Publicado: 10-05-2015
 
Por Federico Recagno Secretario Adjunto de APOC Secretario Fundación Éforo.

En la historia ha habido juicios que condicionaron el futuro, tribunales que, de algún modo, han cambiado el curso de la cosa pública. Desde los casos individuales, como el que relata la Biblia, donde el rey Salomón debió intervenir como juez en la disputa entre dos posibles madres de un mismo bebé. Salomón llega a la justicia utilizando la astucia.

Otros episodios de juicios recordables son la condena a Sócrates a beber cicuta; la elección pública entre Jesús y Barrabás y su posterior juzgamiento para terminar crucificado; y los tribunales de la Inquisición o el castigo a "las brujas de Salem" efectuado por iglesias protestantes.

El día del trabajador deriva de la condena a muerte de los trabajadores de Chicago, y en un sentido parecido se conoce la pena capital a Sacco y Van-zetti. Estos son ejemplos de juicios desgraciados y de injustas condenas, pero, asimismo, hay juzgamientos que aportaron algo de luz y justicia sobre hechos lamentables: los de Nuremberg por las aberraciones cometidas en el Holocausto durante la 2o Guerra Mundial.

En el caso de la Argentina, el juicio a la vez más famoso y trascendente ha sido el que, 30 años atrás, se dio en llamar "Juicio a las Juntas", un proceso judicial contra las tres primeras juntas militares de la dictadura que extendieron su poder entre 1976 y 1983, debido a las crueles y masivas violaciones de los derechos humanos cometidas en ese tiempo.

El presidente Alfonsín, a los cinco días de asumir democráticamente, creó la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) integrada por personalidades independientes y, con las pruebas reunidas por esta comisión, iniciar el Juicio a las juntas militares.

Días pasados, en la Feria del Libro, en una charla organizada por APOC con motivo de los 30 años de inicio del Juicio comentado, se integró un panel constituido por Magdalena Ruiz Guiñazú (miembro de la CONADEP), Ricardo Gil Lavedra, Carlos Arslanián (ex jueces) y Hugo Quintana (APOC).

Los protagonistas de aquel juicio se refirieron a los tristes testimonios y dieron cuenta de tas dificultades de encarar el juzgamiento con una dictadura en retirada pero aún con poder para hacer daño a la democracia recuperada.

Una de las preguntas realizadas al panel inquirió acerca de realizar, por estos días, una suerte de CONADEP de la corrupción, tal como se escucha en medios y candidatos. Las respuestas fueron unánimes: las causas y los momentos son diferentes. La corrupción, siendo grave en sí misma, no puede compararse con las aberrantes violaciones a los derechos humanos derivadas de gobiernos sin legitimidad constitucional.

Hoy, en democracia, nos damos cuenta de las diferencias entre aquellos hechos y el presente. Pero también reparamos en que la corrupción, de algún modo, daña en silencio y puede llegar a matar.

No esperemos, entonces, una CONADEP de la corrupción, pero sí podemos abrigar la esperanza de un poder ejecutivo con la suficiente voluntad política, como en 1983, para que, de una vez, y más allá de los temores, sepa afrontar los casos de corrupción en la Argentina.