales y concretas de la población y alejándose por completo de la realidad que deben atender, centrándose sólo en sus intereses y el de su grupo directo de referencia.

En Argentina ha habido una tendencia a la reelección prolongada lo que ha profundizado sin duda, entre otras muchas causas, la polarización política y ha devenido en una fuerte disminución de la confianza hacia las instituciones políticas. En efecto, los mandatos prolongados o la entronización de las mismas personas en el poder pueden generar una fuerte apatía y desinterés por parte de la población y la sensación de que sus problemas no son tenidos en cuenta por aquellos eternos gobernantes.

Resulta sano y saludable el consiguiente recambio y alternancia en el poder, de hecho en el caso de Mendoza, provincia donde su constitución no contempla la reelección de gobernador/a y vice, esto ha significado, en conjunción con otros mecanismos, una fortaleza institucional a diferencia de otras jurisdicciones del país y generado que la reforma de la Constitución Provincial no avance, en tanto no se excluyan los intentos de reelección. Para finalizar este ejemplo, incluso la última modificación de la constitución mendocina, vía plebiscito con un amplio consenso de la población en el que el 83% apoyó la enmienda del artículo 198 de la Constitución.

Así resulta central que tanto la ciudadanía, como también los responsables de los poderes del estado, trabajen mancomunadamente en preservar uno de los pilares del sistema democrático como es la alternancia en el poder y el consiguiente recambio institucional. Es la manera para que los ciudadanos expresen su apoyo o desacuerdo con las políticas de los gobernantes y que se realicen ajustes y cambios necesarios en la gestión del gobierno.

El recambio institucional también es una garantía contra la corrupción y el autoritarismo. Como ya expresamos cuando las mismas personas se mantienen en el poder durante demasiado tiempo, es más probable que abusen de su poder, actúen de manera arbitraria o incurran en prácticas corruptas. Por otro lado, fomenta la transparencia y la rendición de cuentas, ya que cualquier nuevo gobierno tendrá que dar cuenta de su gestión a los ciudadanos y a las instituciones. 

En síntesis, el recambio institucional y la alternancia en el poder son esenciales para la estabilidad y la fortaleza de un sistema democrático y republicano. Estos elementos garantizan la renovación y la representatividad de las instituciones, evitan la concentración de poder y previenen la corrupción y el autoritarismo. Como ciudadanos y como sociedad, debemos valorar y defender estos pilares centrales que hacen que nuestro sistema democrático sea cada vez más fuerte y confiable.