Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, en Diario Perfil

La transición de la escuela secundaria al mundo laboral es un momento crucial en la vida de cualquier estudiante. Se trata de un período donde los jóvenes se enfrentan a nuevos desafíos, decisiones significativas y un mundo de posibilidades por descubrir. Ludovico Grillo, director de la Escuela Técnica “Roberto Rocca”, quien participó del evento Acciones para el Trabajo, hizo una evaluación en esa línea.

- ¿Qué lectura o análisis se puede hacer de la secundaria en la actualidad?

La secundaria está en una profunda crisis, no sólo en Argentina, sino en el mundo. La sociedad y lo que se pretende de los egresados cambió y la escuela secundaria no pudo adaptarse a ese cambio. El colegio se encuentra con adolescentes que no tienen motivación para ir a la escuela, para estudiar ni para participar de las actividades escolares. Todos tenemos una motivación intrínseca por aprender, somos curiosos, queremos entender cómo funcionan ciertas cosas, deseamos hacer, es nuestra situación natural. Sobre la chispa que trae el estudiante, la escuela tiene que acercar la leña para que arranque el fuego. La estructura clásica del colegio apaga la chispa y dice: “Bueno, ahora vamos por acá”, pero no funciona así. Acercar la leña es tomar esa curiosidad y desarrollarla. Un buen docente sabe motivar, generar asombro, curiosidad por los
temas de sus materias, ir a buscar qué llama la atención del contenido, cómo funciona.
A los que estamos hoy en la docencia, sobre todo a los que peinamos algunas canas, nos cuesta porque lo natural es repetir los modelos de cómo aprendimos nosotros. No tenemos que repetir, debemos generar un modelo nuevo.

- ¿Qué se pretende de los egresados?

En el modelo tradicional, sobre todo en escuelas técnicas, los estudiantes se recibían a los 19 años y lo que habían aprendido en la escuela les servía por los siguientes 20 años. Hoy, tenemos un mundo que es cambiante, donde las tecnologías se modifican todo el tiempo y es necesario adaptarse a ellas. Se debe seguir aprendiendo toda la vida y esas son habilidades que hay que educar. También han cambiado los marcos respecto de cómo se trabaja. Tradicionalmente, la escuela formaba para ámbitos individuales. Hoy, tenemos que formar para equipos interdisciplinarios donde el estudiante debe estirarse un poquito a cubrir toda la cancha, ayudar con su especialidad en otras áreas, donde la parte de la comunicación intraequipos y hacia afuera es algo muy importante. La escuela tradicional no forma en habilidades de comunicación. Hay cambios que tienen que traducirse al ámbito escolar.

- ¿Qué lugar ocupan y cuál deberían ocupar las habilidades socioemocionales en los colegios?

Las habilidades socioemocionales se mencionaban muy poco en la educación clásica, pero había un sistema que las formaba a partir de la rigidez escolar: mirá al frente, vení con el uniforme, sentate, estate callado. Estas ayudaban a formar algunas de las habilidades, superar ciertas frustraciones, aprender a controlarse a sí mismo, aprender a entender un poco cómo eran los compañeros. Después, la escuela tuvo una etapa donde se flexibilizó, se volvió más amable para el estudiante y, entonces, dejó de formar hasta en esas mínimas habilidades.

- ¿Cómo podemos describir la transición de los jóvenes de la secundaria al trabajo?

Es caótica. Cuando uno habla con la gente de las empresas, se quejan de la falta de habilidades para comunicarse, agarrar un manual y entenderlo, trabajar con un jefe, comunicarse y avisar que van a faltar un día. Las escuelas y el mundo del trabajo van en caminos distintos. No hay que olvidarse que no todo egresado del secundario sale al mundo del trabajo. La escuela debe tener una línea de formación de emprendedores, aunque también están aquellos que quieren ir a la universidad o realizar otros estudios. En las escuelas, la orientación vocacional está migrando hacia un plan de vida. Muchas veces queda reducido a elegir qué carrera van a estudiar y no es solo eso lo que un estudiante tiene que mirar a los 17, 18 o 19 años, cuando está terminando el secundario. Es necesario que se proyecte y piense dónde querrá estar dentro de 10 años.