Oscar Oszlak: “Ninguna administración pública puede ser mejor que la sociedad de la que forma parte”
Entrevista GestionPublica.info
El Doctor en Ciencia Política fue “la frutilla del postre” del Congreso realizado en Resistencia. Hablo sobre las distintas manifestaciones del Estado en la vida cotidiana de los ciudadanos y observó que, aunque la Argentina registre mejores niveles de desarrollo, “la equidad distributiva sigue siendo mala”. Entrevista con los enviados especiales de gestionpublica.info.
Ante un auditorio repleto, conformado por funcionarios, trabajadores del Estado y académicos de todo el país, el Doctor en Ciencia Política Oscar Oszlak brindó una charla en el marco del Sexto Congreso Argentino de Administración Pública que se realizó la semana pasada en Resistencia, Chaco.
El intelectual, que fue presentado como el “decano de los expertos en administración pública”, basó su exposición en las distintas manifestaciones del Estado en la vida cotidiana de los ciudadanos.
Para eso, se valió de una “herramienta propia de los antropólogos: la historia de vida”, dijo. Así, narró los acontecimientos que le sucedieron a Juan, un personaje imaginario, en un día normal durante la primera época del peronismo.
Juan –contó Oszlak- se levanta temprano en la pieza que alquila desde hace años, prende la luz, servicio del que está “colgado” también desde hace varios años, se toma unos mates antes de ir a trabajar, escucha unos “valsesitos” en la radio y despierta a su hija para que vaya a la escuela. Luego, camina las 12 cuadras que lo separan de la estación del tren que lo llevará hasta la fábrica. En el camino, piensa que, desde que inauguraron la escuela del barrio, su hija ya no tiene que trasladarse tanto. Toma el tren, que desde la reestatización suele retrasarse, y llega a su trabajo. Al momento del descanso, suena la alarma de la hora oficial. Juan descubre que olvidó llevar la vianda del almuerzo, aunque sabe que podrá comer en la fábrica un menú bastante barato.
Tras estas palabras, Oszlak repite la historia pero con un agregado especial. La pieza de Juan no es cara porque el Gobierno congeló los alquileres pese a la marcada suba de precios de los últimos tiempos; Juan sabe que no le van a cortar la luz, porque el Estado garantiza la provisión del servicio; los “valsesitos” están cantados en castellano porque el Gobierno dispuso que las emisoras le den prioridad a las producciones culturales locales; la escuela de su hija es pública; el tren ha sido reestatizado; la hora de descanso es uno de los derechos de los trabajadores contemplados por el Estado; y el menú es accesible porque el Gobierno así lo dispuso.
“El Estado está presente de múltiples maneras”, dijo el intelectual, y trazó paralelismos entre el funcionamiento de la administración pública y el cuerpo humano, mediante conceptos como la “capilaridad del Estado”, entendida como su manifestación “a nivel celular” en el funcionamiento de las instituciones y en la vida cotidiana de los ciudadanos. En ese sentido, añadió: “El Estado nos da su tejido conjuntivo, es como un cemento” en la sociedad.
Asimismo, Oszlak explicó lo que llama los “tres pactos fundacionales”, un conjunto de reglas de juego: el pacto de dominación, relacionado con la gobernabilidad; el funcional, surgido de la división social del trabajo; y finalmente, el pacto distributivo.
Por otro lado, el autor de textos como Estado y sociedad, las nuevas reglas del juego, y La formación del Estado argentino, reflexionó sobre el uso de términos en otros idiomas para referirse a instituciones locales. “Por ejemplo, ¿qué es la accountability?, significa rendición de cuentas, pero tiene que ver con la voluntad de rendir, y no con una exigencia. Entonces, yo estoy convencido que si un idioma no incorpora con un solo término una idea que expresa este tipo de manifestaciones de responsabilidad, significa que (la conducta) no ha sido incorporada a la cultura”, razonó y agregó: “Ninguna administración pública puede ser mejor que la sociedad de la que forma parte”.
