En las inmediaciones del Congreso, y en medio de una semana intensa por la llegada al Senado de la Nación del Proyecto de Ley de Financiamiento Universitario, la presidenta de la Federación Universitaria Argentina, Piera Fernández de Piccoli, dialogó con El Auditor.info. La joven cumplió 26 años, hace poco se recibió de licenciada en Ciencias Políticas y encabeza el órgano máximo de representación estudiantil de los universitarios argentinos.

- ¿Cómo llegaste a la Universidad y cómo fueron tus primeros pasos en la política universitaria? 

Arranqué militando en el secundario, en un colegio de Río Cuarto. A los 15 años ya estaba conformando el centro de estudiantes –que no existía con anterioridad– y ahí arrancó mi gusto por la política. Durante mi último año de la secundaria, vi el plan de estudios de la Licenciatura en Ciencias Políticas en Río Cuarto y me enamoré. Mientras estaba en el Centro de Estudiantes del Colegio, empecé a vincularme con la Juventud Radical de Río Cuarto. Cuando entré a la Universidad ya sabía que iba a militar en la Franja Morada. El primer día del ingreso, en el 2016, ya tenía puesta la remera y a los chicos ya los conocía. 

- Hiciste tu carrera universitaria casi al día

Hice mi carrera en cinco años, hasta que llegó el tránsito final. Agarré la pandemia y cuando empiezo con mi proyecto final de tesis, me presenté a una beca de la Fundación Botín con la cual me fui un mes y medio a España, y medio a Colombia. Es un programa donde seleccionan 32 jóvenes de América Latina y te forman en política pública y en liderazgo. Se llama Programa para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina. Cuando me fui a España se me voló la cabeza, volví a Argentina queriendo desechar mi trabajo de tesis y hacer un tema nuevo, con la idea de venir a hacer una pasantía al Congreso. A inicios de 2022 pasaron las elecciones (en la UNRC) en abril y me vine a Capital a hacer una pasantía con la diputada Carla Carrizo para investigar sobre empresas públicas nacionales. Durante ese año, cuando empiezo a escribir el trabajo final, surge la oportunidad de lo de la FUA, ahí empiezo a viajar mucho más, mi vida se enquilombó y por eso me recibí recién este año. 

- Fuiste presidente del centro de estudiantes y antes habías tenido participación en el movimiento estudiantil de la secundaria: ¿qué características tiene cada uno de los espacios y cómo tuvo que ser tu adaptación de lo que vos habías aprendido en la secundaria y en la llegada a la universidad? 

Una característica distinta que tienen las dos militancias es que en el secundario, por la propia lógica del centro de estudiantes, había una lista única en la que participaban todos. Además dimos un proceso de refundación de la Unión de Estudiantes Secundarios que no existía hacía décadas en Río Cuarto. Era construir política de manera conjunta con gente que piensa distinto. En lo universitario uno ya tiene más delimitadas las agrupaciones políticas, los diálogos son distintos y se dan en otro marco. Siento que lo que viví en el secundario me ayudó mucho después a ejercer mi presidencia de la FUA. 

- ¿Había alguna demanda que los empujó a armar la Unión de Estudiantes Secundarios? 

Nuestra lucha fue la implementación del voto para intendente a los 16 años en la Ciudad de Río Cuarto. Esto implicaba una modificación de la Carta Orgánica Municipal en su momento y vimos una lucha tremenda. Era año electoral e instalar el debate del voto a los 16 fue muy conflictivo ante la incertidumbre de las distintas fuerzas de pensar cómo esto les afectaba electoralmente. Armamos un lío bárbaro, hicimos una marcha de estudiantes secundarios con una urna gigante reclamando el voto a los 16. Íbamos al Concejo Deliberante, los medios nos tomaban un montón, teníamos todas las semanas reuniones con los bloques, discutíamos con los concejales con un nivel elevado. Hoy lo miro y pienso que fue realmente admirable. Y después de que pasó ese proceso, a espaldas de los estudiantes secundarios, un día el Concejo decidió debatirlo y lo terminó aprobando. Lo bueno es que la Unión de Estudiantes Secundarios sigue funcionando, es muy activa y tiene mucha presencia en los medios de comunicación.  

