Por Federico Recagno. Secretario Adjunto de APOC. Secretario Fundación Éforo

Existen países en tos que la naturaleza se empecina en hacerles difícil la producción de alimentos. Tierras áridas, lejos de las costas de ríos o mares, Climas inhóspitos, pocos valles.

El accionar humano también ha contribuido a que lugares, potenclalmente aptos para la generación de comida, se transformen en desiertos y territorios improductivos.

Sabemos, por otra parte, de naciones que aprovechan cada centímetro de naturaleza generosa para cultivar o extraer alimentos. Incluso, que consiguen hacer fértiles territorios desfavorables.

Ubicar a la Argentina en una tabla de países a ios que la naturaleza ha beneficiado no es dificultoso. Están a la vista las bondades de nuestros suelos, aguas y climas.

Si coincidimos en esta apreciación no queda más que reparar en las acciones de las personas -empresarios, políticos, sindicalistas, dirigentes y acciones de otros países- como origen de las causas que nos dejan perplejos ante una nación que tiene todos los alimentos, en potencial, pero en la que un tercio de la población no cubre sus necesidades básicas.

En síntesis, países con poco han logrado bastante y otros, con mucho, profundizamos la desigualdad. Tengamos cuidado. No nos perdamos en intereses inmediatos y egoístas, en dos cargos más, en la coima que provoca desiertos, en la ventajita que termina castigando nuestras aguas, en las prebendas ocultas que dañan bosques y tierras, en la maraña normativa que esconde negocios dañinos y agranda la brecha social.

Estemos atentos para cuidar y cuidarnos, para participar de verdad, con acciones, y no perdernos en las discusiones de la farándula que se disfrazan de políticas.

Cuando Ortega y Gasset dijo: "Argentinos, a las cosas", algunos, adrede, lo malentendieron. Pensaron en un consejo para apoderarse de todo, y no en la evidencia para dejar atrás el palabrerío estéril. Utilizar nuestra energía en transformar el fecundo bien común, de eso se trata. Así que, argentinos, a estas cosas.