Un documental titulado The Social Dilemma (El dilema de las redes sociales), disponible en la plataforma de Netflix, pone al descubierto la cara oculta de esos medios de comunicación tan exageradamente usados. No es un tema menor ni es actual. Se viene hablando desde hace tiempo, pero parece que muchos han tomado conciencia. 

Son fuente de fake news, de noticias inventadas y apocalípticas, de intromisión en la vida de los que las usan que pretenden reemplazar a los medios de comunicación tradicionales. Las noticias falsas se propagan seis veces más rápido que las verdaderas. Viven en pugna con los periódicos, programas radiales y televisivos. Es un ida y vuelta. Porque aquellos que fueron o siguen siendo masivos también se valen de las redes. Muchísimos delitos y accidentes han sido filmados por particulares y proyectados en la televisión. Pero las redes no pueden competir con los distintos medios de comunicación. La noticia solo es confiable si es desinteresada y chequeada.

Los personajes que administran las redes pueden captar usos y costumbres de los usuarios, sus ideologías, sus placeres, lo más profundo de sus intimidades. Las venden ilegalmente al mejor postor o para los servicios de inteligencia de una o más naciones que pretenden vigilar la vida íntima de sus poblaciones. Pueden influir en las elecciones para cargos en los gobiernos y los hackers se encargan de manchar la autenticidad de la elección de máximas autoridades.

En Estados Unidos, la campaña que consagró a Donald Trump como presidente hace cuatro años, éste fue respaldado con mentiras forjadas por hackers del extranjero. Se dice, pero no está comprobado, que eran rusos, devotos de Vladimir Putin.

Ni el más futurista de los escritores que hablan o escriben acerca de los cambios futuros en las sociedades pudieron imaginar la existencia de las redes sociales, una forma de estar presente en distintos lugares. Las igualaron a el Gran Hermano, al vigilador, paranoicamente hablando. Cuando surgieron, los pensadores creyeron que serían útiles al mejoramiento de las relaciones humanas. 

No fue así, porque quienes ofrecían gratuitamente las redes estaban interesados en especular o vender los secretos de quienes las usaban. Otro problema: crearon adicción, un tema que solo podía ser tratado por la psicología. Por especialistas que puedan ayudar a despegarse. 

Incluso perjudicó el ritmo de la educación y fue una fuente de conflictos en las familias donde a la hora del encuentro de los padres con sus hijos, éstos llevaban los teléfonos celulares a la mesa , dañando el diálogo. O, como contrapartida, padres que seguían pendientes de sus obligaciones laborales o de sus obsesiones.

La película usa un lenguaje que pueden entender las grandes audiencias. Hablan y dialogan ex y también actuales ejecutivos que manejan (y manipulan) las redes. Son ricos. Cuentan secretos operativos detrás de ellas. Sin embargo, la crítica que se puede hacer al film es que no brinda soluciones ante el avasallamiento de las redes.

Se ha transformado todo en una cuestión política. O de políticas públicas.

Las redes sociales también sirven para la publicidad de los productos, la exaltación del ego y el bullying, el mayor de los maltratos, por la viralización que acorrala a las víctimas hasta la desesperación.

Son usadas en los últimos años para emitir consignas o llamados a los cuatro vientos para que la población se manifieste masivamente. Eso ya fue usado en la revolución fracasada en Egipto contra las autoridades, que terminó con la toma del poder por los militares. También estuvieron a la hora correspondiente en las manifestaciones en Estados Unidos contra el racismo, en Bielorrusia contra un personaje-político corrupto, protegido por Putin, instalado en el máximo poder desde hace tiempo, y en distintas protestas en Argentina.

Mark Zuckerberg, un destacado estudiante de ciencias en la Universidad de Harvard, nacido en 1984, asociado con compañeros de estudios y con el respaldo de sus profesores fueron los creadores y fundadores de Facebook. Hijo de un padre psiquíatra y una madre dentista, Zuckerberg figura ahora entre las 100 personas más ricas e influyentes del mundo. Ha debido rendir cuentas ante el Parlamento norteamericano por la invasión a la privacidad de los ciudadanos, que constituye un delito. También ha tenido conflictos con autoridades europeas por las mismas razones. Además, porque choca con la posible difusión de secretos militares.

En el documental The Social Dilemma, los forjadores de las redes señalan que Zuckerberg, dueño de una fortuna calculada en más de U$S 100.000 millones, hace temblar, cuando quiere, a la famosa Wall Street. Solo durante la pandemia del COVID-19 ha ganado U$S 30.000 millones.

Los datos personales en las redes son recopilados y organizados mediante algoritmos. Con esos secretos analizan los tiempos de lectura y la exposición a las imágenes que se alojan en enormes servidores absolutamente secretos. Así, se ofrece información sobre los usuarios a las empresas que pagan millones de dólares por esos preciosos datos. Los compradores suelen ser marcas de cosméticos, automóviles, computadoras o artículos de belleza. También se nutren los políticos y los gobiernos.

Uno de los que declara en la película, Tristan Harris, es un ingeniero en sistemas que trabajó Google y que trató de advertir a sus colegas sobre el riesgo de adicción de los usuarios. Describen la red como una de las herramientas más eficaces para atraer a los que están fuera y mantener a los que ya están conectados.

En palabras de Harris, las redes capacitan a toda una generación que, cuando se sienten incómodos o aburridos, solos o asustados, recurren al chupete digital para calmarse. Esos chupetes aportan un sentimiento de felicidad o de logros alcanzados. Eso, dice el ingeniero, va atrofiando la capacidad de afrontar la realidad.

Para el psicólogo social Jonathan Haid, las redes están asociadas con el aumento de casos de depresión y ansiedad, especialmente en niños y adolescentes. En Estados Unidos han aumentado en los últimos años los suicidios de adolescentes. Otro de los entrevistados asegura: "creamos un sistema que privilegia la información falsa ( y mentirosa) porque rinde más dinero que los datos verdaderos".

El tema merece ser debatido y priorizado por los máximos poderes políticos en el planeta.