Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, de Diario Perfil.

Frente a una actualidad que presenta escenarios virtuales, arte por streaming y música que se vive a la distancia, desde hace varias décadas el rock nacional supone un motivo de encuentro, de ideas compartidas, reflexiones y multitudes de jóvenes fortaleciendo su identidad entre pares. Los instrumentos, los recursos y las plataformas para escucharlo cambiaron desde mediados de los ‘50 hasta hoy, pero las figuras que supieron emocionar a través de sus temas a diversas generaciones perduran en el tiempo.

La historia del desarrollo de este género musical en Argentina estuvo desde su nacimiento acompañada por complejas fluctuaciones sociales, políticas, económicas y culturales que dejaron su huella tanto en las producciones artísticas como en la apropiación de las mismas por parte del público.

Mejor hablar en cierto idioma

Durante la década del ’50, cantar rock en otra lengua que no fuese inglesa implicaba asumir un riesgo y modificar lo que parecía incuestionable. La escena musical venía liderada por boleros e intérpretes de tango que vislumbraban el final de su época dorada. El rock llegó para proponer un camino alternativo y una nueva filosofía que expresaría mediante otros acordes sentimientos similares. Gracias a los pioneros, que encontraron en Elvis o The Beatles su mayor inspiración, las letras de las canciones comenzaron a escribirse en castellano y así se produjo la primera y más importante transformación.

Sandro, Tanguito y Pappo eran algunos miembros de una lista de adolescentes que fue creciendo con un objetivo en común: crear rock original. Los Gatos, Manal y Almendra perseguían la misma meta.

“Venimos de una cultura muy rica de compositores a partir del tango y el folklore. A la hora de expresarme, naturalmente me surgió escribir mis propias canciones para transmitir lo que sentía”, asegura Litto Nebbia en diálogo con Acciones. Reconoce con orgullo y agradecimiento el rol fundacional de Los Gatos y considera que en su vida personal se trató de una “cuestión de destino y pasión”. El creador de Sólo se trata de vivir encontró en sus padres -excesivamente bohemios- su principal influencia: “Mi formación transita la noche, toda esa bohemia y música de Rosario en tiempos de la mafia y el puerto abierto. Siempre me educaron muy abierto para el arte, con gran acento en la melodía y preocupación por el buen gusto”, cuenta.

A 50 años de la edición y publicación del disco Rock de la mujer perdida -que originalmente sería “podrida”, pero la discográfica obligó a modificar-, Nebbia revela el disfrute que le provoca la composición: “Es una tarea de actitud solitaria. Luego, cuando grabo la música me brindo a la química que se da al tocar entre amigos. Siempre la realización de un álbum es un tiempo hermoso. Estás haciendo lo tuyo, plasmando lo que soñaste”, confiesa.

“Siempre me educaron muy abierto para el arte, con gran acento en la melodía y preocupación por el buen gusto”, revela Litto Nebbia sobre sus padres.

Rodolfo García, ex baterista de Almendra, banda que se conformó en 1967 y lideró Luis Alberto Spinetta hasta 1970, destaca la apuesta al desarrollo artístico de grupos y solistas en aquel momento, específicamente la búsqueda constante de originalidad en lo musical, pero también en las letras. “Creo que Almendra permanece como una de las bandas fundamentales de nuestro país y también de más allá”, considera, al tiempo que resalta la amistad que había entre los integrantes del grupo, además de un “objetivo artístico muy exigente e innegociable”. Los recuerdos del músico que más tarde integró Aquelarre se nutren de vivencias junto a adoradas personalidades: “El Flaco es uno de los más grandes artistas de nuestra cultura, pero su condición de ser humano se ubica por encima de eso. Un tipo sensible, generoso, solidario, con gran sentido del humor”, lo recuerda.

Qué decir de otras figuras que contribuyeron a la fundación del género. Roberto Sánchez, el popular Sandro de América, para García era “un tipo seguro en sus convicciones, muy sencillo, sin nada que tenga que ver con el estrellato”. A Tanguito lo conoció un poco más y lo define como “un pibe talentoso a quien sus problemas personales lo afectaron en su faceta artística”.

Varios rincones de la Ciudad de Buenos Aires fueron refugio de los sueños de estos incipientes ídolos. Desde La Cueva, en la calle Pueyrredón; La Perla del Once, frente a plaza Miserere; y, más tarde, el Luna Park cada uno recibió la efusividad de un público que conectaba progresivamente con la propuesta local de un género que hasta entonces era de importación.

García rememora, entre tantas, dos presentaciones: el debut de Almendra en el Instituto Di Tella de la calle Florida y el concierto de “Las Bandas Eternas” en la cancha de Vélez, en diciembre de 2009.

Allí, Spinetta repasó su trayectoria junto a Charly García, Fito Páez, Gustavo Cerati y Javier Malosetti, entre otros. El repertorio incluyó más de 50 canciones y cinco horas de show.

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