Una mañana en el Riachuelo
Recorrimos una parte de la cuenca con Javier García Elorrio, Subgerente Higiene Urbana, quien está a cargo de las cuadrillas de limpieza de los márgenes y el espejo de agua de la Vuelta de Rocha. Trabajo, anécdotas, historias, mitos y certezas de uno de los cursos de agua más emblemáticos del país.
El equipo de El Auditor.info recorrió una parte de la cuenca con Javier García Elorrio, quien está a cargo de las cuadrillas de limpieza de márgenes y el espejo de agua de la Vuelta de Rocha, en La Boca.
La invitación para realizar el viaje por el Riachuelo, y ver las tareas de limpieza y recolección diferenciada de residuos de la cuenca, llegó hace un mes por parte del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana. Pero hubo que esperar que la cuarentena cambiara de fase, que se elabore un protocolo para poder embarcar y que el día esté lindo.
Apenas un rato después de las nueve de la mañana, en la Vuelta de Rocha, frente al Museo Quinquela Martín, Javier García Elorrio nos espera para contarnos todo lo que hace durante una jornada de limpieza, pero principalmente todo lo que se hizo en los últimos diez años en los que formó parte de la Dirección de Limpieza del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
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Apoyado en la baranda, de cara al agua y de espaldas a la calle Pedro de Mendoza, Elorrio afirma que el Estado porteño “hace un esfuerzo muy grande por mantener limpia la Vuelta de Rocha, porque es una imagen que se exporta”. Ahí llega una de las primeras explicaciones: él se encarga de la limpieza de las costas, en total son 19 kilómetros, pero solo el 10% está en territorio porteño. El agua es responsabilidad de ACUMAR.
Guantes de látex, mameluco con capucha incluida y lentes de protección, forman parte del protocolo. El barco es pequeño, pero las cuadrillas salen en otro tipo de embarcaciones, mucho más grandes, algunas con capacidad para 50 personas y cuatro camionetas.
Comienza el recorrido La Boca – Barracas, hacia el sur, a ritmo lento para que Javier pueda contar todas las historias que se le vienen en la cabeza en cada lugar de río. Hay de todo en su cabeza. La tapa de New York Times en el Riachuelo, el taxi que encontró en el agua, los cuatro cuerpos que detectaron sus cuadrillas en diez años y, también, algunas vivezas como la de un hombre que rellenó el Riachuelo con escombros para estacionar camiones o el frigorífico que vertió toneladas de achuras podridas porque se le venía una inspección.
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“Hay mucho mito sobre los objetos que se encuentran flotando en el agua”, se lo escucha decir a Javier entre el viento, el sonido de motor y el tapaboca. Pero hay una certeza: “Todas las pelotas que encontramos, se las regalamos a los chicos de los barrios”.
A media que se avanza en dirección a Puente Alsina van apareciendo las villas. Hoy lucen distintas a como las vio Javier la primera vez que navegó el Riachuelo. Y ese es su orgullo: observar y poder mostrar la transformación del paisaje, que influye en la calidad de vida de quienes viven en las inmediaciones de la cuenca. “La limpieza es como el puño de Dios, una vez que llega, después viene todo lo demás”, afirma Elorrio. Todo lo demás significa obras, urbanismo, espacios verdes y viviendas.
Primero se pasa por el ex Asentamiento Luján. Las fotos de hace unos años muestran que las casas llegaban hasta el agua. Hoy hay una plaza, con el césped bien cortado, sin basura y con un camino diseñado para caminar o andar en bicicleta. El famosos Camino de Sirga, "es un espacio público y para la gente", dice Javier. No se lo puede tocar, nadie construirá nada ahí, al menos así lo establece la Ley.
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Luego se ve la ex Villa 26. Ahí también las medianeras de las casas llegaban hasta el agua y el piso estaba hecho sobre tierra que se colocó sobre la basura. Hoy hay un espacio verde, mesas, se ve alguna palmera y detrás las casas. Las que estaban en el medio del barrio, en la cuarta fila, hoy son las primeras, por lo menos a 35 metros de la baranda que da al río. Detrás de esas casas, a lo alto, se ven los edificios donde fueron reubicadas 200 familias. “Acá el Estado no llegaba, pero llegó el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana y llega todo lo demás”, reconfirma Elorrio, mientras seguimos navegando río arriba.
El asentamiento 21-24 no luce como los dos anteriores. Todavía se está trabajando. Según los cálculos de Javier, en dos años ya no habrá familias que vivan pegadas a la costa. Todavía quedan mil familias por reubicar.
En el camino, pasan varias cuadrillas trabajando en los márgenes del río. En las bolsas negras va lo que no se recupera y en las verdes el material reciclable. Javier destaca que se separa en origen. Todos los trabajadores, cuando ven a Elorrio pasar, levantan la mirada y lo saludan a a lo lejos.
Al llegar a El Pueblito, la villa que está justo donde la Avenida Sáenz choca con el Riachuelo, el recorrido continúa por el sendero peatonal. Hay personas haciendo ejercicio. Javier se encuentra con otros funcionarios. También conoce a los vecinos frentistas que ahora en la puerta de su casa tienen un espacio verde y no el agua contaminada.
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Con orgullo expresa que, en marco de la pandemia, la limpieza de los márgenes también cuenta con una etapa de desinfección. Esa tarea, cuando se vaya el COVID, va a quedar incorporada a la rutina de todos los días. Al regresar a la embarcación, Javier pone principal atención en la vereda del otro lado de Avenida Sáenz. Pedro de Mendoza pasa a llamarse 27 de Febrero. Césped cortado, el cordón recto y parejo y una fila de árboles jóvenes que crecen a la par. Le gusta esa prolijidad.
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La vuelta es mucho más veloz. Del lado de la Provincia de Buenos Aires, unos chicos señalan la pelota que se les cayó al agua. Javier sabe que en un rato, cuando las cuadrillas regresen con su tarea terminada, se la van a rescatar y devolver.
Los números de la limpieza del Riachuelo
El objetivo del plan de limpieza y recolección diferenciada de residuos en el borde costero del Riachuelo, que lleva adelante la Gerencia de Higiene Urbana, es asegurar la calidad del espacio de uso público. Los trabajos se realizan a lo largo de 18 kilómetro sobre una franja paralela al curso del agua de 35 metros. Hay aproximadamente 300 inspecciones anuales, lo que da un promedio de entre 20 y 25 por mes y desde 2010 se recolectaron más de 2.000 toneladas de residuos en el borde costero.
Por supuesto, la situación de pandemia modificó algunas rutinas de trabajo. Desde que se impuso la cuarentena, el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, en conjunto con ACUMAR, realiza operativos de desinfección intensiva en el borde costero de la Villa 21-24, además de la limpieza. ¿Qué incluyen esas acciones especiales en marco del Covid-19? Desinfección por hidrolavado con hipoclorito de sodio, corte de césped, desmalezamiento y fumigación contra mosquitos y plagas.