Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, en Diario Perfil

Pilcaniyeu es una localidad de Río Negro, ubicada 82 kilómetros al Este de Bariloche, que tiene alrededor de mil habitantes. Allí trabaja Miguel Antimilla, un enfermero rural de 45 años. Hace 15 que ejerce la profesión en el lugar. Ante la consulta de Acciones, cuenta acerca de dificultades, satisfacciones y logros que le depara su trabajo, entre
otras cosas. 

- ¿Qué representa la enfermería para la comunidad en la que vivís? 

Es algo vital, cumple una función muy importante para la comunidad y para la zona rural. Se ocupa de guardia, consultorio y sala de un hospital. La enfermería me enseñó a conocer a las personas, algo primordial. La parte humanitaria me había motivado a elegir esta profesión, que es una vocación en realidad.

- ¿Cuántas personas trabajan con vos en el hospital? 

Estamos en un hospital ubicado a 70 kilómetros de Bariloche. Actualmente, contamos con tres médicos, ocho personas en enfermería, cuatro choferes, dos cocineras, dos mucamas, una odontóloga y dos administrativos. Además, hay dos agentes sanitarios en el casco urbano y cuatro agentes en los parajes. Somos alrededor de 30 personas. Contamos con lo esencial: ambulancia, salas de hombres y mujeres con cuatro camas cada una y sala de aislamiento. Hacemos guardias rotativas distribuidas en tres turnos, tenemos que cumplir 40 horas semanales. En general, a la noche tratamos de ser dos enfermeros de guardia porque no hay más personal en el hospital, estamos solos. Ahora, hay, además, un sereno que trabaja a la madrugada.

- ¿Cómo llegaste a trabajar allí?

Soy hijo de un policía rural que, cuando se tuvo que jubilar, vino a Pilcaniyeu. Entonces, yo tenía 12 o 13 años. Hice la escuela secundaria acá y tuve la posibilidad de estudiar enfermería, sabiendo que, en ese momento, el hospital necesitaba profesionales. También era una necesidad mía, quería hacer algo para ayudar: ahí entró a jugar la vocación. 

- ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?

El enfermero rural conoce a la gente, a la familia. Aunque no realizamos partos, porque eso se hace en el hospital de cabecera (en Bariloche), vimos nacer a muchos bebés de emergencia. Ahora los vemos y son adolescentes, ya son grandes. Ellos no se olvidan de nosotros y nosotros tampoco de ellos. Podría decir que lo que más me gusta de la enfermería rural es el vínculo que se genera con los pacientes. Generalmente, tenemos un trato muy estrecho y familiar
porque acá nos conocemos todos. Muchas veces terminamos formando una amistad.
Charlamos para tratar de que no sientan temor, más que nada a lo desconocido, como puede ser entrar a un tomógrafo, por ejemplo. La mayoría de los pacientes son adultos mayores porque la población joven suele ir a la ciudad a buscar trabajo o estudiar. También me gusta este lugar, es tranquilo, un paraíso. No es como las ciudades, en las que tenés que cuidarte de que no te roben. Acá, hasta hay confianza con el comerciante y se puede pagarle a fin de mes

- ¿Qué desafíos enfrenta la enfermería rural? 

Hay varios: la distancia entre los parajes, las malas condiciones de los caminos y la falta de comunicación de radio en algunos lugares en los que tampoco tenemos señal de celular. Cuando hay un llamado de la zona rural sabemos que es algo grave, no nos llaman por cualquier cosa. Quizá por un dolor que tiene varios días, por una caída del caballo, un accidente o un parto. Nos llaman por cosas muy específicas. Entonces vamos un médico, un enfermero y el chofer. En la zona rural tenemos caminos que no son de asfalto y el paciente sufre un montón cuando se lo traslada por ripio. Es dificultoso trabajar acá. Muchos médicos no se animan a venir porque tienen miedo de quedarse solos en las urgencias. Acá tenés que saber un poco de todo. También, la enfermería está pasando por una situación complicada debido a la falta de medicamentos e insumos. Pero lo principal son los sueldos bajos.