El presidente del Tribunal de Cuentas de la Provincia de Buenos Aires, Eduardo Benjamín Grinberg, presentó su renuncia antes de que termine 2021 y fue aceptada por el Gobernador de la provincia. El contador estuvo 34 años al frente del principal organismo de control que ya busca su sucesor. 

- ¿Hay una razón puntual por la que deja el cargo?

Los motivos de esta decisión son estrictamente personales. En diciembre cumplí 80 años de edad y en febrero cumpliré 35 al frente del Tribunal de Cuentas. Dos números que por sí mismos marcan el final de una etapa. El Tribunal de Cuentas ha alcanzado los logros que me había propuesto. La modernización y el fortalecimiento institucional del organismo continuarán en el futuro con la misma o mayor intensidad que durante el período que me tocó liderar como presidente.

- ¿Qué recuerda de su llegada al Tribunal?

Asumí la presidencia del Tribunal de Cuentas el 9 de febrero de 1987. En aquel tiempo, el organismo demoraba hasta 10 años en emitir un fallo sobre el estudio de la cuenta de un municipio. Con la nueva ley orgánica de 1989, se pudo organizar la auditoría con delegaciones en el interior de la provincia, en el marco de un control concomitante y con plazos legales para que el Tribunal auditase en tiempo real y tuviese dictamen al final del ejercicio.

- Usted vivió la transformación del organismo

Recuerdo los cajones de papeles que llegaban al Tribunal de Cuentas todos los días en 1987. Hoy el organismo cuenta con un sistema 100% digitalizado, con notificaciones electrónicas e incluso con un portal de datos abiertos para que la ciudadanía pueda ver en gráficos simples la evolución de la deuda municipal, los gastos y la recaudación de cada distrito. A mi entender, era la institución más devaluada de la Provincia. Hoy la Presidencia del Tribunal de Cuentas es un cargo que representa a una institución fuerte, modernizada y prestigiosa, a la que muchos desean acceder. Debo destacar expresamente que el mérito no es de una sola persona, sino de un grupo humano que ha sabido trabajar en equipo de manera coordinada y consistente para alcanzar los objetivos que se había propuesto.

- ¿Qué momento de su gestión destaca?

Gracias a un fuerte programa de capacitación que pusimos en marcha a comienzos de los 2000, se consiguió que el Banco Mundial, el BID y otras entidades de crédito multilaterales eligieran al Tribunal de Cuentas bonaerense como auditor de los préstamos que otorgan a la Provincia, reemplazando así a las grandes empresas privadas de auditoría que lo hacían hasta entonces.

- ¿Cuál es su legado luego de casi 35 años al frente del Organismo? 

Suelo repetir que el control de la gestión, en sus diversas facetas, es parte fundamental de la institucionalidad en la organización social y jurídica de las democracias modernas. Dejo como legado un lema que define a esta idea: Gestión y control constituyen el anverso y el reverso de la misma moneda.

- ¿Hoy se gestiona de la misma manera que hace tres o cuatro décadas?

El Tribunal de Cuentas históricamente fue concebido como un organismo sancionatorio. Hoy, en cambio, lo caracteriza el acompañamiento a la gestión, utilizando para ello el esclarecimiento, la docencia y la prevención. Si un profesor se plantea como objetivo aplazar a sus alumnos, evidentemente es un mal profesor. Por eso al final de mi gestión, la imagen de Tribunal frente a la sociedad y a quienes gestionan es muy distinta. De este modo, gestión y control construyen un prudente equilibrio para que, con eficiencia, eficacia y economía, la acción del sector público llegue a la sociedad, en su beneficio y en la satisfacción de sus necesidades.

- ¿Cuáles son los desafíos que tendrá el próximo Presidente? 

La vida y la misión del Tribunal de Cuentas implican una gestión dinámica, más en un contexto donde la tecnología impacta de manera formidable. En 1987 nada de esto existía y hoy estamos siendo arrollados por un intenso proceso de cambio que no podemos comprender a la misma velocidad. Esos cambios continuarán siendo un desafío para que el Tribunal de Cuentas se mantenga moderno y cercano a sus auditados. Datos abiertos, robótica, inteligencia artificial, redes sociales, velocidad en la comunicación, constituyen aspectos tecnológicos que el sector público en su conjunto deberá absorber sin duda alguna.