Lo que la pandemia dejó

- Estuviste tres años en la presidencia del Centro de Estudiantes de Humanas, con una pandemia en el medio. ¿Qué pensás de ese proceso? Viéndolo a la distancia, ¿creés que cambió las condiciones? ¿Sirvió para cambiar algunas prácticas, incorporar herramientas o todo sigue igual? 

Sí y no. Creo que sirvió para incorporar herramientas, pero no terminamos de dar esa transformación profunda que en pandemia nos dimos cuenta que necesitábamos. El inicio de la pandemia fue terrible porque hubo un nivel de resistencia tal que terminamos el 2021 realizando una marcha en Río Cuarto pidiendo que se tomen exámenes finales virtuales, porque todavía había muchos estudiantes que un año después no podían rendir. Al inicio de la pandemia, nadie tenía el diario del lunes ni sabía que iba a durar tanto tiempo, pero eran todos parches y "aguantar hasta que volvamos a la normalidad". Hasta que en un momento nos dimos cuenta que "la normalidad" no volvía y esta era la nueva normalidad. Ahí había que poner en juego las herramientas que teníamos. 

- ¿Y una vez que se terminó la cuarentena que quedó de esa experiencia? 

Incorporamos herramientas virtuales, tenemos aulas híbridas, los profes dan mucha más clases de consulta virtual o, de vez en cuando, alguna clase virtual. No todas las Universidades han transitado igual el proceso. En Río Cuarto creo que no le hemos terminado de sacar el jugo a las herramientas digitales como una oportunidad también de acceso, porque en ese momento se discutía mucho sobre todo los que estaban quedando afuera por no tener acceso a Internet. Esta era una población importante sobre la cual las universidades tuvieron que salir a dar becas, a ver cómo se reencontraban. 

También había que poner en valor la cantidad de personas que ingresaron o que volvieron a la Universidad gracias a la virtualidad. Veíamos en las clases a un montón de madres cursando con sus hijos, que si no hubiese estado la virtualidad no lo podrían haber hecho. Y creo que eso falta todavía: una política institucional de pensar también el acceso y la permanencia en términos de las posibilidades que nos dan las herramientas tecnológicas. Sé que otras universidades lo hacen. 

“La Universidad Pública tiene más apoyo social que el propio Presidente de la Nación”

- Es como que fue heterogénea la adaptación 

Sí, fue muy heterogénea en el durante y después también. En Río Cuarto faltó una política institucional de orientarnos hacia dónde íbamos, cuáles eran nuestros objetivos, qué transformaciones íbamos a dar. Otra cosa que uno nota mucho es que el pibe en la universidad post pandemia es otro. 

- ¿Por qué? ¿Como generación en general o por efecto de la pandemia en particular? 

Creo que hay mucho del efecto de la pandemia y probablemente también hay algunas cuestiones que tienen que ver con la generación y con cómo vivimos en el mundo de hoy. Los que habíamos empezado la Universidad, y nos tocó transitar la pandemia, teníamos algunas lógicas de cómo funcionaba la universidad. El que empezó en pandemia no lo había vivido y el que vivió el secundario en la pandemia es todo otro proceso distinto. 

En la pandemia se perdió el espacio público de participación, el encontrarnos en los pasillos de la facultad. Retomar eso nos está costando mucho en el sentido de la participación estudiantil, de los diálogos entre las fuerzas. A mí me ha tocado este año ir a distintas universidades a proponer reuniones con todas las fuerzas y me decían: "es la primera vez que nos encontramos desde la pandemia" y es como que hay diálogos que en el medio se perdieron, ¿no? 

- Saliendo de la política estudiantil, el espacio de encuentro entre los estudiantes, los momentos de compartir en la biblioteca, en el bar de la facu, de cruzarte con amigos de otras facultades, ¿también desapareció? 

