Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, en Diario Perfil

El 25 de noviembre de 1984, Argentina vivía un momento especial. Con una democracia recuperada hacía apenas un año, el Gobierno tenía el desafío de resolver un problema limítrofe que llevaba tiempo. 

La propuesta de firmar un Tratado de Paz y Amistad con Chile que pusiera fin a las diferencias sobre el Canal de Beagle sería resuelta por la ciudadanía a través de una consulta popular no vinculante. 

La mayoría de la población acompañó la propuesta del oficialismo. De todas formas, ese aval apenas alcanzó para que fuera aprobada por el Senado: 23 votos a favor contra 22 rechazos. 

En ese entonces, hace 40 años, Jesús Rodríguez era un militante activo por el “Sí”, además de diputado nacional y presidente de la Juventud Radical. En diálogo con Acciones, revivió aquella elección que dio legitimidad a un hito en la política exterior del gobierno de Raúl Alfonsín.

- ¿Cuál era el contexto en el que se desarrolló la consulta popular?

La Argentina estaba en la inauguración democrática y era un país rodeado de dictaduras, era un islote democrático en la región. Veníamos de una guerra perdida contra una potencia de la OTAN y al borde de un enfrentamiento con un país vecino con el que teníamos casi 5.000 kilómetros de frontera. De hecho, la dictadura había desconocido un laudo arbitral por el que casi entramos en guerra unos años antes.

Alfonsín estaba convencido de que para que la democracia se consolidara, debía haber democracia en la región. Trabajó intensamente en esa dirección. 

Esa vocación de democracia significaba también paz entre los países vecinos. Había que formular, litigar el diferendo para terminarlo. En ese sentido, se debía producir un nuevo tratado.

- ¿No alcanzaba con la legalidad del acuerdo entre países?

Argentina venía con esos actos reflejo del autoritarismo del pasado. Entonces, además de legalidad había que darle legitimidad al Tratado. Por eso, se convocó a consulta popular, que no era vinculante. Fue muy masiva, con un resultado de más del 80% a favor del “Sí”.

Esa decisión de formular un Tratado de Paz y Amistad con Chile fue aprobada en Diputados. Pero a pesar de los resultados de la consulta, en el Senado se aprobó solo por un voto porque el Partido Justicialista votó en contra institucionalmente.

- ¿Sentían que se jugaban la paz en la consulta popular?

Estaba el eje de la paz con Chile. Si el plebiscito hubiera sido negativo, la posibilidad de ratificar el Tratado hubiera sido nula. Si con ese baño de legitimidad se ganó por un voto en el Senado, ¿qué hubiera pasado si el resultado era otro?

- ¿Cuál fue el rol del canciller Dante Caputo, recordado por aquel debate con el senador Vicente Saadi que se realizó 10 días antes de la consulta?

Tuvo un rol muy importante, explicando los alcances del Tratado, sus características. Recorría, hacía, explicaba el contenido. Fue un actor principal en ese momento. Hubo, también, otros dirigentes muy activos, sobre todo los diputados. Puedo mencionar a Freddy (Storani), (Leopoldo) Moreau, (Marcelo) Stubrin y (César) Jaroslavsky, entre otros.

- ¿Qué vino a aportar la reforma constitucional del '94 respecto de esta herramienta?

La Constitución democrática consagró un mecanismo de democracia semidirecta que establece límites: no pueden hacerse consultas populares o referéndums en materias sobre las cuales el Ejecutivo no tiene facultades: tributarias, penales y electorales. De acuerdo a la Constitución, no se puede plebiscitar, por ejemplo, la pena de muerte o la modificación de la ley electoral.

- ¿Por qué no se usa la consulta popular en Argentina?

Es un mecanismo excepcional. La democracia, por definición, es representativa. La democracia plebiscitaria es lo contrario a democracia representativa, que supone deliberación en el Congreso.

- ¿Cree que pueden volver a surgir conflictos limítrofes? 

Las democracias son siempre más aliadas de la paz entre los países. El límite más seguro para la paz son las democracias.