La "gripe española" es una calificación esterotipeada y como tal se ha repetido hasta el cansancio, sin certezas. Porque no fue solo española, detonó en otros países lejanos.

Esa pandemia arrasadora tuvo otro origen. Los primeros casos se conocieron en el último año de la Primera Guerra Mundial en los cuarteles militares de los Estados Unidos. Al regresar los soldados estadounidenses que se habían unido en Europa a las tropas inglesas y francesas contra los alemanes en el último año del conflicto, transportaron una gripe distinta a otras, más extraña, dañina y compleja de revertir.

Desde Estados Unidos, a través de la navegación, impactó en Europa, Francia y España especialmente. Después en el centro, en el este y en el norte de Europa. Y luego siguió su camino hacia el Pacífico, a todos los países cuyas playas daban a ese enorme océano. América Latina en su totalidad la padeció de punta a punta, desde México hasta Santa Cruz en la Argentina.

Muchos investigadores y sanitaristas aseguraron que la peste apareció en las trincheras. Los soldados vivían en condiciones casi inexistentes de higiene, con los rincones poblados por ratas, en estrés permanente y con soldados con diferentes formas de neurosis de guerra. No podían enterrar, a veces, a sus compañeros muertos en esos mismos mugrientos pozos, por el constante fuego enemigo.

No hubo estadísticas precisas de la cantidad de víctimas, pero se calculan entre 30 y 50 millones de seres humanos. Es decir, entre dos y cuatro veces las bajas del primer conflicto bélico del siglo: no más de 10 millones de soldados según estudios posteriores, sin contar los civiles. Se utilizaron en las batallas armas peligrosas de técnica avanzada y gases que cegaban o paralizaban a los combatientes. 

Fue una guerra producto del narcisismo de los reyes que disponían vida y milagro en países participantes de la guerra, incluso, de una misma gran familia. Eran primos sanguíneos.

Un gran historiador inglés contemporáneo, Chirstopher Clark, profesor en Cambridge, publicó recientemente el libro Sonámbulos en el que explica los pormenores insensatos, los odios sórdidos y la competencia entre potencias industriales que arrastraron a la muerte a millones de hombres jóvenes.

Basta entrar a muchas iglesias en el interior de Gran Bretaña, en cada pueblo, en cada ciudad, para ver cómo todavía se los recuerda: sus nombres están inscriptos en las paredes como si fueran cuadros de honor. 

Tanto el zar de Rusia como el kaiser alemán y el rey de Inglaterra estaban ligados a la reina Victoria, quien que gobernó la isla durante cincuenta años. Todos tenían un origen familiar cercano y no precisamente británico.

Para peor, los generales al mando de las tropas utilizaron tácticas antiguas, las mismas que habían usado el norte contra el sur en la guerra civil en los Estados Unidos. O sea, conquistar posiciones a 20 metros de distancia. Avanzar o retroceder otros 20 metros mientras fusiles y ametralladoras del banco contrario barrían con la ola de enemigos que corrían hacia ellos.

Esa gripe, enfermedad devastadora, con casi el mismo número de muertos por la peste bubónica, al finalizar en el 1300 en la Edad Media, se terminó llevando más de un cuarto del total de la población europea en ese tiempo. La medicina de 1918 tuvo que luchar con falta de medicación y terapias adecuadas en ese tiempo tan dramático. 

Los diarios de Buenos Aires publicaron en mayo y junio de 1918, a dos años del gobierno de Hipólito Yrigoyen, la existencia de una enfermedad "desconocida en España". Fue el primero en incorporar a su gobierno radical a la clase media que surgía, a los hijos de los inmigrantes. Las administraciones anteriores habían estado dominadas por las clases altas, negadoras de la concesión del voto popular.

Económicamente, Argentina antes de 1910 fue considerada una nación rica, un granero del mundo. Luego, comenzaron a repercutir la crisis en los mercados mundiales de capitales y la mala suerte de malas cosechas en el país en 1913 y 1914. La balanza de pagos nacional tenía desequilibrios.

Fue aquella la primera recesión importante desde la crisis argentina de 1890 y el inmediato default que fue negociado en Londres, donde el derrumbe de la bolsa de Buenos Aires y otras maniobras había quebrado la banca británica Baring Brothers. A Carlos Pellegrini y a Victorio de la Plaza les costó 15 años solucionar ese agujero significativo de la nación.

