Hijo de un comerciante de madera judío, el gran pensador Isaiah Berlin dedicó gran parte de su vida a estudiar la historia de las ideas. Sin ser un liberal extremo, Berlin fue atacado y vilipendiado.

En 1997, poco antes de su muerte que se daría el 5 de noviembre de ese año, lo entrevistaron en Londres y le preguntaron qué había sido lo más sorprendente de su larga vida. El filósofo contestó: "El sólo hecho de haber vivido con paz y felicidad en medio de grandes horrores. El mundo se hallaba expuesto al peor siglo que haya podido existir, por lo que respecta a la más cruel falta de humanidad, a la destrucción salvaje del ser humano, sin razón justificable alguna....Y a pesar de todo, aquí estoy, intacto....lo que no de deja de parecerme asombroso".

Berlin fue un pensador claro y frontal. Nuestro siglo XX -escribió en uno de sus textos-
se caracteriza en lo intelectual por una profunda aceptación de la ciencia, lo que no sólo se debe a que ésta haya contribuido con la invención de nuevos productos que cambiaron el ritmo vital del hombre y las sociedades.

El segundo rasgo que diferencia al siglo XX de los precedentes es la evolución del universo, por ejemplo, tema de grandes polémicas.

En tercer lugar, la ciencia del siglo XX se diferencia de los siglos anteriores en el terreno de la psicología. En el siglo XX, el ser humano miró en su interior en una forma que le había estado vedada. El declive de la religión formal y el auge del individualismo hicieron que el hombre del siglo XX se sintiera de forma distinta de como sus enemigos y sus antepasados se habían comportado.

Muchos de los progresos en las artes visuales, como el cubismo, el surrealismo y el futurismo, estuvieron propiciados como un avance de la ciencia y un adelanto del talento humano.