Ver gestionpublica.info

Publicado: 03-02-2015

CABA.- Por Atilio A. Boron. Pocas tareas deben ser más delicadas y de incierto resultado que la reforma de los servicios de inteligencia del estado. No sólo la reforma, sino asegurar un adecuado control político de sus actividades. Es decir, garantizar que su funcionamiento se adecue a lo que establece la normativa vigente. 

Existen historias reiteradas hasta el cansancio que demuestran como los “servicios”, para usar una expresión que sintetiza todo ese complejo y a menudo siniestro universo, escapan del control de las autoridades formales supuestamente a cargo de sus actividades. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que existen por no menos de quince agencias federales dedicadas a la recolección de inteligencia y realización de operaciones (muy a menudo de naturaleza criminal, como la eliminación de enemigos, reales o supuestos) dentro y fuera del país, con intereses encontrados y no pocas veces violentamente enfrentadas entre sí. Lleva años el presidente Barack Obama tratando de racionalizar y controlar ese turbulento submundo de la política, hasta ahora sin logros significativos. No muy diferente es la historia de las agencias de inteligencia en otras partes del mundo y, por eso, la Argentina no podría ser la excepción. Se trata de una iniciativa importante, necesaria, largamente demorada desde los inicios mismos de nuestra vida democrática pero cuyos esperados resultados difícilmente podrán ser alcanzados en corto tiempo. La experiencia internacional indica que restructuraciones de este tipo se procesan y miden en años, no en meses, y que requieren de un cuidadoso y democrático proceso de elaboración pues de lo contrario terminan siendo apenas letra muerta, empeorando la situación que se pretendía mejorar.

Leer más...