Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, en Diario Perfil

Se estima que en Argentina, un 80% de las apuestas se realizan a través de sitios ilegales, lo que resalta un serio problema social y de salud mental. Débora Blanca, psicóloga especializada en ludopatía y otras adicciones comportamentales, con más de 20 años de experiencia en el área y autora de cuatro libros, dialogó con Acciones sobre la problemática y cómo abordarla.

- ¿Qué es la ludopatía? 

La ludopatía es la adicción a los juegos de azar, a los juegos de apuestas. Hay adicciones con sustancias, que son las más conocidas, como al alcohol, al tabaco, a la cocaína y a la marihuana, y otras sin sustancias, que se llaman comportamentales. Muchas de estas están relacionadas con el impulso al consumo y al mercado, así como con las tecnologías de la información y la comunicación, entre las que se incluyen las compras compulsivas. Está la adicción al celular, a internet, a los juegos de consola, al trabajo. Cabe aclarar que la ludopatía no la inventó el celular, lo que ocurre es que una mayor accesibilidad a estos dispositivos aumenta el número de personas que se enferman en este sentido.
Había menos ludópatas cuando era necesario ir al casino de Mar del Plata o al de Entre Ríos, por ejemplo.

- ¿Qué asistencia es efectiva para abordar el problema?

Es una adicción que se debe tratar con especialistas. La recuperación de la persona requiere un tratamiento arduo y difícil, que siempre compromete también a la familia. En general, los tratamientos de adicciones siempre incluyen al grupo familiar.

- ¿Qué consecuencias genera la adicción al juego?

Las consecuencias, tanto en la adolescencia como en la adultez, incluyen la formación de un vínculo adictivo. Los juegos de azar son una práctica de riesgo. Porque la sensación que generan en la persona tiene una connotación distinta a como se siente habitualmente. Es algo similar a lo que ocurre cuando uno toma alcohol en relación a cuando bebe agua. Entonces, eso siempre representa un riesgo, especialmente si ocurre en un momento de vulnerabilidad de la persona.

- ¿Cómo funciona el cerebro de un adolescente apostador? 

En la adolescencia, este riesgo está exacerbado porque el cerebro aún no desarrolló completamente las funciones necesarias para el control de los impulsos. La impulsividad de la apuesta se intensifica al tener el dispositivo en la mano. No es necesario ir al casino, lo que significa que se puede apostar desde casa, la escuela, la universidad o el trabajo. Esto aumenta el riesgo de que la persona continúe apostando cada vez más, en un intento de recuperar lo perdido.

- ¿La ilegalidad del juego agrava la problemática? 

Para apostar en los juegos de azar, por ley, hay que ser mayor de 18 años. Un menor no puede entrar a un casino. Si entra, alguien está haciendo mal su trabajo. El riesgo se da porque todos los casinos virtuales que permiten el acceso a menores de 18 años están fuera de la ley, lo que implica estar involucrado en un circuito de ilegalidad, con todo lo que eso significa. ¿Qué quiere decir? Que no chequean quién está del otro lado, lo que lleva a una promoción constante del juego. Buscan a los usuarios y les escriben si pasan algunos días sin apostar. Además, están los “cajeros”, que actúan como intermediarios, muchos de los cuales también son menores de 18 años. Así se forma un circuito oscuro entre la adicción y la ilegalidad. Por otro lado, en los casinos virtuales ilegales no existe la posibilidad de autoexclusión.

- ¿Qué es la autoexclusión?

La autoexclusión es una herramienta que consiste en que la persona que entabló un vínculo adictivo con el juego pida que no le permitan jugar más, que se le prohíba seguir jugando.
A través de un trámite voluntario necesitan de esta ayuda externa. Esta opción está disponible en empresas legales, pero no existe en los casinos ilegales promovidos por influencers. Estos son circuitos oscuros y complicados donde se exacerba la ilusión de ganar dinero fácil y rápido, alimentando la idea de ser un ganador o un elegido. Esta presión es especialmente intensa en la adolescencia, aunque también impacta a los adultos.