Hoy tenés otro perfil de estudiante, el estudiante "full time" no existe más.

No desapareció pero sí tengo la sensación de que no es tan masivo como era pre-pandemia. Creo que está volviendo ahora un poco pero con una realidad concreta: hoy tenés otro perfil de estudiante, el estudiante "full time" no existe más. Y tenemos a instituciones universitarias todavía pensadas para ese estudiante, pero mientras más se profundiza la crisis económica más son los estudiantes que trabajan al mismo tiempo que tienen otras responsabilidades, entonces pasa mucho hoy que el estudiante viene a la Universidad a cursar y se va, porque tiene que ir a laburar o porque está a cargo de su familia. Y eso también dificulta ese espacio de encuentro.

- Sobre cómo la Universidad de Río Cuarto –y algunas otras también– tuvieron una actitud de resistencia frente a la necesidad de introducir cambios en la pandemia, ¿no creés que hay una actitud generalizada de resistencia ante todo tipo de cambios? 

Sin duda, por eso a mi me parecen alucinantes las Universidades que son mucho más nuevas, porque se nota que pueden generar esas transformaciones mucho más rápido. Hace poquito que arrancaron y van aprendiendo en la marcha. Son un ejemplo realmente para mirar. Los otros días escuchaba al Rector de la Universidad Nacional de Rosario que decía algo así como que tenemos que dar una reforma educativa en dos sentidos: una tiene que ser en lo burocrático-administrativo de la Universidad –que es una estructura grande, que le cuesta adaptarse al cambio– y después está esa reforma educativa más profunda, donde uno piensa el sentido social que tiene la universidad pública y que ahí también hay mucho para discutir.

Para mí es clave el proceso que estamos viviendo porque es una agenda que la Universidad tiene, que viene discutiendo hace ya algunos años. Por ejemplo, cómo hacer los trayectos académicos más breves, la incorporación de tecnología hasta un sistema de créditos, todo esto se está discutiendo. Hay avances, pero claramente no vamos al ritmo de una sociedad que va cada vez más ágilmente. 

Estamos viviendo un proceso y discutiendo una agenda que no podemos abandonar, menos en un proceso de crisis. El mensaje de acompañamiento de la sociedad argentina se demostró en la marcha del 23 de abril. Fue un mensaje de que valoran y quieren a la universidad, pero también aparecieron cosas que hay que mejorar, que hay que transformar.

- ¿No crees que hay algunos temas que aún siguen siendo tabú? 

Sí, por supuesto. Creo que el gran debate que tenemos que dar en la universidad es la generación de producción tecnológica y científica universitaria y cómo la vinculamos con el medio socioproductivo. Hay mucho para discutir cuál es la vinculación de la Universidad con el sector privado, pero a mí no me gusta ninguno de los dos extremos. No me gustan los actores universitarios que rechazan todo tipo de financiamiento o vinculación con el sector privado, como tampoco me gusta quienes plantean que tenemos que ser una institución educativa al servicio del sector privado. 

La universidad pública tiene un montón para aportar, y creo que no le estamos sacando el jugo suficiente.

Hay un montón para construir, porque la universidad tiene una responsabilidad en el contexto internacional en el que estamos, donde justamente la producción de innovación tecnológica es lo que te pone en la posibilidad de generar riquezas, ganancias, desarrollo etcétera. Creo que ahí la universidad pública tiene un montón para aportar, y creo que no le estamos sacando el jugo suficiente porque no nos sentamos genuinamente a discutir para qué y para quiénes investigamos. Otro tema tabú es el de la permanencia y el egreso de la universidad: si nosotros nos seguimos "haciendo los boludos", vamos a tener un problema en el mediano plazo. 

- De hecho ya estamos teniendo índices de graduación bajos respecto a nuestros propios números y en comparación con otros países similares también.

