Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana del diario Perfil

Licenciada en Comunicación, magister en Propiedad Intelectual y presidenta de la Fundación Vía Libre, que tiene como objetivo principal la defensa de los derechos fundamentales en el entorno digital, Beatriz Busaniche se planta como una voz autorizada en la materia para aportar otra mirada a la cuestión.

¿Puede entenderse a la conectividad como un derecho?

Es difícil hablar de la conectividad como un derecho porque no existe como tal en el sistema internacional de los Derechos Humanos ni en ningún contexto constitucional o jurídico. Pero hay otros derechos que, si los analizamos en términos actuales, del siglo XXI, requieren de la conectividad como un elemento fundamental para su pleno cumplimiento, como puede ser el derecho al acceso a la información en sus distintas variantes. Si hablamos en el contexto de pandemia, la conectividad aparece como un elemento fundamental a la hora de pensar, por ejemplo, el derecho a la información vinculada a la salud y una herramienta clave que tiene que ver con el derecho a la educación.

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¿La conectividad es un indicador de desigualdad?

Sí, claramente cuando hablamos de distintos tipos de brechas de nivel social, económico, educativo, así como de capital simbólico y social, la cuestión de la conectividad entra en juego. Definitivamente, es un indicador de desigualdad. Las poblaciones menos conectadas son las que hoy día van a estar más rezagadas en el pleno ejercicio de sus derechos. A la hora de hacer alguna medición vinculada a la desigualdad, la conectividad, así como el acceso que tengamos a ella, es un indicador clave.

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¿La brecha digital se puede enmarcar en un eje Norte-Sur?

La brecha digital es un concepto que, a mi modo de ver, es limitado porque plantea la desigualdad en términos de acceso o no a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). Ahí, me parece que se queda corto a la hora de hablar de desigualdades ya que no podemos referir estrictamente a la brecha digital sin contemplar las grietas económica, social, educativa y una serie de cuestiones que tienen que ver no solo con los saberes relacionados a cómo se utiliza la tecnología, sino los usos sociales y las apropiaciones que cada comunidad haga de ella.

En ese sentido, se puede analizar la cuestión de la brecha digital desde el punto de vista Norte-Sur. Me parece que nos plantea algunas cuestiones geopolíticas que no son eludibles y que tienen que ver con el diseño de las tecnologías que utilizamos. Cuando pensamos el desarrollo de las plataformas, los modelos económicos y el progreso de algoritmos vemos que la gran mayoría, por no decir todos, atraviesan nuestra vida cotidiana en el sur global (término que se utiliza para hacer referencia a países subdesarrollados) y fueron diseñados en el norte global (Estados desarrollados) con su impronta, mediante un concepto que me parece que debemos empezar a pensar que tiene que ver con el extractivismo de datos. Así como históricamente vimos el extractivismo de recursos naturales, ahora se está produciendo con datos personales.

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¿Hay también una división entre urbanidad y ruralidad?

La cuestión urbanidad-ruralidad se vincula con esto considerando la extensa geografía argentina donde hay sectores que no tienen un acceso pleno a la banda ancha pero también hay vastas poblaciones que tienen la posibilidad de contratar a un solo proveedor, con lo que esto significa en términos de abusos de posición dominante de mercado, de costos y de baja calidad de los servicios.

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¿En qué medida ayudó la pandemia a visibilizar el problema?

Nos expuso de una manera radical a brechas de todo tipo. Así, vemos que los trabajadores peor pagos de una economía son los más esenciales, que el dispositivo aula y el rol de la docencia, también vapuleado en el discurso público, cobran un valor enorme a la hora de tener que virtualizar, quedarnos en casa y vivir esta excepcionalidad a la que nos enfrentó la pandemia. Me parece que el tema conectividad y acceso a la tecnología es uno de esos elementos fundamentales que queda visibilizado. Pero no vemos solamente la brecha en materia de acceso, sino una gran distancia que tiene que ver con el conocimiento efectivo que tenemos de las tecnologías que usamos y cómo esta virtualización abrupta y acelerada terminó consolidando y profundizando aún más la posición hegemónica de algunas plataformas en desmedro de otras. La pandemia nos enfrentó cara a cara a serios problemas vinculados con la cuestión digital.