En marco del duodécimo aniversario de la tragedia de República Cromañón, en donde murieron 194 personas, Gestionpublica.info dialogó con Nilda Gómez, madre de Mariano, quien falleció esa noche y Presidenta de la Asociación Familias por la Vida, que trabaja en prevención nocturna y que, conjuntamente con el Instituto Nacional de la Música (INAMU), lanzaron un Manual de Formación sobre Prevención de Riesgos Escénicos.

¿Cómo surgió la idea del manual?

Fue una necesidad. Post cromañón uno descubrió que había miles de cosas que estaban mal y que desembocaron en la muerte de 194 personas. Hay muchos sobrevivientes que todavía no puedan rearmarse.

¿Qué contiene el manual?

Se llamó a especialistas en electromecánica y en ingeniería para establecer las pautas mínimas de seguridad, por ejemplo, para que nadie se quede electrocutado, cosa que pasó con tres guitarristas en el último tiempo. No es una gran inversión tener un lugar seguro, solo hay que tener las cosas claras de lo que hay que hacer y si sucede un accidente estar preparado para resolverlo en el momento. El manual se va a distribuir de manera gratuita para todas las personas que lo quieran.

¿Cómo trabaja Familias por la Vida?

A través de una línea gratuita recibimos denuncias y controlamos que lleguen al lugar que corresponde. Fiscalizamos y auditamos de manera exterior lo que hace el Gobierno con las denuncias que nosotros le enviamos.

¿Con qué área del Gobierno trabajan?

Tenemos un sistema que toma la denuncia y lo envía a la Agencia Gubernamental del Control de la Ciudad. Ellos organizan las inspecciones y tienen la obligación, a raíz de un convenio firmado, de en menos de 15 días darnos una devolución de lo que pasó con esa denuncia. En ese momento nosotros llamamos al denunciante y le comunicamos qué se logró.

¿Solo reciben denuncias en Capital Federal?

Llaman de todos lados, de todas las provincias y del conurbano. Hay un mecanismo aceitado con cartas modelo. Tenemos contacto con todos los municipios. Realizamos también un seguimiento y por semana vemos que se dan entre tres y cuatro clausuras. Pero también hay muchas violaciones de clausuras, lo que marca que todavía hay un sistema perverso del empresariado argentino que pone el dinero por encima de la vida de los chicos.

¿Lo más difícil es luchar contra los empresarios?

Yo creo que hay que erradicar el ‘no pasa nada’ y la corrupción. Pero también la ambición desmedida de la gente. Nadie pone un negocio para perder, pero si siempre vas a privilegiar el dinero por encima de la vida de la gente, la verdad que es complicado. Lo importante es la toma de consciencia.

¿Y los jóvenes toman consciencia?

Hoy los chicos y los padres denuncian irregularidades. Muchas veces los chicos les cuentan a los padres como estaba el lugar y ellos son los que llaman. Damos muchas clases en las escuelas donde explicamos cuales fueron las causas, consecuencias y como se puede evitar una tragedia. Trabajamos de manera intensa con los jóvenes porque es importante que ellos tomen consciencia. Nosotros como asociación tenemos esa posibilidad. En capital los chicos están más controlados por este mecanismo que lleva tres años y porque pasó Cromañón, entonces hay una mirada distinta, pero en el conurbano es muy complicado.

¿Cuál es el motor de los familiares que integran la ONG?

Entendemos que hay un derecho que es el de divertirse y que tiene que ver con todas las edades. Los jóvenes tienen una necesidad de salir de divertirse, o de armar una banda para decir lo que sienten a través de canciones. Entonces realmente tienen que estar seguros, no podemos seguir atando todo con alambre. La música no mata, en todo caso mata un enchufe mal colocado, la negligencia, o el decir ‘no pasa nada’.

¿Clausurar boliches es una solución?

Está claro que nadie quiere cerrar un boliche. Porque cuando se clausura un lugar, los chicos se van a otro lado y ahí aparece otro riesgo porque se trasladan a lugares más lejanos. Lo importante es que cada municipio tenga los boliches para que los chicos se puedan divertir en condiciones y si no lo están, cerrarlos momentáneamente hasta que tengan lo que la normativa exige.