Sí, reconociendo el perfil académico que tiene la Argentina, la posibilidad de ejercer la profesión cuando te recibís en la carrera de grado –a diferencia de lo que pasa en Europa– uno entiende un montón el contexto. La realidad es que estamos ante una situación donde la mayoría de los estudiantes universitarios están saliendo a trabajar, entonces estar ocho o nueve años en una carrera universitaria expulsa a un montón de estudiantes del sistema.

Eso lo tenemos que discutir sin perder la calidad y la excelencia académica, sin perder el pensar qué profesionales estamos formando para la Argentina. Son temas que tienen tensiones, pero que nos tenemos que sentar a discutir genuinamente. 

En el acceso también. Si bien en los 40 años de democracia se ha masificado el acceso a la universidad, y muchas universidades nuevas tienen 80% de ingreso de primera generación de su familia, tenemos que discutir el acceso y sobre todo involucrarnos en los problemas que tiene la sociedad argentina: uno es la formación del nivel medio y primario; el segundo yo creo que en una Argentina que tiene el 50% de su población por debajo de la línea de la pobreza, la universidad pública algo tiene que hacer, algo tiene que decir y en algo tiene que involucrarse al respecto. Pasamos algunos años donde parecía que cuando uno hacía estos análisis críticos sobre la universidad se estaba posicionando en contra de la universidad pública y eso cerró el debate un montón. 

- Pasaron unos meses desde la marcha del 23 de abril ¿Cómo fue el proceso que derivó en esa marcha? ¿Cómo fue tejer los acuerdos con los gremios, con los rectores? 

Tuvimos la facilidad de que nos unió el horror. La situación a la que se estaba sometiendo a la universidad era inédita en la historia de nuestro país y –más allá que después de la marcha se consiguió la actualización de presupuesto para los gastos de funcionamiento– realmente está haciendo que sea imposible garantizar el rol de la Universidad. Eso te facilita un poco todo, porque permite que esas diferencias que tenés entre las agrupaciones estudiantiles, o entre los estudiantes y los gremios, tengamos que dejarlas un rato de lado para ponernos a pensar cómo poníamos en valor a la Universidad Pública

Lo que empieza a suceder es que nos convocan los gremios y empezamos a tener diálogos. Si uno parte de compartir el mismo diagnóstico, creo que después sobre lo estratégico uno puede ir construyendo. Quizás las tensiones estuvieron en cómo pensar estratégicamente el mensaje hacia afuera, donde por supuesto los rectores tienen una estética que todo tiene que ser súper institucional, los gremios otra forma y los estudiantes también tenemos nuestras lógicas. 

Luego de que establecimos las conversaciones en el frente sindical y con un mismo diagnóstico, llegamos a la conclusión de que ninguna de las herramientas que estábamos poniendo en juego era suficiente. Teníamos que ir hacia un escenario de movilización. Tuvimos un lunes una reunión del frente sindical y ya el martes fuimos juntos al CIN a aprobar en conjunto la convocatoria de la movilización para el 23 de abril. A partir de eso empezó una mesa de rectores, docentes, no docentes y estudiantes en la que fuimos pensando esa marcha. Lo fuimos llevando pero no sin tensiones. Hubo un entendimiento generalizado, y ese consenso nos permitió todo lo otro: necesitábamos construir algo que no se vea partidario, porque acá estamos sentados de todas las ideologías y en esta lucha necesitamos que inclusive nos acompañen quienes votaron a Javier Milei. 

- Sorprendió la masividad, las expectativas fueron ampliamente superadas por lo que vieron en la calle, ¿no? 

Tengo una anécdota para contarte al respecto. Una periodista me escribió los cuatro días anteriores, todos los días, preguntándome cuántas personas esperábamos en la marcha. Yo soy de Río Cuarto: para mí una marcha masiva son 10.000 personas, ¿no? Que es una locura en Río Cuarto. Entonces yo le preguntaba a la gente: "¿cuánta gente esperamos?". Pero me decían, no sé, no le digas un número concreto porque no sabemos, capaz que hay 50.000 personas, 80.000 me decían y yo le contestaba mirá, todavía no sé, estoy preguntando y nadie sabe. Y me volvió a escribir al otro día: ¿tienen alguna expectativa? No esperábamos nunca que hubiera –algunos dicen– más de un millón de personas.

