Ruido urbano: cuáles son las estrategias para mitigarlo y en qué falla el control
La OMS recomienda como máximo 55 dB. Sin embargo, en ciudades como Buenos Aires, Córdoba o Rosario, los niveles superan los 65 dB. ¿Qué medidas ayudan a reducir su impacto y qué dicen los informes de control sobre su aplicación?
El tráfico vehicular, la actividad industrial, la construcción, el transporte aéreo y determinadas actividades recreativas son las principales fuentes de contaminación acústica. En grandes ciudades argentinas como Buenos Aires, Córdoba o Rosario, los decibeles son muy superiores a los recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Si bien los datos son preocupantes, no hay estrategias ni políticas eficaces que ayuden a revertir esta situación.
Un informe del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación reveló que, en 2019, el 45% de las mediciones de ruido realizadas en diferentes puntos de la Ciudad de Buenos Aires superaron los 70 dB durante el día. Mientras que en la Ciudad de Córdoba, un estudio del Departamento de Higiene y Seguridad Industrial de la Universidad Nacional de Córdoba encontró que el 82% de las mediciones de ruido en zonas urbanas excedían los 65 dB durante el día.
En Rosario, una investigación realizada por el Colegio de Fonoaudiólogos de Santa Fe en 2018 indicó que el 68% de los puntos monitoreados presentaban niveles de ruido superiores a los 65 dB durante el día. Y en Mendoza, un relevamiento realizado por la Dirección de Protección Ambiental en 2019 reveló que el 63% de las mediciones de ruido en áreas urbanas superaron los 65 dB diurnos permitidos por la legislación local.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los niveles de ruido ambiental no excedan los 55 decibelios (dB) durante el día y los 40 dB durante la noche para evitar molestias significativas. La exposición prolongada a niveles altos de ruido puede causar problemas como pérdida de audición, tinnitus o zumbido en los oídos y alteraciones del sueño. También se ha asociado con efectos cardiovasculares, problemas de estrés y disminución del rendimiento cognitivo.
Estrategias para mitigar el ruido
La mayoría de los países han establecido límites legales para los niveles de ruido permitidos en diferentes entornos, como áreas residenciales, escolares, hospitalarias y lugares de trabajo. Asimismo, el ruido ambiental también puede afectar a la vida silvestre, alterando su comportamiento, comunicación y patrones de reproducción.
Algunas estrategias para mitigar la contaminación acústica incluyen el uso de barreras acústicas, el aislamiento acústico de edificios, la implementación de normas de emisión de ruido para vehículos y maquinaria, y la planificación urbana que considere la ubicación de fuentes de ruido.
Deficiencias en el control
La Auditoría General de la Nación (AGN) relevó al ex Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MAyDS) y expuso graves falencias en las áreas encargadas de fiscalizar y controlar las emisiones contaminantes provenientes del transporte automotor.
Vale la pena mencionar que el entonces Ministerio, por medio de la Coordinación de Emisiones Vehiculares (CEV), lleva adelante acciones de fiscalización y control de las emisiones contaminantes y de los ruidos provenientes del transporte, es decir contaminación atmosférica y sonora.
Según la auditoría realizada al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible durante los años 2018 a 2021, ni el Laboratorio de Control de Emisiones Gaseosas Vehiculares (LCEGV) ni la Unidad Técnica Operativa de Emisiones Vehiculares (UTOEV) cuentan con un marco institucional sólido ni procesos administrativos eficientes.
Entre los principales hallazgos, el informe destaca que durante ese período no se realizaron homologaciones de vehículos livianos ni se emitieron Licencias de Configuración Ambiental para motovehículos, requisitos clave para autorizar la circulación de unidades que cumplen con los límites de emisiones permitidos.
Además, la falta de indicadores dificulta medir el real impacto de las políticas implementadas para controlar la contaminación del aire y los riesgos para la salud, particularmente en los centros urbanos más densamente poblados.
En el plano administrativo, la Auditoría encontró “una profunda desorganización y vacíos de gestión”. Ni el LCEGV ni la UTOEV tienen reconocimiento formal en el organigrama del Ministerio, sus directivos carecen de designaciones oficiales, no existen planes estratégicos ni operativos anuales, y se observan fallas en los circuitos de trabajo y sistemas informáticos utilizados.
La AGN concluyó que esta "fragilidad institucional" genera incertidumbre y señaló una serie de recomendaciones, como transformar estas unidades en áreas con funciones y responsables definidos, estandarizar los procesos administrativos, utilizar expedientes electrónicos y migrar las bases de datos a los servidores ministeriales.