A nivel nacional, el líder del PRO y ariete principal de la alianza Cambiemos, obtuvo el 34,33 por ciento de los votos, subió al menos 4 puntos de lo que había cosechado en las PASO y se ubicó en el segundo lugar a poco más de 2 puntos de Daniel Scioli, del Frente para la Victoria, quien a pesar del triunfo curiosamente bajó sus números (36,86 por ciento) y no logró capitalizar el porcentaje previsto del voto que proyectaban los especialistas entre el universo de los indecisos.

La principal derrota, de la que el kirchnerismo duro deberá desembarazarse, tiene que ver con la frustración de pensar que su fuerza podía ganar en primera vuelta, obteniendo arriba del 40 por ciento y más de diez puntos porcentuales sobre el eventual segundo. Nada de eso ocurrió, ni siquiera mucho menos. La posibilidad de una derrota en la segunda vuelta ni siquiera parece ser descabellada. No ahora, con el nuevo escenario que se presenta con los números puestos.

La fenomenal elección que hizo Vidal en la provincia de Buenos Aires, bien puede servir para explicar lo ocurrido. Vidal se alzó con el 39, 49 por ciento de los votos y le arrebató la gobernación al actual jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, uno de los grandes perdedores de la jornada de ayer, a pesar de haber alcanzado una cosecha del 35,18 por ciento de los votos. Tercero, cómodo, pero con una buena elección, se ubicó Felipe Sola, que sumó cerca del 19,22 por ciento. El tercero en discordia tendrá ahora la gran responsabilidad de inclinar la balanza para uno u otro lado.

Difícilmente los candidatos de UNA se lancen directamente a favor de uno u otro contendiente en el balotaje del próximo 22 de noviembre. En todo caso, si lo hacen podría ser más bien por lo bajo, entre líneas, como ocurrió con los votantes de Mariano Recalde en la Ciudad de Buenos Aires, que se trasladaron en el balotaje, sin campaña ni recomendaciones, a la candidatura de Martín Lousteau, quien finalmente perdió la elección frente a Horacio Rodríguez Larreta. 

De aquí al 22 de noviembre, tanto Scioli como Macri deberán seducir a los votantes de Sergio Massa, la tercera fuerza política en estas elecciones con el 21,34 por ciento de los sufragios, para intentar inclinar la balanza hacia sus candidaturas. A este porcentaje, se le sumará también el 8 por ciento que se dividió entre el Frente de Izquierda de Del Caño (3,27 por ciento), la Alianza Progresistas de Margarita Stolbizer (2,53 por ciento) y la Alianza Compromiso Federal de Adolfo Rodríguez Saá (1,67 por ciento).

Ambos candidatos en pie para el bolotaje, se lanzaron con todas sus fuerzas a la caza de esos votantes. En el caso de Scioli, en un discurso con tono derrotista incluso antes de darse a conocer oficialmente los números, en el caso de Macri, con el gran envión que le otorgó el triunfo en la provincia de Buenos Aires de su ministra Vidal, que desde el próximo 10 de diciembre será la primera gobernadora de la Provincia, un hito histórico en el territorio dominado por los llamados Barones del Conurbano.

El Frente para la Victoria apuntará a la confrontación entre dos modelos de país en juego, tal ha sido su estrategia previa y por lo que se pudo escuchar ayer entre sus diferentes actores no parece haber mayores novedades al respecto. Cambiemos apuntará, seguramente, a fortalecer su campaña comunicacional, centrada en la escucha de los problemas de los vecinos y en la novedad del cambio.

En los próximos días, unos y otros deberán analizar sus fortalezas y debilidades, no sólo para ganar los votos que les faltan para alcanzar la presidencia de la Nación, sino para no perder incluso lo que ya han cosechado; algo que, como quedó demostrado, es absolutamente posible en política. La idea de un debate, al que Scioli invitó ahora a Macri, si bien sería óptimo para que los argentinos puedan tener más elementos para analizar antes de emitir el voto, se presenta como un manotazo de ahogado. Cuando a caballo de los encuestadores, Scioli se excusó de debatir frente al resto de los candidatos, selló de alguna manera su suerte. Macri tendrá entonces el mismo derecho a negarse. Sus cañones no apuntan a ganar el voto kirchnerista díscolo, sino a profundizar el mensaje que el pueblo argentino dio este domingo a través de las urnas. La estrategia del kirchnerismo recibió un golpe de nocaut, sobre todo en la batalla de los comunicadores, pero no se puede afirmar que ya esté dicha la última palabra.

(*) Sociólogo y periodista.