- Fue impresionante, además la marcha se replicó en muchísimos puntos del interior del país... 

Fue alucinante. En la ciudad de Río Cuarto fue una de las marchas más masivas de la historia. Esto también simboliza lo que representa la universidad en el territorio. Creo que ahí el gobierno es algo que no vio. 

- ¿Cuál crees que fue el impacto de la marcha en términos políticos? 

El Gobierno tuvo que cambiar su actitud. Pasaron de decir que las universidades eran cajas negras que adoctrinan comunistas a decir que es una causa noble, pero que estaba utilizada por algunos actores. La marcha fue también lo que llevó a lograr el acuerdo del 270% de aumento para gastos de funcionamiento. 

Es un gobierno que demuestra permanentemente su desprecio hacia la universidad con lógicas de imposición.

Lo que vamos a tener es un escenario de permanente tensión: este gobierno tiene una clara mirada sobre la universidad pública en particular y sobre la educación pública en general. Y claramente no es una mirada expansiva del sistema universitario, no es una mirada que lo fortalezca, que venga a reivindicarlo, sino todo lo contrario.

Después de la marcha se sentaron, empezaron a mejorar los diálogos, cambiaron los interlocutores, parecía que se solucionaban los gastos de funcionamiento y que empezaba a haber un diálogo distinto con los gremios docente y no docente. En el medio pasan –también hay que decirlo– los problemas internos de este gobierno por el escándalo de los alimentos que tuvieron guardados en el Ministerio de Capital Humano. Ahí volvieron a cambiar los interlocutores. A fin de cuentas, no hay diálogos que puedan permanecer en el tiempo, dicen una cosa y al otro día hacen o dicen otra. Es un gobierno que demuestra permanentemente su desprecio hacia la universidad con lógicas de imposición y siempre profundizando la grieta con la universidad.

- En cuanto a la aprobación del Proyecto de Ley de Financiamiento Universitario en Diputados y el tratamiento en el Senado, desde la FUA hicieron un evento frente al Congreso: ¿qué perspectivas tienen con el tratamiento de la Ley? 

Somos optimistas. Creemos que los senadores se van a comprometer en acompañarlo, estamos haciendo fuerza para que eso pase. Además del stream abierto que realizamos, estamos programando solicitudes de reunión con todos los bloques para presentarles nuestra perspectiva. Entendemos que el Congreso tiene que cumplir con su rol. Si el gobierno no escucha, no trae soluciones. Que el Congreso justamente se ponga ahí como un actor que permita solucionar este conflicto. 

Creemos que es tan importante hacer el esfuerzo de interpelar a los senadores y a la comunidad de que se trata esta ley. Además el problema que tenemos es que es una Ley que el gobierno ya dijo que iba a vetar, y no es lo mismo si esa ley se aprueba con mayoría simple que si se aprueba con un amplio consenso del Senado. El costo político para el gobierno, si llega a tomar efectivamente una decisión de vetarla, no sería el mismo. Necesitamos sumar todas las voluntades que podamos en ese proceso: cualquier senador nacional que entienda que la Argentina necesita educación para salir adelante tiene que estar acompañando la Ley de Financiamiento Universitario. 

- Y en el caso hipotético de que Milei la vete ¿Qué piensan? ¿Cuál crees que puede ser la reacción? 

Creo que si eso pasa, el Gobierno nos está convocando a que volvamos a salir a las calles. No nos deja otra opción. Si intentamos por el camino del diálogo, con estrategias de lucha distintas, como hacer Streaming, como las radios abiertas, las clases públicas, los propios paros que están haciendo los docentes y los no docentes, nos quedamos ya sin herramientas. Después apelamos al Congreso, el Congreso nos trae una solución y encima el Gobierno la veta. La verdad que no nos están dejando margen para nada. Al final la única propuesta es asfixiarnos hasta que nos quedemos sin universidad. No lo vamos a permitir, no se lo vamos a permitir a Milei y no se lo vamos a permitir a nadie. 