Durante la guerra 1914-1918 Argentina dependió de sí misma para conseguir manufacturas de una industria nacional que tenía importantes representantes desde antes de finalizar el siglo anterior. Por la guerra, las empresas dependientes del hierro importado y otras del rubro alimentación. 

Pero por eso creció las sustitución de importaciones. Argentina producía zapatos, muebles, toda la producción textil que llegó a exportar frazadas de lana a las naciones combatientes. Como contraste hubo superávit comercial por el auje de las exportaciones. El país proveía alimentos de todo tipo a Francia e Inglaterra.

Nuestro país también cargaba con protestas obreras. Los huelguistas crecieron de 136.000 a 300.000 habitantes y se conoció la violencia en la huelga ferroviaria de 1917. En 1919 fue la trágica "Semana Trágica", iniciada después de una huelga en los talleres Vasena de Buenos Aires. Todo terminó con muchas víctimas obreras. En 1921 hubo una huelga de peones rurales en Santa Cruz reprimida a sangre y fuego.

Al concluir la Primera Guerra, Estados Unidos se convirtió en el primer acreedor mundial que impuso condiciones muy dolorosas a sus deudores europeos. Inglaterra terminó perdiendo su flota de mar por los enfrentamientos y los submarinos alemanes. Se impusieron reparaciones de guerra económicamente lamentables a los perdedores de esos cuatro años sangrientos.

A fines de esa década del siglo XX hubo creciente delincuencia, problemas sanitarios, quejas por falta de viviendas. En los primeros años de la década del veinte emergería la ideología nacionalista extrema que luego pesaría en la historia del país con repercusiones hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

En el tema sanitario lo único que preocupaba, según los Anales de Medica de la Argentina, era la tuberculosis, la sífilis, la viruela y ese padecimiento sin nombre que luego adquirió la calificación de "Mal de Chagas" en el interior de las provincias del norte argentino. 

La gripe española (entonces se escribía "grippe", con doble p) entró por el puerto de Buenos Aires  en octubre de 1918. Hubo, en los hechos, según relatos, dos oleadas del mal, la segunda en 1919. Se comprobó que la habían traído los inmigrantes que huían de la guerra, especialmente los que habían salido de los puertos europeos y específicamente de los centros marítimos de España. 

Al comienzo produjo 2.300 muertos. Enfermeros y médicos la definieron como "enfermedad desconocida". Sin embargo, un año después, en 1919, se comprendería mejor la patología del mal.

En 1918 los sistemas sanitarios no daban abasto. En esos días se sabía que en Brasil y en México la realidad viral era calamitosa. Desde Buenos Aires la "grippe" fue llevada a las provincias por tren (los británicos se ocuparon de construir miles y miles de vías por décadas para llevar los cereales a los puertos).

Los efectos ambientales y el factor demográfico tuvieron un papel predominante. Pero el analfabetismo y la precariedad en la que vivía la población llevaron en 1918 y 1919 a una realidad peligrosa. La organización médica y sanitaria en las provincias era muy elemental.

Se usaban sales, pastillas de alcánfor, laxantes. Hubo, en esos productos "avivadas" de los comerciantes que aprovecharon la ocasión para aumentar los precios de esos elementos que se consideraban, entonces, indispensables. 

En octubre de 1918 el gobierno nacional dispuso la limpieza del Riachuelo que ya estaba definitivamente contaminado y enfermeros preparados comenzaron a revisar a los inmigrantes a medida que llegaban al puerto. Si estaban enfermos los enviaban en cuarentena al Lazareto de la isla Martín García. Se prohibieron reuniones en lugares cerrados, se hicieron desinfecciones, se cerraron las iglesias y prohibieron la concurrencia a velorios. Pero la medicina no pudo frenar la pandemia. El foco mayor se expandió en las provincias del norte argentino, tanto en el oeste como en el este y también en Cuyo.

Políticamente surgieron algunos personajes que perduraron en los barrios. Por ejemplo, tuvo mucha injerencia el "clientelismo", un fenómeno que se expandió en el país. La enfermedad no distinguió clases sociales, como en la fiebre amarilla de 1871. 

Arrastró tanto a familias ricas como a las pobres. Se calcula que murieron más de 15.000 personas en una población total de 7 millones de habitantes. Claro que no se contaron los muertos por enfermedades cardíacas y pulmonares que producía la peste.