Tras responder las preguntas de los asistentes, que insistieron con conocer más sobre la suerte de Juan, Oszlak atendió a los enviados especiales de gestionpublica.info.
-¿Qué es un buen Estado?
-Mirá qué pregunta. Tenemos montones de adjetivaciones. Se ha planteado el Estado necesario, el Estado atlético, el Estado bueno, creo que O’Donnell habla de eso, el Estado modesto, el catalítico; cada una de estas expresiones alude a un aspecto particular de lo que el Estado debiera hacer y ser, son calificativos. El término ‘bueno’ es demasiado genérico. Uno debiera vincular ‘bueno’ con un Estado al servicio de lo que podríamos llamar el interés general de la sociedad, la felicidad pública, como se la denominaba en una época histórica anterior, el buen vivir, como dice la constitución ecuatoriana. Entonces, un Estado al servicio de ese tipo de valores superiores, implica fundamentalmente un Estado al servicio de la sociedad tomada en su conjunto, y no al servicio de intereses particulares o de los propios burócratas. En ese sentido, ‘bueno’, como calificativo es tan ambiguo que uno podría usar algún otro tipo de adjetivación como, por ejemplo, cuando se habla del Estado catalítico, que quiere decir un Estado que interviene pero no está mezclado con los intereses dominantes en la sociedad. Porque el catalizador produce una reacción sin mezclarse con los ingredientes de esa reacción.
-Durante su exposición, sugirió que la respuesta a la pregunta sobre cuál debería ser el rol del Estado excedería los límites de cualquier evento. ¿Cuál cree que es el rol del Estado en la actualidad?
-Cuando un responde una pregunta como esa, está pensando en la naturaleza misma del Estado. Hablamos de un Estado capitalista, de una sociedad capitalista. Por lo tanto, desde el punto de vista de la deseabilidad, y si es que no modificamos las reglas de funcionamiento básicas de una sociedad como son las capitalistas -desiguales por propia naturaleza-, el rol del Estado debiera ser producir las máximas posibilidades de equidad social, más allá de, por supuesto, contribuir a través de su acción a la convivencia civilizada y, también, promover el desarrollo de las fuerzas productivas. Y esas son, en esencia, las tres funciones fundamentales del Estado, garantizar la gobernabilidad de una sociedad, reglas de juego estables de convivencia civilizada, generar condiciones para el desarrollo de las fuerzas productivas, eligiendo los mecanismos y promoviendo a los actores que mejor estén en condiciones de producir ese desarrollo, y por supuesto, mejorar la distribución del excedente social.
-Habló de los tres pactos fundacionales, ¿cómo cree que se manifiestan hoy?
-Yo traté de medir cuantitativamente cuáles son las condiciones de gobernabilidad, desarrollo y equidad en la Argentina respecto de otros 125 países. Evidentemente, los países que hoy en día encabezan el mundo en esta materia, y donde existe el máximo grado de compatibilidad entre los tres pactos fundacionales de una sociedad, son los escandinavos, donde tienen los más altos grados de gobernabilidad, desarrollo y equidad distributiva -están en valores que exceden los 90 puntos sobre 100-. La Argentina, lamentablemente, está en un valor de alrededor de 40 puntos, en el pelotón de cola. Sobre 125 países de los que existía información, andamos por el lugar 70. Podemos tener mejores índices de desarrollo, pero la equidad distributiva sigue siendo mala, los últimos informes dan cuenta que la pobreza y la indigencia siguen en niveles altos; y, sobre todo, desde el punto de vista de la gobernabilidad, los puntajes en temas como la generalización de la corrupción, el respeto del estado de derecho y la efectividad del gobierno -una serie de indicadores que utiliza por ejemplo el Banco Mundial-, nos da bastante bajo. De manera que ahí me remito a las estadísticas, más allá de que podamos cuestionar la exactitud de esa estimación.