- ¿No creés que esta estrategia del gobierno tiene que ver más con una improvisación para ganar tiempo? Digamos una jugada para estirar el conflicto y ganar tiempo en el que el gobierno puede pisar la caja, no gastar plata en esto y que el conflicto vaya estirándose. 

Noto improvisación permanente y, como mencionaba recién, marcha y contramarcha con las decisiones. Puede ser que forme parte de una estrategia, pero lo que quiero decir también es que la cuestión de pisar la caja –cuando hablamos de las universidades– a mí me suena mucho como a una excusa. Lo que tiene como problema el gobierno no es una cuestión exclusivamente de reducir el déficit fiscal sino de cuáles son las prioridades a la hora de tener un contexto restrictivo en tu gasto. 

- ¿Qué te parecen los paros docentes y no docentes como herramienta en este contexto? 

Es una herramienta legítima de lucha que nosotros acompañamos. Charlamos mucho con los gremios cuando empezamos a notar un corrimiento de la responsabilidad: no hacia el gobierno, sino hacia el docente. Lamentablemente hace muchos años en la Argentina se viene instalando la idea de que el docente hace paro porque es malo y creo que ahí los dirigentes estudiantiles tenemos una fuerte responsabilidad en decir: "che, mirá, el paro lo estamos haciendo porque están cobrando salarios que son de miseria, así no te sirve a vos como estudiante porque el docente tiene que tener varios laburos para poder llegar a fin de mes, la energía en el aula no es la misma". 

La Universidad de Argentina sigue siendo reconocida internacionalmente, sigue dando los mejores profesionales del mundo y sigue siendo nuestro orgullo.

Cuando la permanencia en la universidad se hace muy compleja para el estudiante porque le aumentó el alquiler, el transporte, los servicios y tiene las becas PROGRESAR congeladas, necesitamos que los paros nos den cierta estrategia, cierto margen, ciertas certidumbres, para que ese pibe que hoy está complicado para llegar a fin de mes no diga "bueno: hay paro, las clases no arrancan. Me vuelvo a mi casa". Establecemos diálogos –en la medida de lo posible– para ver cómo podemos encontrar puntos en común entre las necesidades de ambas partes, pero insisto que ahí tenemos que hacer un esfuerzo conjunto por entender que la responsabilidad de que yo no pueda estar continuando con mi trayecto académico es del gobierno.

- Hace unos días se realizó un Plenario del CIN en La Pampa, en donde se aprobó la propuesta de pedido de presupuesto que los rectores elevan al Ejecutivo. ¿Qué perspectivas tienen? 

La verdad es que con mucha preocupación. El Congreso de la Nación no aprobó el presupuesto para el 2024 (por este acuerdo que hicieron Massa y Milei) y hay un presupuesto planchado que se votó en septiembre de 2022 y fue reconducido. Está planchado por la decisión política de este gobierno de que si bien mando gastos de funcionamiento, no mando salarios o lo hizo muy por debajo de la línea de la inflación. 

Cuando empezás a discutir por el año que viene, empezás a discutir desde un piso muy bajo. Eso hace que cobre más relevancia todavía la Ley de Financiamiento Universitario 

-  ¿Qué le dirías al Presidente Milei?

Que es una batalla que va a perder. Contra la universidad pública va a perder, va a perder él y va a perder cualquier Presidente o Presidenta que venga a querer meterse con la universidad pública. Lo hemos demostrado a lo largo del tiempo, en cada crisis que nos han tocado afrontar, con avances y con retrocesos, pero siempre cuidando a la universidad. En esa lógica de resistencia, por la autonomía universitaria y por la lógica misma de la universidad pública, hoy –en un país que tiene un millón de problemas– la Universidad de Argentina sigue siendo reconocida internacionalmente, sigue dando los mejores profesionales del mundo y sigue siendo nuestro orgullo.