Ernest Hemingway, un narrador norteamericano del cual los periodistas del mundo aprendieron mucho por su estilo tan directo y punzante, fue el autor del hermoso libro París era una fiesta.

La Ciudad de la Luz también estaría presente en otro trabajo suyo que ganó miles de lectores en el mundo, su libro Fiesta. Allí describe los personajes que conoció, anécdotas especiales, figuras importantes del arte y la escritura y, fundamentalmente, el clima de algarabía, locura, libertad sexual y borracheras de los años veinte del siglo pasado en París.

Hemingway había peleado a los 19 años en el frente italiano contra los austríacos conduciendo ambulancias, como voluntario, porque era nativo de otro país. Contaría su experiencia vital en un libro publicado en 1929 titulado Adiós a las armas.

Fue herido, se enamoró de una enfermera, comenzó a ser conocido como escritor y se embarcó hacia París en aquellos años veinte, porque odiaba al Estados Unidos de la "ley seca", o sea, la prohibición de ingesta de alcohol y el modo de vida norteamericano. Tenía veintipico de años.

Hicieron lo mismo otros escritores estadounidenses y especialmente músicos y cantantes afroamericanos (entonces calificados de "negros") para escapar del grave racismo. Eran marginados y maltratados: debían usar -especialmente en toda la región sur del país- otros baños, no podían entrar en los restaurantes de los blancos e ingresaban a los espectáculos por la puerta de servicio. Brillantes intérpretes como Louis Armstrong, Billie Holiday y Josephine Baker, reconocidos, muy aplaudidos por el público, debían hacerlo para cumplir con las leyes raciales.

¿Por qué París? En los años 20 la metrópoli compartía con Berlín los principales centros de la cultura europea. Había terminado la Primera Guerra Mundial que se llevó 10 millones de ciudadanos en el continente y se retornaba con apremio a la felicidad de vivir.

En otros rincones de Europa crecían otros regímenes más totalitarios: en 1917 los bolcheviques tomaron el poder y desplazaron al zar y su familia para luego asesinarlos; en Italia crecía el fascismo que tomó el poder después de la marcha hacia Roma en 1922 y el nazismo ya se mostraba apeteciendo el poder conducidos doctrinalmente por Hitler mientras gobernaba la social democracia en lo que se llamó la República de Weimar.

Los músicos norteamericanos se impusieron en París donde se los quería y admiraba. El jazz prendió fuerte allí. Los escritores deambulaban por la ciudad y dialogaban o se enfrentaban en los bares. En las mesas desapareció la absenta o ajenjo (conocido como "El Diablo Verde") que ya había sido prohibido por el gobierno francés pero los parisinos no obedecieron y fue reemplazo por el whisky y los cocktails a los que estaban habituados los norteamericanos.

París luchaba por recuperar el "tiempo perdido" en la terrible pelea en los campos de batalla, exorcizar a los fantasmas de las trincheras.

Montparnasse era el barrio más concurrido por los visitantes y los artistas franceses. Estaba situado en la orilla izquierda del río Sena. Otros creadores como el poeta Apollinaire, el pintor italiano Modigliani y el español Picasso abandonaron Montmartre y se instalaron en Montparnasse que tenía un aire bullicioso e internacional.

París atraía también a artistas rusos, japoneses, italianos, alemanes y polacos que llegaban con el sueño de poder vivir de su arte. Y no estaban desacertados. La ciudad era un importantísimo mercado de pintura que se vendía a buen precio para las clases pudientes de toda Europa.

Allí, en Montparnasse, estaban pintores exquisitos como Marc Chagall y uno de los pioneros del cubismo: Fernand Léger. Los alquileres eran baratos. El barrio tenía su propias historias. Allí se reunían adolescentes y adultos en el siglo XVII y XVIII que recitaban poemas en ese montículo de la zona urbana.

Lo llamaron "mont parnasse", monte Parnaso, en recuerdo del monte donde los griegos mostraban su devoción por los poetas y escritores.

Ese montículo se encontraba en la intersección de los actuales bulevares de Montparnasse y Raspall. En 1920 ese lugar se convertiría en "el predilecto del arte internacional" o "un salón al aire libre bajo las estrellas" como lo definió el pintor André Masson.

