Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, en Diario Perfil

“Estoy igual de loca que en las redes, no muestro algo que no soy”. Así se presenta Bernardita Siutti, con el desparpajo que la caracteriza. Probablemente, la gran mayoría la conozca como “Mami Albañil”. Ese es su usuario en las redes sociales, donde descubrió un mundo. Hace unas semanas superó al millón de seguidores en Instagram (@mami.albanil), aquella donde tiene un nombre hecho y se hizo famosa gracias a sus tutoriales de albañilería.

Antes, esta madre de tres hijas había vendido pantalones, ropa importada y hasta tuvo una empresa de locaciones. En 2017, apostó todas las fichas para convertirse en creadora de contenido.

- ¿Cuál es tu ocupación? ¿Cómo te definís?
Me defino como influencer, aunque durante un tiempo me costó asumirlo. Antes, cuando llenaba una planilla en algún banco o en algún lugar en el que me pedían que indicara mi profesión, ponía “publicidad” o cualquier otra cosa, me daba vergüenza llamarme de esa manera. Ahora lo tomo de otra forma, es lo que hago.

- ¿Qué es ser influencer o creadora de contenidos?
Es influenciar a otros. En mi caso, a que se animen a arreglar sus casas, haya una marca de por medio o no, es influenciar a otro para que, en cierta manera, copie lo que vos estás hacien-
do o tu saber.

- ¿Qué representa haber llegado al millón de seguidores?
Nunca pensé que iba a llegar a todo esto: el millón de seguidores, a todas las marcas con las que laburé, a sacar un libro (“Mami Albañil. Guía práctica para enchularlo todo”, de Editorial Planeta). Nunca creí que esto sería un trabajo en el que me vaya relativamente bien. De hecho, se generó una comunidad. Hay muchas seguidoras que me siguen desde que abrí la cuenta en 2017. Se acuerdan de cosas que
ni yo me acuerdo. Se generó un vínculo virtual. Siempre termino mis tutoriales diciendo que las amo y te juro que se genera algo lindo con ellas. Digo “ellas” porque el 90% son mujeres.

- ¿Cómo nació Mami Albañil?
Siempre fui muy autodidacta y de lo manual. En parte porque me gusta y, para mí, es muy terapéutico hacer ciertas cosas de la casa, como pintar una pared o aplicar microcemento, pero también porque soy muy ansiosa. Y el rubro de los albañiles no ayuda en ese sentido. Me decían “voy el lunes” y no venían. Veía el balde de pintura hasta que dije “ya fue, lo hago yo”. Tenía el escenario perfecto: una casa tapera
a la que le arreglabas una canilla y se rompía el flexible de otra cosa, y después se te caía la pared con humedad. Siempre estaba haciendo algo y un día, en un asado con unos amigos, me empezaron a joder: “Siempre estás haciendo cosas, qué te haces el albañil”, me decían. Ahí decidí que me iba a hacer una cuenta y la iba a romper.
La armé sin pensar en el nombre y hoy ya amo a mami albañil, es un nombre que funcionó.

- ¿Por qué te parece que funcionó?
Porque es un nicho que no estaba en redes. Había mucho de deco, pero nada de obra, manualidades, armado de cosas. Y está en auge el empoderamiento femenino, poder salir adelante, poder arreglárselas sola.

- ¿Cómo impacta Instagram en tu día a día y en tu vida?
En mi vida, todo. Me dio hasta mi novio que era un seguidor, imagínate. Tuve que bajar 20 cambios con el nivel de uso de la red social. Llega un momento en que te come el monstruo y tu vida pasa a ser un reality. Pasar esa barrera fue difícil porque se genera una adicción. Antes me estresaba si no tenía un tutorial para subir, pero ahora me relajé un montón y eso que igualmente soy bastante ac-
tiva. De repente te saludan en la calle, te escribe gente que te conoce con comentarios buenos y comentarios malos. No es fácil lidiar con todo eso. Ahora, lo vivo mucho más feliz.

- ¿Te demanda una rutina? ¿Cuántas horas al día estás frente a una cámara o con materiales en la mano?
Soy lo más antiorganizada, no tengo una rutina. Los tutoriales van surgiendo. Por ejemplo, puede que ocurra de estar en mi casa y que se
rompa el pituto de la cadena: lo arreglo y de ahí sale un tutorial. Por lo general, el contenido es algo que va apareciendo.