El eco que somos
El eco es pasado. Es una boca que ya habló, el sonido de una risa antigua, un grito en fuga.
Pudo surgir de tu voz, a la que le gusta que la frase y el pensamiento se repitan, cada tanto, pareciendo nuevos. O de la tuya, arrepentida, que pretende que el viento eche atrás lo dicho. O de la tuya, que ya no quiere más ecos y desea que las palabras mueran en los muros o duerman silenciadas en las montañas.
Pero hay ecos que vienen con los recuerdos, que saltan desde la infancia, desde aquel insulto en barra o de aquel aliento curativo. Ecos de gargantas que ya no están, hoy mudas, pero que sus voces anteriores vienen rebotando en nuestras entrañas.
Ecos que duelen, ecos que se pierden, ecos que orientan. Porque, aunque el eco es pasado, una vez que ya habló adquiere el poder furtivo de hacerse presente.