Locales como "La Closerie des Lilas", "Le Dome", "Le Select", "La Coupole" fueron el centro de aquella bohemia que encontraba en esos bares un refugio verdadero frente a los húmedos estudios donde trabajaban. Allí se congregaban escritores, pintores, músicos, exiliados rusos que huían de la revolución e intelectuales atraídos por la posibilidad de crear en paz y ejercer la tolerancia entre personas de tan distinto origen.

"Más que un barrio, o un distrito, Montparnasse es un estado de ánimo" escribió uno de sus habitantes. Entre 1922 y 1927 arribaron 35.000 norteamericanos, entre ellos, afroamericanos y escritores como Francis Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, los pioneros de  "La Generación perdida". Así los calificó Gertrude Stein, acaudalada norteamericana afincada en París con su pareja Natalie Clifford Barney, a todos los que habían participado en diferentes ejércitos aliados en la reciente guerra. Stein actuó también como mecenas y propagandista de los nuevos creadores.

Se pueden mencionar algunos nombres que se refugiaron en París que tuvieron un éxito rotundo a partir de los años veinte y treinta y aún se mantienen en las bibliotecas por su escritura vigorosa y palpitante. Por ejemplo: John dos Passos, William Faulkner, John Steinbeck, Sherwood Anderson y otros. A fines de los años veinte llegó Henry Miller y su esposa June. Miller escribiría Trópico de Cáncer en 1934, cuya esencia de fondo era París y su gente.

Como escribió uno de ellos, "un delirio salvaje" se apoderó de París. Las fiestas y los bailes eran permanentes. La droga circulaba con facilidad. Vivir sin límites era el lema. Las mujeres estaban cambiando la moda previa a la guerra. Se usaban faldas cortas, lucían un corte de pelo a la "garçonne", se maquillaban (antes de la guerra la blancura de piel era sinónimo de belleza), bebían alcohol, fumaban, conducían los autos y bailaban ritmos excitantes del jazz. La artista preferida era Josephine Baker.

En ese París se celebró la primera exposición de pintores surrealistas que se proponían renovar el arte y la vida. Los poetas mostraron nuevos estilos. En la ciudad también estuvo la Exposición Internacional de Artes Decorativas, donde se expusieron ante millones de visitantes las novedades del art déco, que simbolizó la modernidad incluso en el diseño industrial.

La nueva imagen femenina estuvo también asociada a París, de la mano de Coco Chanel: la ropa se simplificó y los perfumes fueron los más exitosos del mundo. El pantalón se fue incorporando y aparecieron los primeros pijamas de mujer. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Chanel fue acusada de colaboracionista de los alemanes y juzgada. No fue la única, pero se mostraba públicamente del brazo de un coronel nazi.

Tras el crack de 1929 y la profunda recesión norteamericana a lo largo de la década de los años treinta, la "luz" de París se fue apagando, se convirtió en un lugar de barrios sórdidos. En un bar murió de un síncope cardíaco, en 1939, Joseph Roth, estupendo escritor austríaco, alcohólico con quien Stefan Zweig supo mantener largos años.

Si Roth se hubiera quedado en París seguramente habría sido enviado en 1943 a los campos de concentración alemanes, con la complicidad de la policía y los extremistas pronazis, por decisión del ejército alemán ocupante del país y del gobierno colaboracionista de Vichy, conducido por el general Petain.

Hemingway viviría luego mil aventuras como cazador, adherente al bando republicano en la guerra civil española y siendo uno de los primeros en llegar a la París liberada, tras el desembarco aliado en Normandía en 1944.

Fue autor de dos bellos libros: Por quién doblan las campanas, sobre la resistencia republicana ante la rebelión militar encabezada por Francisco Franco, y el inolvidable El viejo y el mar, teniendo una casa en la isla de Cuba.

Era un activo pescador de los enormes peces espada (para conseguirlos había que estar atado a una silla en la embarcación y luchar un par de horas hasta agotar a la presa). En Cuba, en los años 50, conoció a un viejo pescador que le contó su experiencia en el mar y expuso en el libro de manera poética.

A los 55 años, alcohólico, avejentado y sin ideas literarias, ingresó en una depresión extrema. Fue internado a lo largo de cinco años y tratado con métodos torturantes como el electroshock. Se suicidó a los 61 años con una escopeta de caza. Quedó vigente toda su amplia y emocionante escritura.

Woody Allen mostró aquel París bullicioso de los años veinte en su inolvidable película Medianoche en París, filmada en 2011.